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Opinión

Plataformas y mercado laboral

El cambio tecnológico ha ayudado a la aparición (llámese rentabilizar) de modelos de negocio antes imposibles de gestionar con medios analógicos

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Un repartidor de Deliveroo.

La aprobación de la ley Rider en mayo y el anuncio de Deliveroo de irse de España ha puesto de nuevo en la picota del debate sobre las nuevas plataformas surgidas de la última revolución tecnológica.

Como suele ser habitual, cuando se habla de ellas, estas se suelen asociar a lo que identificamos como empleo precario, o empleo uberizado, ocupaciones donde los "trabajadores" que prestan sus servicios bajo las aplicaciones asociadas a dichas plataformas no poseen las mismas coberturas y derechos que lo "habitual" en empleados por cuenta ajena de empresas que prestan servicios similares en el mundo analógico. Sin embargo, aunque esto sea cierto en muy buena medida, sí es también necesario clasificar adecuadamente las diferentes plataformas, así como al empleo que dan lugar, para entender mejor la nueva realidad laboral que se desprenden de ellas y, por lo tanto, la necesaria revisión de la regulación que sería sensible a dicha complejidad.

Las plataformas no han llegado para quedarse. Simplemente ya llevan muchos años, muchos, con nosotros. La novedad, que no es poca, es que el cambio tecnológico ha ayudado a la aparición (llámese rentabilizar) de modelos de negocio antes imposibles de gestionar con medios analógicos. Digamos que las nuevas tecnologías han rentabilizado y, por ello, abierto nuevos mercados. Pero la idea de un "espacio" donde encontrarse compradores y vendedores, gracias a la infraestructura ofrecida por un tercero tienen tanta antigüedad como, por ejemplo, la tiene la prensa, las tarjetas de crédito, los bares de copas o los centros comerciales.

Un nivel desconocido

Sin embargo, la disrupción generada por las nuevas tecnologías las ha llevado a un nivel desconocido. La aparición de las aplicaciones en unos móviles capaces de hacer cualquier cosa ha permitido que, con software de inteligencia artificial y una infraestructura física con relativos bajos costes fijos, empresas como Uber, Deliveroo o Amazon hayan copado ciertos mercados. La lista es muy larga, trascendiendo con creces nuestro nivel de conocimiento de estas, y en cuyas filas debemos incluir otras empresas como Google, Facebook o UpWork.

Para entender sus consecuencias económicas y laborales, y por ello para regularlas, hay que entender su funcionamiento y sus variantes. Una plataforma digital que presta servicios se compone, en principio, por tres participantes. En primer lugar, los consumidores, que serán aquellos que, en general, realicen el pago por el servicio adquirido. En segundo lugar, y en el lado contrapuesto, estarán los "proveedores", personas o empresas dispuestas a ofrecer el servicio. Por último, y en tercer lugar, queda la plataforma que, con el concurso de la tecnología, abre el "mercado" donde contactan las dos primeras partes antes citadas. Por supuesto existe todo un mundo de variedades, donde quien es consumidor o productor puede llegar a difuminarse, como el caso de plataformas que ofrecen servicios gratis a cambio de explotar la información derivada de su uso o las llamadas colaborativas, donde prestador de servicio y consumidor se dan el testigo. Pero en el caso que nos congrega nos centraremos en aquellas donde estos perfiles son más claros y estables en el tiempo.

Si hablamos de macrotareas y online estaremos en muchos casos refiriéndonos a plataformas en las que el servicio prestado tiene complejidad y exige, por lo general, una elevada cualificación

Las plataformas pueden clasificarse según varios criterios. La que nos interesa buscar, ante todo, son elementos que describan económica y laboralmente su naturaleza y consecuencias. Para ello usaremos dos criterios de clasificación.

En primer lugar, es muy relevante conocer el lugar dónde el servicio es prestado. Así, el mismo puede prestarse de modo presencial (los proveedores deben trasladarse al lugar indicado por el cliente), u online (el servicio es ofrecido en remoto mediante el uso en todo momento de las redes y de los dispositivos móviles). Como segundo criterio podemos usar la naturaleza del servicio prestado en cuanto a su grado de complejidad (macrotareas y microtareas). Así, están las plataformas en las que los proveedores del servicio desarrollan microtareas muy sencillas, porciones muy pequeñas y homogéneas pertenecientes a una larga cadena de valor, y plataformas que intermedian dentro de encargos mucho más complejos. Lo normal es que las microtareas del primer caso sean más sencillas de realizar, requiriendo menos cualificación mientras que en el segundo caso sea necesaria mayores habilidades.

Aunque estos criterios pueden ser en ocasiones difusos, en general hacen buen servicio a la hora de catalogar plataformas. Así, si hablamos de macrotareas y online estaremos en muchos casos refiriéndonos a plataformas donde el servicio prestado tiene complejidad y exige, por lo general, una elevada cualificación. Por el contrario, macrotareas y posiblemente microtareas en el mundo real nos llevaría a la llamada Gig-Economy de donde podemos sacar a las famosas Uber, Glovo o Deliveroo. Por último, puede haber también plataformas de microtareas en la nube, como los famosos controladores de vídeos de plataformas como Facebook. Pues bien, son aquellas a las que asociamos como Gig-Economy (tareas más o menos complejas y en lo local) a las que habitualmente ponemos el objetivo de nuestro mirador y de las que conocemos particularmente sus consecuencias económicas (conflicto Uber-Taxi) y laborales (riders).

Esta distinción es muy importante. Como veremos próximamente en esta columna, el trabajo en plataformas se ha expandido a través de una enorme variedad de posibilidades, muchas de ellas con naturaleza muy diferente y para las que los intentos de regulación deben ser más complejos y difíciles que regular a unos riders. Si bien en algunos casos la separación entre trabajo por cuenta ajena y propia es evidente, en particular en la llamada Gig-Economy, en las plataformas de tareas en la nube esta distinción ya no es solo más difícil, sino que incluso puede no ser la óptima para los propios "proveedores" del servicio.

La semana que viene hablaremos de una base de datos europea que arroja mucha luz sobre cómo y quién compone el mercado laboral de las plataformas.

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