Opinión

Si Mónica Oltra fuera del PP, Cs o Vox ardería España

¿Alguien puede imaginar por un momento lo que sucedería en muchos medios, en las Cortes Valencianas, en el Congreso de los Diputados y en las calles si la vicepresidenta fuera una política del PP o de Cs –ya no digamos de Vox-?

Mónica García, Yolanda Díaz, Ada Colau, Fátima Hamed Hossain y Mónica Oltra, en el acto Otras Políticas el 13 de noviembre de 2021

El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana acaba de imputar a la vicepresidenta de esa región, la política de Compromís Mónica Oltra, porque ve “una serie de indicios plurales que en su conjunto hacen sospechar la existencia de un concierto entre la señora Oltra y diversos funcionarios a su cargo, con la finalidad, o bien de proteger a su entonces pareja (…) o bien proteger la carrera política de la aforada”.

El delito es uno de los más abyectos que pueden afectar a un político y, más aún, si es mujer: encubrir los presuntos abusos sexuales cometidos por su entonces pareja contra una menor que, además, estaba tutelada y a cargo precisamente de la Generalitat que ella copreside. Oltra deberá declarar como investigada el próximo 6 de julio. No solo no ha anunciado su dimisión sino que se siente víctima de una conjura.

¿Alguien puede imaginar por un momento lo que sucedería en muchos medios, en las Cortes Valencianas, en el Congreso de los Diputados y en las calles si la vicepresidenta fuera una política del PP o de Cs –ya no digamos de Vox- y encubriera a un marido presuntamente abusador de una menor bajo su responsabilidad?

¿Alguien puede pensar cómo serían las proclamas de las Montero, las Belarra, los Rufián, los Baldoví y los Echenique de turno? Sí, serían inversamente proporcionales al silencio que hoy han dedicado a la imputación de Oltra, la misma que acudía a las Cortes con una camiseta con un cartel en el que se pedía una recompensa por la cabeza de Francisco Camps.

Oltra no piensa dimitir: la nueva política huele tan mal como la vieja

Mónica Oltra llegó a la Vicepresidencia de la Generalitat a lomos de una campaña en la que pregonaba acabar con la corrupción de la vieja política y, en especial, del PP. Rita Barberá acabó muerta, acosada por una campaña que pocos políticos han tenido que soportar y abandonada incluso por los suyos. Camps, cercado por los tribunales y por las presiones de su propio partido para que dimitiera, intenta con suerte dispar limpiar su nombre en los tribunales. Mónica Oltra no piensa dimitir: la nueva política huele tan mal como la vieja.

Oltra sigue, en esto de aferrarse al cargo, el ‘ejemplo’ de Ada Colau, a la espera de sentencia en un juicio e imputada en otro. Los tribunales no le apartarán de su intención de optar a la reelección el próximo mes de mayo. Yolanda Díaz, la gran esperanza a la izquierda de Sánchez, piensa hacer “cosas chulísimas” con un proyecto que arrancó abrazada a ellas dos, a Oltra y a Colau. ¿Qué credibilidad puede ofrecer?

Si Oltra, que intentó desacreditar a la menor presuntamente abusada por su entonces pareja, no piensa dimitir pese a que ya haya sido formalmente imputada por encubrir los presuntos abusos y que el 6 de julio será interrogada como investigada, la responsabilidad recae directamente en el presidente de la Generlitat, Ximo Puig. Él debería destituirla.

Pero no lo esperen: su hermano también ha sido imputado y ya ha declarado en un juicio por supuesto fraude con las ayudas de la generalitat. Repito: ¿alguien se imagina si esto –un presidente con su hermano y su vicepresidenta imputados al tiempo, por presunto fraude y encubrir presuntos abusos a una menor tutelada- le ocurriera a un político del PP, de Cs o de Vox?  No habría España para correr…