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Opinión

Lo que Pedro Sánchez puede aprender de Mercadona

A España le sobra lo que le falta a la empresa de Juan Roig: deudas. La clave está en un tipo de liderazgo que siempre ha escaseado en el Palacio de La Moncloa

Mercadona Juan Roig
El presidente de Mercadona, Juan Roig. EP

Quede claro desde el inicio que Pedro Sánchez lidera un Gobierno y Juan Roig una empresa privada. Hay un gran trecho entre lo que se decide en Moncloa y la estrategia que marca el consejo de administración de Mercadona. Pero el político y el empresario son líderes, cuyas decisiones influyen, en mayor o menor medida, en el día a día de la gente: de empleados, clientes y proveedores en el caso de Roig; de toda la ciudadanía, en el de Sánchez. Es ese punto en común el que permite establecer una comparación sobre dos tipos de liderazgo.

Juan Roig -millonario por méritos propios, no de nacimiento- logró convertir un negocio familiar de ultramarinos en la empresa con la mayor plantilla de España (96.000 personas). Con el paso de las décadas, Mercadona ha ido más, mientras España daba bandazos en lo económico, comandada por políticos que no se atreven a hacer reformas valientes para modernizar la estructura productiva.

Se pueden trazar múltiples paralelismos, pero hay algunos muy evidentes. De entrada, al Estado le sobra lo que le falta a Mercadona: deudas. La fórmula de negocio desarrollada por Roig se estudia en las escuelas de negocios, entre otros motivos, por su capacidad para que las ventas y la plantilla crezcan exponencialmente sin apenas endeudarse.

Mercadona cuenta con un volumen de tesorería ingente y recurre lo justo a la financiación externa. En 2021, en plena pandemia, con la inflación escalando posiciones, batió otro récord de facturación (27.819 millones) y contrató a 1.000 personas más.

Las cifras no son producto de una carambola o un milagro, sino de la contención radical del gasto y la obsesión por la productividad, dos mantras que forman parte de esa religión que Roig lleva predicando desde siempre entre sus directivos. En el fondo, es lo mismo que llevan años reclamando, con poco éxito, nuestros socios de la Eurozona: reducción del gasto público y reformas que permitan equilibrar vía ingresos las cuentas del Estado. A juzgar por lo ocurrido, si España fuera una empresa cotizada, sus acciones estarían de capa caída.

Nuestro país está al frente de la UE en términos de déficit (7,3%, sólo superada por Malta) y en el grupo de cabeza por volumen de deuda (121,8%, la cuarta de 27). Los dos indicadores son el resultado de la dejadez de ese alumno que no acostumbra a hacer los deberes, de la gestión cortoplacista de mandatarios manirrotos que no aprovecharon los años de bonanza para forjar un escudo contra las crisis futuras.

Con los deberes bien resueltos, los españoles estarían hoy sufriendo la escalada de los precios, pero con una intensidad similiar a la de otros vecinos europeos. Por el contrario, España acabará el año con la inflación más elevada de las grandes economías del euro. Lo calculan los economistas CaixaBank Research y lo hemos contado en Vozpópuli.

Al Estado le sobra lo que le falta a Mercadona: deudas. Si España fuera una empresa cotizada, sus acciones estarían de capa caída

En la última presentación de los resultados anuales, Juan Roig se atrevió a decir que "los salarios no tienen por qué ser inflacionistas". De hecho, Mercadona revalorizó un 6,5% las nóminas de su plantilla en 2021. Rehuyó dar consejos a patronales y sindicatos sobre cómo deben negociar los futuros convenios. Sin embargo, insistió en una máxima: "La clave es mejorar la productividad, cada uno en su casa sabrá lo que tiene que hacer". Sánchez y sus ministros podrían tomar nota.

Ese indicador -la productividad- siempre ha sido el eterno talón de Aquiles del empresariado español, obligado a abrirse paso en mercados tan poco competitivos como el energético, a pelear con Gobiernos que ponen demasiados palos en las ruedas con su burocracia e impiden mirar el horizonte con luces largas, por las vueltas de tuerca que sufren las reformas que deberían ser intocables.

Esos mismos empresarios -los grandes y, sobre todo, los pequeños, que son los que abundan en este país-, siguen enfrentándose a políticos que siguen visualizándoles como señores que fuman puros. "Yo estoy orgulloso de ser empresario. Somos los que creamos la riqueza en este país", comenta Roig. "Y también estoy orgulloso de pagar impuestos".

El dueño de Mercadona no cree en las subvenciones. "Los fondos NextGeneration están muy bien, pero nosotros no los vamos a pedir", comentaba este mismo martes. Y es un enemigo declarado de la burocracia: "No podemos estar haciendo papeles y pidiendo permisos todo el día". Tampoco cree en las cuotas para reducir la brecha laboral entre hombres y mujeres. "En Mercadona, los que valen están arriba", asegura Roig siempre que alguien le interroga sobre este debate. Tras las reflexión, suele aportar cifras. En 2021, el 45% de los puestos directivos estaban en manos femeninas y hay un 61% de mujeres en la plantilla total.

La 'reforma laboral' de Mercadona

Los avances en materia laboral forjan el mejor espejo en el que puede mirarse el Gobierno de Sánchez, aunque el reflejo proyecte una imagen lamentable. La visión que devolvería el mismo espejo a Mariano Rajoy o José Luis Rodríguez Zapatero no sería mucho más agradable.

La totalidad de los trabajadores de Mercadona tiene un contrato indefinido. El sueldo de entrada en la empresa asciende a 1.425 euros al mes, un 42,5% por encima del salario mínimo interprofesional. La empresa ha logrado ese hito, único en el mercado de trabajo español, gracias a un elevadísimo nivel de exigencia a la plantilla de base y a la cúpula directiva, unido al consabido ajuste del gasto y a la ausencia de decisiones alocadas de inversión. "Zapatero a tus zapatos", suele decir Roig cuando se le pregunta por las posibilidades de diversificación de Mercadona.

Roig proyecta una imagen de tipo normal, alejada de ese Pedro Sánchez que mira el horizonte con gafas de aviador por la ventanilla del Falcon

El empresario, a quien algunos valencianos podrán verle comer estos días paella en plato de plástico en las Fallas -lo recuerda un directivo que le conoce-, se pasa buena parte de año viajando por España en furgoneta, pisando la calle, negociando -y apretando- a los proveedores. Por creencia o porque le conviene, Roig proyecta una imagen de tipo normal, alejada de ese Pedro Sánchez que mira el horizonte con gafas de aviador por la ventanilla del Falcon.

Lo que Pedro Sánchez puede aprender de Mercadona
Pedro Sánchez, a bordo del avión oficial.

Hablamos del presidente del Gobierno que presume de las cifras grandes de empleo, pero no muestra la letra pequeña. Está fuera de duda que el mercado de trabajo se está recuperando (España creó 840.000 puestos en 2021). Pero la precariedad sigue arraigada como un quiste al mercado, regido ahora por una reforma laboral que blanquea como empleo indefinido contratos temporales de toda la vida. Dos botones de muestra: los contratos fijos discontinuos han crecido un 195% y sólo ocho de cada cien contratos son fijos y a jornada completa. O sea, empleos de 'pata negra'.

Esa reforma laboral 'coja' vuelve a ser el resultado de la incapacidad de PSOE y PP para poner baldosas nuevas para el desarrollo de este país. Y de las puñaladas internas de una coalición de Gobierno donde se mira mucho por el interés propio y lo justo por el de los españoles.

Juan Roig comparece sólo una vez ante la prensa cada año. Y lo primero que hace es presentar uno por uno, como si de una banda de rock se tratara, a los miembros de su círculo directivo. A todos les da su momento de protagonismo, en un intento de transmitir cohesión hacia fuera y, sobre todo, de puertas adentro. Para que no decaiga la productividad.

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