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Opinión

Neopuritanismo de izquierdas

Toda legislación antivicio está condenada al fracaso de antemano

Manifestación feminista

En el cuadragésimo congreso del PSOE celebrado en Valencia a mediados del mes pasado Pedro Sánchez, se comprometió a prohibir la prostitución. Vino a decir que la prohibirá en el futuro porque la prostitución esclaviza a las mujeres. La noticia llamó mucho la atención por el componente moralista que incorpora esa prohibición. En España prostituirse es legal, cualquier persona mayor de edad puede ofrecer servicios sexuales y cobrar por ello. Lo que es ilegal es el proxenetismo, es decir, explotar a terceros en este negocio. Por lo demás, no existe ninguna ley ni regulación al efecto. Lo más que se acerca a esto es el capítulo V del código penal, que está dedicado a los delitos relativos a la prostitución, la explotación sexual y la corrupción de menores. En el artículo 187 dice lo siguiente:

“El que, empleando violencia, intimidación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima, determine a una persona mayor de edad a ejercer o a mantenerse en la prostitución, será castigado con las penas de prisión de dos a cinco años y multa de doce a veinticuatro meses”

Como vemos, ahí queda prohibido de forma explícita el proxenetismo. En el artículo 188 el legislador hila más fino y, de cara a evitar la prostitución en menores, dice:

“El que induzca, promueva, favorezca o facilite la prostitución de un menor de edad o una persona con discapacidad necesitada de especial protección, o se lucre con ello, o explote de algún otro modo a un menor o a una persona con discapacidad para estos fines, será castigado con las penas de prisión de dos a cinco años y multa de doce a veinticuatro meses”

Resumiendo, cualquiera puede prostituirse libremente, pero sólo si es mayor de edad y ejerce el oficio en régimen de autónomo.

Hechas las salvedades de los menores de edad y del proxenetismo, con los que nadie está de acuerdo, la prostitución en España goza de amplia tolerancia social. No se considera una profesión deseable, pero se asume que es inevitable. Si hay demanda habrá oferta y si hay oferta no tardará en aparecer la demanda así que la labor del legislador es fijar una serie de límites, que es lo que se hizo en la reforma del código penal de 1995.

Drogas y alcohol

La española es una de las sociedades más abiertas y transigentes del mundo. Cualquiera que conozca el país lo sabe de primera mano. Fue uno de los primeros países en legalizar el matrimonio entre homosexuales y, más allá de la prohibición del tráfico de drogas, algo común en cualquier sitio, los pecados relacionados con la gula y la lujuria son, sino bien vistos, si al menos tolerados por la sociedad. En nuestro país las parejas se besan por la calle, los homosexuales pueden ir de la mano sin que nadie se escandalice y a nadie se le echa en cara que tome unos vinos o unas cervezas. En España no se bebe a solas ni nos escondemos para exteriorizar el cariño.

Podríamos aquí caer en la burda trampa de los abolicionistas de la prostitución diciendo que todos los que se han molestado es porque son clientes asiduos de prostitutas, pero nos equivocaríamos

Quizá por eso mismo, por la proverbial tolerancia española que ha convertido al país en la meca de los libertinos de medio mundo, la promesa de Sánchez de prohibir la prostitución ha molestado a muchos, tanto dentro de España como en el extranjero. Podríamos aquí caer en la burda trampa de los abolicionistas de la prostitución diciendo que todos los que se han molestado es porque son clientes asiduos de prostitutas, pero nos equivocaríamos. Cuando hace cien años en EEUU aprobaron la ley seca los partidarios de la misma acusaban a quienes se oponían de ser unos borrachines y no, no lo eran, muchos no habían probado el whisky en su vida. Se puede estar a favor de que se beba alcohol sin necesidad de consumirlo habitualmente, de la misma manera que se puede tolerar la prostitución sin haberse jamás valido de ella siempre y cuando sea voluntaria y entre mayores de edad.

Así es como ve la prostitución la mayor parte de la sociedad española, como un asunto privado entre dos adultos que se negocia también en privado y se consuma en la intimidad. El problema es que no siempre es un asunto tan privado. Todos los años la policía desmonta alguna mafia de proxenetas y tratantes de personas que explotan a mujeres en prostíbulos clandestinos. Por lo general suelen ser inmigrantes que, desasistidas de una red social de apoyo y a veces con problemas de adicciones, caen en manos de bandas criminales. Pero eso es ilegal y la policía hace bien en perseguirlo, apresar a sus responsables y ponerlos delante de un juez.

Eso es legal porque el empresario ni induce ni se beneficia del comercio carnal, simplemente alquila una habitación. Su negocio consiste en suministrar alojamiento por horas

Los abolicionistas también se quejan de que, a pesar de que el proxenetismo está prohibido, algunos empresarios se valen de subterfugios como montar hoteles de citas en los que alquilan las habitaciones a trabajadoras sexuales. Eso es legal porque el empresario ni induce ni se beneficia del comercio carnal, simplemente alquila una habitación. Su negocio consiste en suministrar alojamiento por horas. Esto podría tratar de prohibirse, pero no es tan fácil porque es difícilmente justificable una ley que impida que dos personas contraten una habitación por un par de horas. Lo que suceda en su interior es asunto enteramente suyo y para saber lo que ocurre al otro lado de la puerta habría que colocar a un agente de policía o instalar un sistema de videovigilancia. Esto entraría en conflicto con el derecho al honor y la intimidad, que no figuran en el código penal, sino en la Constitución española, en el artículo 18 exactamente.

De manera que nos encontramos ante un problema que afecta directamente a la intimidad y a lo que podemos hacer con nuestro propio cuerpo. Es un debate interesante porque, de sacar adelante la prohibición, nos encontraríamos con que el Estado permite que vendamos ocho horas diarias de nuestro tiempo para cavar zanjas o levantar cajas en un almacén, trabajos ambos con un gran componente físico, pero no podamos vender treinta minutos ocasionales de relaciones íntimas. Incluso esto último, las relaciones íntimas, es algo plagado de matices. No es lo mismo un masaje erótico con velas y música relajante que una sesión de sadomasoquismo con fustas, esposas y cera derretida. Habría que preguntarse qué es lo que Pedro Sánchez y el resto de abolicionistas entienden por prostitución. ¿Se prostituye, por ejemplo, una bailarina de striptease, una actriz pornográfica o alguien que tenga una cuenta en Onlyfans?

Hace un par de años, Sánchez ya lo propuso apoyando un manifiesto feminista de su partido en el que se identificaba prostitución con violencia contra las mujeres

Este mismo es el debate que los socialistas se han hurtado a sí mismos aclamando de manera un tanto acrítica la decisión de Sánchez en el congreso de prohibir la prostitución cuanto antes. La cuestión es que, a pesar del alboroto que se originó aquel día, no es la primera vez que Sánchez toma la misma vereda. Hace un par de años ya lo propuso apoyando un manifiesto feminista de su partido en el que se identificaba prostitución con violencia contra las mujeres provocada por la así llamada feminización de la pobreza.

Cuando la prostitución es consentida no implica violencia y, si así sucediese, sería punible. La prostitución, además, no es un trabajo que realicen sólo las mujeres. Hay también hombres que se dedican a ello, luego vincular este oficio en exclusiva a las mujeres es contar sólo una parte de la historia. Respecto a eso de la feminización de la pobreza habría que ponerlo en cuarentena a la luz de los datos que nos da el INE. En España el porcentaje de personas con carencia material severa ronda el 5% de la población sin distinción entre ambos sexos. Respecto a las personas sin hogar, que es el indicador máximo de pobreza, el 80% de las mismas son hombres, de lo cual se deduce que la pobreza extrema está muy masculinizada. Esto son cuentas, no cuentos.

Exceptuando a unos pocos afortunados, todos trabajamos por necesidad en cometidos que no necesariamente nos gustan ni nos realizan plenamente

Evidentemente hay mujeres y hombres que se prostituyen por necesidad, pero es que, exceptuando a unos pocos afortunados, todos trabajamos por necesidad en cometidos que no necesariamente nos gustan ni nos realizan plenamente. ¿Van a prohibir también esos empleos? Evidentemente no porque la economía quedaría paralizada en el acto: Luego nos encontramos ante simple puritanismo y mojigatería, cualidades ambas que pensábamos que pertenecían a la derecha clerical, pero que hoy habitan en la extrema izquierda.

El problema radica en cómo plasmar esa moralina en un texto legal. Sánchez no ha especificado en qué se va a traducir la prohibición. Tampoco sabemos qué enmiendas y modificaciones le harán en el Congreso al tramitar la ley. Enmarcar la prohibición como una batalla por los derechos humanos podría proteger a Sánchez de ataques por ser puritano, pero es poco probable que obtenga el apoyo de buena parte de su electorado, que prefiere regular a prohibir tal y como se hizo en Alemania hace veinte años con la “Prostitutionsgesetz” (Ley de la prostitución). Pero ese no será el camino. Podríamos terminar quedándonos con el modelo nórdico, el llamado neo abolicionista, que impera en Suecia, Noruega y Francia. Allí es legal ofrecer servicios sexuales, pero ilegal comprarlos. La intención es acabar con la demanda de prostitución penalizando a quienes pagan por sexo en lugar de hacerlo a quienes cobran por él.

¿Significa esto que se va a acabar con la prostitución por este método? No, ni en Suecia ni en ninguno de los otros abanderados del modelo nórdico ha desaparecido la prostitución. Simplemente se ha sumergido y lo que antes se hacía con amparo legal ahora se hace de manera clandestina con mafias de por medio. Toda legislación antivicio está condenada al fracaso de antemano. Con los bajos instintos hemos de convivir limando sus expresiones más indeseables, pero no podemos acabar con ellos porque forman parte de nuestra naturaleza.

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