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Opinión

Despidan al propagandista del PP que siempre recurre a Maduro

Nicolás Maduro.

Nicolás Maduro es para la derecha española lo fue en su día Iván Drago para los propagandistas estadounidenses. Era el boxeador soviético de Rocky IV, una mole de alma gélida y cuerpo anabolizado que simbolizaba la dictadura comunista. Unos años después, los creadores de películas de acción sustituyeron a las bestias siberianas por barbudos con turbante que planeaban atentar contra las libertades de Occidente. Fueron sucesores de los vietnamitas, que eran capaces de destripar, trocear y envasar al vacío a los soldados enemigos sin torcer el gesto.

La derecha patria suele utilizar a Maduro como arma 'asustaviejas' porque es un personaje fácil de parodiar. Es el Joker del socialismo internacional, pues es payaso y, a la vez, despiadado. Un dictadorzuelo bananero al que sólo basta observar para convencerse de que jamás habría que dar cancha al 'enemigo', pues su estrategia es únicamente la destrucción y la búsqueda del enemigo interno y externo para justificarla.

Pero los defectos del bufón venezolano no deberían ser óbice para señalar que los intentos de la derecha española de trazar paralelismos entre la situación de España y la del país hispanoamericano provocan un gran sonrojo. Los propagandistas suelen rematar sus lienzos con brocha gorda y tienden a exagerar los defectos del enemigo. A veces, lo grosero resulta necesario para hacer caer en la cuenta a la población del esperpento en el que habita, pero recurrir de forma tan frecuente al chavismo para advertir sobre los dislates del Gobierno de Pedro Sánchez es un recurso demasiado fácil. Una estrategia que revela la ausencia de ideas o la falta de respeto hacia la inteligencia del ciudadano.

Una campaña penosa

Estrenaba este martes el Partido Popular una campaña contra el "ministerio de la verdad" que generaba auténtica vergüenza ajena. En uno de los vídeos, aparecía Maduro y alertaba de los riesgos que entrañan las redes sociales para el mantenimiento de su sistema populista. A continuación, se mostraba una imagen de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias; y se incidía en su apuesta por crear una célula gubernamental para controlar a los medios de comunicación.

La derecha nunca lo ha tenido más fácil para batir a su enemigo político, pues Pablo Iglesias es un confeso admirador de Maduro, lo cual le desacredita de inmediato, pues ningún político en su sano juicio defendería tal sistema. Ahora bien, el PP tendría que confrontar el agitprop socialista de Podemos con argumentos; y no con más agitprop. Los populares no deberían emular a personajes como Alvise Pérez -como ocurre con esta campaña-, pues implica convertirse en bufones para aplaudidores profesionales. Tampoco deberían hacerlo los medios conservadores, en los que se leen diariamente artículos que bien podrían ser publicados por el panfleto de Dina Bousselham. ¿Hay alguien cuerdo todavía por aquí?

El sentido de Estado también se demuestra en la calidad de los mensajes que se lanzan y en los temas que se priorizan. A buen seguro, Pablo Casado tendría más éxito si se centrara en la crítica al falso escudo social del Ejecutivo, que ni siquiera es capaz de garantizar el cobro de los ERTEs ni mucho menos de tramitar con agilidad el ingreso mínimo vital. Y no digamos de generar las condiciones de prosperidad necesarias como para poder sufragarlo a medio plazo.

La derecha ha asistido durante los últimos meses como espectadora impasible a la difusión de toneladas de propaganda gubernamental -reproducida por todos los medios- que han estado destinadas a culpar a los ciudadanos de la expansión del coronavirus. Se ha centrado el mensaje en la imprudencia, pero rara vez en las malas decisiones políticas. O en mentiras como las que llamaban a evitar el uso de mascarillas en marzo; o las que desaconsejaban los test de antígenos en noviembre.

Seriedad, por favor

Si el Partido Popular quiere volver a ser una alternativa de Gobierno, debería ver y señalar de una vez que los ciudadanos se sienten preocupados por las crisis sanitaria y económica; y, a la vez, han sido humillados con múltiples mensajes que les han culpado del empeoramiento de la situación. Lo peor es que una buena parte de la población todavía no es consciente de esto último... y en Génova 13 parece que tampoco, pues en lugar de esforzarse en explicárselo, optan por procesionarNicolás Maduro. Con un tema que, además, tiene un interés secundario.

Es evidente que cualquier intento de control gubernamental de la información es preocupante. Máxime si se tiene en cuenta que al mando de la nave se encuentra un megalómano, como Sánchez, y un radical como Iglesias. Ambos han demostrado en los últimos meses tics autoritarios que no conviene obviar.

Pero resulta patético que los partidos que deben denunciar estos fenómenos adopten el estilo de chirigotas carnavalescas en sus acciones de comunicación. Es evidente que obtienen su minuto de gloria y atención, pero nada más. Y los ciudadanos merecen otra cosa, mucho más seria, argumentada y consistente.

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