Opinión

La mona de la independencia

Aragonès se reunirá en Cerdeña con Puigdemont tras su arresto en Alguer
Imagen de una reunión del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, con el expresidente Carles Puigdemont. Europa Press

Un mes y dos semanas quedan para las elecciones del 12M tras acabar el descanso de hoy con la mona de Pascua que pone el punto final a la Semana Santa en Cataluña. Quizás sea la última mona que Puigdemont se come en Waterloo y Aragonés como presidente de la Generalitat. Lo único cierto que tenemos encima de la mesa es que todos los candidatos están ya preparados para la carrera. También que Puigdemont no volverá a hacer presidente a Aragonés y que, si no gobierna y no suman los constitucionalistas, este 12-M acabará el 13-M en un volver a empezar. En una vuelta a los comicios.

Puigdemont ya nos ha dicho que tiene trabajo pendiente que no pudo acabar en el 2017. Junqueras, que también está preparado para volver a la cárcel. Los independentistas, que siempre han ido de la mano, están más separados que nunca y lo único que les une es el proclamar, tanto Junts como ERC, que 'la amnistía es solo el punto de partida'. Vamos a por el referéndum. Si Illa no es presidente, o no consigue los apoyos necesarios para gobernar, nos vamos a repetición electoral sí o sí. A no ser, naturalmente, que, pese a que las encuestas no lo dicen, Carles Puigdemont arrase. Tendrá que meditar el PP de Alejandro Fernández si da apoyo al PSC o constituye un bloque con Vox.

Mientras degustamos la mona y las últimas horas de un reposo un poco ficticio, hay un dato que deben tener muy en cuenta quienes se dedican a la política. Todos ellos habrán podido hoy degustar o regalar la mona, o ir a un restaurante con la familia, o comer un menú especial en casa mientras tenemos en España un dato lamentable y que es preciso revertir. Hay 850.000 niños en nuestro país con beca comedor que los domingos o festivos carecen de una comida digna porque en sus casas no se la pueden proporcionar. La alerta la lanzaba la ONG Educo al comienzo de esta Semana Santa que hoy termina con el obsequio de padrinos y abuelos de la mona a sus ahijados o nietos.

Mientras los menús de los comedores escolares salen a un mínimo de siete u ocho euros por niño, en el Congreso de los Diputados pueden disfrutar de un excelente menú a seis euros, torrijas incluidas

La noticia del hambre infantil apenas ocupó dos minutos de los informativos del lunes pasado, dos minutos a mediodía y dos en el telediario de la noche, porque no da para tanto como la independencia. No creo que a nadie le agrade este panorama, que tengamos tal cifra de niños pobres en Españacuarta economía Europa. Niños que, sin una alimentación como corresponde, ni van a tener buena salud ni se van a poder desarrollar intelectualmente como corresponde. Comer, comemos todos los días, más o menos bien, como estamos comprobando. Pero mientras los menús de los comedores escolares salen a un mínimo de siete u ocho euros por niño, en el Congreso de los Diputados pueden disfrutar de un excelente menú a seis euros, torrijas incluidas. Esto es lo que hay y muchos no quieren ni verlo ni saberlo.

Pisen más la calle, sus señorías, no sólo para hacer campaña. Vengan al mundo real, al mundo de las listas de espera en sanidad; de intervenciones quirúrgicas necesarias que tardan más de medio año en programarse; de una atención a la salud mental de risa, saturada, inexistente; de trenes de cercanías que no funcionan; de escuelas con un nivel pésimo según el último informe PISA. Con una sociedad que se levanta con cafeína y se duerme con ansiolíticos, según nos comentaba hace unos días la ministra de sanidad, Mónica García. Insostenible. Quizás cuando seamos independientes seamos mejor, como algunos predican, pero hasta que tal cosa no suceda, sin saltarnos las leyes, obviamente, deberíamos hacer que esta sociedad en la que vivimos sea algo mejor. Empezando por la atención a los niños. Situar la independencia como prioridad parece más un fracaso que un éxito social. ¿O la gente no importa?