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Opinión

Matonismo separatista

Rufián se niega a responder a periodistas constitucionalistas. En Cataluña, directamente te quitan la acreditación

Matonismo separatista
El portavoz parlamentario de la ERC, Gabriel Rufián. Europa Press

¿Recuerdan el caso de Xavier Rius, al que se le retiró su acreditación para asistir a las ruedas de prensa por resultarle molesto al grupo de malavenidos que dicen gobernar Cataluña? Un ejercicio de despotismo, de chulería, por parte de la secta lazi. Uno más, diría. En Madrid, asimismo, Rufián – jamás tuvo persona apellido tan definitorio – se niega a responder a Javier Negre, de Estado de Alarma TV, o las de un compañero de 7NN, Josué Cárdenas, aludiendo que ERC no participa en burbujas mediáticas de extrema derecha. Di que sí, supermán, a vosotros lo que os gusta es ser socios de un partido de ultra-ultra extrema derecha, xenófobo y sectario como Junts y haceros selfies con el apóstol etarra Otegui.

Ni punto de comparación con atender a periodistas acreditados como Negre o Josué, faltaría más. ¡Qué se habrá pensado esta prensa españolaza, pervertida, canallesca y de baja estofa! ¿Dónde se ha visto que un político pagado por todos, que básicamente se dedica a fomentar la vulneración del ordenamiento jurídico, deba responder a esa gallofa?

Rufián ha aprendido muy bien eso que practicó el pujolismo durante décadas, el famoso això no toca, ahora no toca. Pujol se hacía las entrevistas, se las preguntaba y se las respondía, se ponía el titular e incluso enviaba la foto pertinente al medio en cuestión. Ni que decir tiene que en ruedas de prensa todo estaba atado y bien atado. De entrada, porque los elegidos eran precisamente eso, elegidos, y ahí no se colaba nadie que no fuese adicto al régimen. Y segundo, más triste, porque si de algo ha carecido el periodismo en mi tierra – y, como se ve, en el resto de España – es de tenerlos bien puestos para cuando pasa algo así, levantarse y dejar al aprendiz de César más solo que el chico de la cabra. Si quienes nos dedicamos a castigar la cuartilla fuésemos más personas, de ahora en adelante todos los periodistas deberían preguntarle a Rufián lo mismo que Negre o José. Y en Cataluña, lo mismo, todos deberían preguntarle a la tartavoz cuando le van a devolver su credencial a Rius.

Ese matonismo de perdonavidas barato no es ni inocente ni una boutade. Implica una manera de ver la vida muy peligrosa, totalitaria, agresiva. Leíamos el otro día el caso de un repartidor que tuvo un problema con un cliente en Palafrugell. El que iba a recibir el paquete expresándose en catalán, el repartidor en español. Hasta aquí, normal. Siempre repito que el bilingüismo es total y absoluto en mi tierra. Pero cuando toca dar el DNI, el repartidor le pide que se lo diga en la lengua común porque no acaba de entenderlo y ese dato es básico en una entrega. El individuo, parapetado tras una puerta, se niega a hacerlo y se pone hecho un basilisco, ante lo cual el trabajador da media vuelta y se va.

Matonismo

¡Me han robado mi paquete en las narices!, dice el sujeto; ¡Mi padre no tiene por qué entender a este maleducado!, dice su hijo. Ambos coinciden en que el repartidor es un racista, un catalanófobo, un delincuente que viola el derecho constitucional que tiene el padre a ejercer su derecho a hablar en catalán, añadiendo que el pobre trabajador es un agresor y un violador de derechos. A ver, supermanes, que por decir un guarismo en castellano no va a tambalearse el edificio de plastilina que ustedes han construido. Lo que pasa es que les afecta el mismo mal que a Rufián o a la tartavoz de la vulgaridad de Cataluña: no soportan nada que no sea lo suyo, lo que ustedes consideran suyo, lo que han aprobado como bueno, correcto y seráfico.

Es ese matonismo, el mismo, que supura por los poros de su piel a toda esta panda de orates, el creerse con derecho a separar a estos de los otros, el de ser árbitros de lo que se puede o no se puede hacer en función de sus intereses y de situarse siempre en un pedestal inalcanzable al resto de sus congéneres. Y a esta actitud, señores, se le llama fascismo, aquí y en la China popular, que dijo Carod. O es eso, o es que de pequeñitos no les abrazaron lo suficiente.

No encuentro mejor explicación a tanta soberbia ante el obrero, ante quien trabaja, ante quien se relaciona con ustedes porque su pan depende de eso. A ver si muestran esa chulería con la señora Botín, que ya sería hora.

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