Opinión

No es la ocupación, son las horas de trabajo

Oficina de empleo

Nuestro país se ha caracterizado siempre por una intensa reacción del empleo durante los ciclos económicos. Así, durante una recesión, España suele ser la vergonzosa campeona en el ajuste de la ocupación. Por el contrario, durante las expansiones nadie crea tantos empleos entre la inmensa mayoría de nuestros socios europeos.

Nos caracterizamos, pues, por ser un país bipolar, con dos extremos, lo que desde luego no es bueno. En las recesiones vamos a pecho descubierto, sin protección, y eso se traduce en golpes duros, dolorosos. En las expansiones, todo es arcoíris, olvidando que el gigantismo de los datos tiene los pies de barro. Es esta, una más, de las características de un mercado de trabajo que no tenemos la valentía y el coraje de arreglar. Y es que, no cabe duda, una porción sustancial de esta bipolaridad se explica por la dualidad de nuestra modalidad de contratación: fijo-temporal.

Una de las razones que ayudan también a explicar, desde otra perspectiva, esta capacidad de sobrerreaccionar de nuestro mercado laboral es el modo de ajuste de las horas de trabajo en España. Lo que sabemos es que España siempre ha traducido su ajuste en horas totales trabajadas a despido del trabajador. A esto ayuda, en tercer lugar, una mayor variabilidad en horas motivada por una mayor rigidez en precios. Todo suma. La consecuencia final ha sido que, por cada punto de caída del PIB, España registraba importantes caídas porcentuales del empleo. Sin embargo, y desde que comenzara la recesión infligida por el covid-19, algo ha cambiado en nuestro país. Muy al contrario de lo sucedido en épocas pasadas, en esta ocasión la caída de ocupados ha sido proporcionalmente muy baja.

Este año, durante los tres trimestres transcurridos desde el Gran Golpe, la ocupación se ha contraído tan solo 0,2 puntos por cada punto de PIB

Para muestra, un botón. Resulta llamativo, en este caso, la comparación con la Gran Recesión, pues por cada punto porcentual que cayó el PIB durante los tres primeros trimestres de la crisis, la ocupación caía en 1,7 puntos. En 2020, durante los tres trimestres transcurridos desde el Gran Golpe, la ocupación se ha contraído tan solo 0,2 puntos por cada punto de PIB (casi una décima parte de entonces). Sin embargo, y a pesar de existir claras diferencias entre recesiones, las horas no han modificado tanto su relación, ya que, por cada punto de PIB, en 2008 las horas totales caían en 1,7 (justo igual que el empleo), mientras que en la recesión actual, lo hacen en una proporción de 1,1 (solo dos tercios de la de 2008). Es decir, es evidente que en esta ocasión, nuestro mercado de trabajo ha sido capaz de evitar buena parte de los despidos mediante un ajuste directo en las horas de trabajo antes que en ocupación.

A estas alturas todos sabemos que lo que ha obrado el supuesto milagro ha sido la “flexiseguridad” creada por los ERTE rediseñados para esta ocasión. Para ver hasta qué punto se ha logrado el cambio respecto a años anteriores, podemos mirar algunos datos. Así, muy en consonancia con las cifras mostradas en el párrafo anterior, la figura 1 muestra el diferente comportamiento de la ocupación y las horas en la recesión actual comparada con la anterior. Podemos decir que una parte sustancial del ajuste de las horas no parece corresponderse a un ajuste en el empleo similar. Este desacople entre ambas no fue tan pronunciado en la crisis de 2008, lo que nos viene a indicar que entonces, gran parte del ajuste se hizo vía despidos.

La figura 2 muestra esta idea desde una nueva perspectiva. En ambas figuras se observa la correlación entre el crecimiento del PIB y el crecimiento del empleo y las horas. La relación es positiva, lo que viene a contarnos la tan famosa relación de Okun. Entre 2008 y 2019, una contracción del PIB de un uno por ciento implicaba una caída del empleo del 1,4%. Desde inicios de año, por cada caída del PIB de un uno por ciento, el empleo lo hace en un 0,4%. En cuanto a las horas, igualmente una caída del PIB del uno por ciento reducía las horas en 1,7%. Ahora, por cada caída de un uno por ciento, tenemos una contracción en horas de 1,4%. Aun con cambios, es más que evidente la mayor transformación en la relación con el empleo que con las horas. No ha habido por lo tanto una transformación en cuanto a la relación producción-horas necesarias, sino producción-empleo. Las horas parecen reaccionar casi del mismo modo, quizás algo menos, lo que no es malo. Pero obviamente, gracias a los ERTE, el empleo se ha desacoplado de la producción. Es por ello que el indicador laboral correcto para seguir el ajuste del mercado de trabajo a los envites de la crisis no debe ser la ocupación, sino las horas.

Esto se puede ver mejor en la figura 3. En ella se descompone la caída en las horas trabajadas totales entre el IIIT de 2008 y el IIIT de 2009 frente a las observadas entre el IVT de 2019 y el IIIT de 2020. En el primer caso, las horas cayeron un 7,3%, de las cuales, 7,1% fue motivada por despidos. En 2020, las horas cayeron un -14,7%, de las cuales solo 3,9% lo fueron por despidos. El cambio es muy significativo. Para visualizar este cambio, no hay nada mejor que ver la evolución a largo plazo de las horas trabajadas. La figura 4 muestra dicha evolución desde 2008 hasta la actualidad. Pueden comprobar, de nuevo, el fortísimo ajuste que, sin embargo, no ha tenido traducción en el empleo.

Por último, nos podemos hacer la pregunta de cuánto explican los ERTE en la caída de las horas que, por lo tanto, ha cortocircuitado su traducción en desempleo. Para ello, la figura 5 es muy sugerente. En la primera columna de la figura se suma la caída en las horas medidas entre el IV trimestre de 2019 y el II trimestre de 2020 como consecuencia de la reducción de las horas medias semanales por trabajador en dos modalidades de contrato, a tiempo completo y parcial (en realidad hay un tercero, trabajador en ERTE, pero este tiene horas igual a cero e influye vía menor peso del resto de trabajadores sobre el conjunto de la ocupación).

Lo que dice esta columna es que, de las cinco horas y media a la semana que hemos trabajado de menos y de media los españoles en el IIT de 2020 comparado con el IV T de 2019, solo media hora se explica por el ajuste en horas de los trabajadores que no han dejado de trabajar. Es decir, ajustes en la jornada laboral. Por lo tanto, podríamos decir que resulta hasta cierto punto engañoso decir que se ha elevado la flexibilidad del mercado de trabajo. Y es que el resto de la caída, la columna de la derecha, señala que la reducción en las cinco horas restantes ha sido motivada por el paso a ERTE de más de tres millones de trabajadores, en su mayor parte trabajadores a tiempo completo.

Un recesión especial

Por lo tanto, resumiendo y, en primer lugar, no ha habido un ajuste en empleo como en otras ocasiones, aunque sí en horas. En segundo lugar, este ajuste en horas ha sido muy intenso, aunque podemos congratularnos que algo menos que en la crisis anterior para una caída del PIB dado. En tercer lugar, las empresas no parecen haber ajustado sus jornadas y simplemente se han limitado a desviar ocupación a ERTEs por la totalidad de las horas semanales trabajadas. Hay más flexibilidad, pero no del modo como nos gustaría. No obstante, también podemos afirmar que esta recesión es especial, y que nos debe servir para aprender cuáles deben ser los mejores mecanismos para afrontar la siguiente.

Esto nos lleva a una última reflexión. Para ir aproximando la evolución del PIB con indicadores laborales, en esta crisis no es tan acertado usar datos de empleo o afiliados, ya que estos, como se ve, han perdido su “conexión” con la producción gracias a los ERTE. El mejor indicador serían las horas trabajadas. El dato de la EPA de finales de enero nos dará, pues, la referencia del crecimiento del PIB del IV trimestre. Sí podemos ver, no obstante, para tener alguna referencia a estas alturas del trimestre, una posible evolución de estas.

Esto es lo que se hace en la figura 6. Con toda la precaución necesaria, se ve que las horas trabajadas tienen un perfil muy aproximado al de los datos de movilidad al empleo de Google. Obviamente, usar estos datos de movilidad como referencia es aventurado, más si cabe porque a medida que avanzan los meses las casuísticas se multiplican y la relación se vicia. Pero si atendemos a la figura, de momento, podemos sugerir que los datos no parecen tan negativos como podríamos esperar o como algunas predicciones aventuran. Insisto, esto no quiere decir nada más allá que un mero ejercicio de aproximación, por lo que hay que tener en cuenta que solo con estos datos sea posible hacer un análisis de inferencia válido. No obstante, dicho eso, podemos decir que los datos de momento no parecen validar un importante ajuste en las horas trabajas para el IVT, y por ello del PIB. Sin embargo, otros indicadores no son tan positivos y esto nos obliga a ser precavidos con esta observación. Así pues, veremos.