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Opinión

Pedro Sancho quiere gobernar

Pedro Sancho quiere gobernar

Pedro Sánchez debió pensarlo mucho al volante de su Peugeot cuando recorría España con la intención, no de refundarla, sino de presidirla. Le gusta a Sánchez esta palabra, la deletrea, la estira y la pica en pedacitos para volver a armarla: pres-si-dente. Sin embargo, en ocasiones se le queda pequeña, por eso no quiere compartirla con nadie, ni siquiera con el Rey Felipe VI.

En el tiro de cámara de su vida en Moncloa sólo entran él y en ocasiones Begoña, pero no muchos más. Eso incluye al jefe del Estado, al que cada vez propina más codazos. Empezó con los protocolarios, intentado instalarse en el besamos del 12 de octubre de 2018. Pasó luego a los políticos, cuando mandó al rey a Cuba al día siguiente de la repetición electoral y su amago de llevarlo a Argentina para arreglar él solito las rondas de pactos y consultas.

Durante la cumbre forfait del cambio climático que Sánchez se agenció debido a la imposibilidad de Chile par poder llevarla a cabo, el socialista quiso hacer doblete. Jefe de Estado y de Gobierno. Acaparar él mismo los mejores propósitos para incluirlos en un nuevo CIS en el que los españoles aseguren que lo prefieren a él antes que a la monarquía. No es que sea antimonárquico. Es que lo quiere todo, porque se considera merecedor de todo cuanto huela a poder

En la segunda parte del QuijoteMiguel de Cervantes concedió a Sancho Panza el sueño -al fin realizado- de gobernar la isla que tuvo a bien prometerle Alonso Quijano al comienzo de la travesía. Adiestrado por el Hidalgo, quien dio a su escudero una serie de consejos sobre lo que un buen gobernante había de ser, Sancho partió a tomar posesión de su ínsula. Lo que debía de ser un gobierno se reveló como farsa, una burla urdida por los sirvientes del duque y los vecinos de Alcalá del Ebro, quienes desde un comienzo tuvieron la intención de convertir la intendencia de Sancho en un infierno; y ya se sabe que no hay peor en su tipo que los infiernos carnavalescos.

Pedro Sancho terminará reinado en su propia ínsula, su Barataria propia, aunque más a lo Fernando VII. Con una efe mayúscula, de felón. 

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