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Opinión

¿Quiénes somos nosotros?

Hemos bautizado a los niños marroquíes con el apodo de menas como si fueran componentes de una banda de criminales que vienen a asaltar nuestro país

¿Quiénes somos nosotros?
Dos niños marroquíes sobre un muro en la nave de primera acogida del polígono del Tarajal. Europa Press

Usted que está empezando a leerme, piense lo siguiente: su nieta, su hijo, su mujer, su padre o su madre, su hermano han nacido en el África subsahariana. No tuvieron la suerte que tuvo usted y que tuve yo que nacimos en un país como España o como Francia o como Alemania. No hicimos nada para tener esa suerte. Ellos tampoco hicieron nada para tener esa desgracia. A usted y a mí nos criaron nuestros padres. Para no enfermar -o si lo hacíamos- contábamos con un excelente sistema sanitario. Hemos contado con médicos que nos curaron cuando lo necesitamos. Pudimos iniciar nuestro desarrollo intelectual acudiendo a magníficos centros educativos donde nos encontramos con profesores y maestros que nos enseñaron y nos prepararon para poder enfrentarnos a los retos y desafíos de la sociedad. Ellos, que nacieron en esa África subsahariana, no tuvieron esas oportunidades educativas, sanitarias, profesionales y personales. Su único delito fue haber nacido en el lugar equivocado. Nacieron más al sur que nosotros. Como hemos visto en estos días, si muchos de los que se tiraron al agua para llegar a nuestro país hubieran nacido un metro más acá, hubieran gozado de todos los derechos de los que disponemos usted y yo. Solo un metro es la distancia que separa la democracia del autoritarismo, los derechos humanos de la falta de oportunidades, la guerra de la paz.

No sé qué corazón hay que tener para pensar que un joven de 16 años quiere entrar en nuestro país para asaltarnos cuando el arma que trae en su mochila son las notas escolares

Ni usted ni yo hicimos nada para tener más derechos que ellos. Solo nacimos un metro más acá. A mí me da vergüenza escuchar a algunos políticos hablar de los que nacieron un metro más allá en el tono ofensivo en el que se expresan. No sé qué corazón hay que tener para pensar que un joven de 16 años quiere entrar en nuestro país para asaltarnos cuando el arma que trae en su mochila son las notas escolares para poder seguir estudiando en este país que se declara como un Estado social y democrático y de derecho; democracia y derechos que se les niega a esos niños que se tiraron al mar para ganarse esta tierra.

 Hoy nos parece aberrante que en el siglo V antes de Cristo, los griegos inventores de la democracia, de las matemáticas y de la filosofía, defendieran la esclavitud.  Dentro de cien años, se pensará en lo indigno que supondrá que los inventores de Internet, de la física cuántica, los que llegaron a la Luna y a Marte, no se avergonzaran de dejar morir a miles de personas que trataban de escapar de la miseria, las guerras y el absolutismo para llegar a la vieja Europa a buscar una vida mejor para ellos y para sus hijos.

Más de 50 millones de turistas vengan a nuestro país a disfrutar de nuestro sol y de nuestras playas. Esa invasión, que estamos deseando que se produzca, no altera nuestro sistema de vida

Un país como el que disfrutamos usted y yo se vuelve loco pidiendo que la pandemia pase lo más pronto posible para que más de 50 millones de turistas vengan a nuestro país a disfrutar de nuestro sol y de nuestras playas. Esa invasión, que estamos deseando que se produzca, no altera nuestro sistema de vida. Esa invasión no conoce fronteras. Nadie pide que se les prohíba la entrada o que se les devuelva a sus países de origen. Esa invasión que deja euros no asusta. Nos asustan los niños que vienen con lo puesto; que quieren estudiar aquí y por eso vienen con sus cuadernos de notas. Los hemos bautizado con el apodo de menas como si fueran componentes de una banda de criminales que vienen a asaltar nuestro país. Es de alabar el trabajo que hacen las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los soldados que el gobierno español ha enviado a Ceuta para defender nuestra frontera.  

Racismo y xenofobia

¿Quiénes son esos que, siendo menores de edad, se tiran al mar en pateras o nadando y arriesgan su vida para vivir entre nosotros? Más que preguntar quiénes son ellos, habrá que preguntarse ¿quiénes son esos de nosotros que tienen tan mal corazón y tan pocos escrúpulos amenazando con no apoyar al gobierno de Andalucía si acoge a niños muertos de hambre y de frío? Quien prefiera el sillón de gobernante a la compasión de seres inocentes no merece ni el sillón ni el voto.  ¿Dónde está la iniciativa de los partidos democráticos para evitar ese racismo, esa xenofobia? ¿Qué nos pasa para que nada se revuelva en nuestros corazones cuando vemos a esos niños llegar a nuestras costas envueltos en mantas y tiritando de frio? ¿Qué nos pasa? Por qué no pensamos que esos inmigrantes son exactamente iguales a los inmigrantes españoles que por millones marchaban con lo puesto a otros países, sin conocer idiomas diferentes al suyo, con otras culturas, con otras costumbres. 

Cuando algunos preguntan ¿quiénes son ellos? La respuesta debería ser ¿y quiénes somos nosotros? ¿Somos los europeos que durante varias generaciones hemos dicho que los derechos humanos son universales? Si lo somos, apliquémonos el cuento. ¿Somos los europeos que defienden los valores democráticos? Si defendemos la democracia, bienvenido a todo aquel que quiera vivir en democracia, o ¿la democracia es sólo para nosotros y dictadura para los otros?

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