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Opinión

Infinito es el número de los tontos

Simbolos masones en un templo.

Me llama un viejo amigo, compañero en algunas no menos viejas empresas (todas desdichadas, como dice el epitafio de José II de Austria) y después de interesarse por lo que queda de mi salud, me pregunta así, de sopetón, cuál es la relación entre la Antroposofía de Rudolf Steiner y la Masonería. Trago saliva dos veces para recuperarme del susto y le digo que jamás me he interesado por la Antroposofía; y que Steiner, un erudito austriaco de cuya muerte se cumplirá pronto un siglo, era un hombre de prodigiosa inteligencia, cultura y bondad en cuya cabeza había, entre muchas cosas más, numerosísimos pájaros.

–Pero masón sí eres –me dice mi amigo.

–Sí, claro. Hace doce años que mis hermanos y hermanas dicen eso de mí. Los acabo de cumplir.

–Pues algo sabrás, digo yo.

Le explico que la Masonería, al menos desde el siglo XVII, es una agrupación humana enormemente variada que se caracteriza por tener no una tradición, como las religiones, sino varias: es una “acumulación de tradiciones y saberes” de los que cada cual toma lo que le interesa o le atrae. Así hay masones muy metidos en la cábala, en el hermetismo, en los templarios, en el rosacrucianismo y por ahí seguido hasta cansarse, como también hay ateos, agnósticos y creyentes, culés y periquitos, rubios y morenos. Y supongo que también habrá antropósofos steinerianos. No veo por qué no. Lo que no entiendo, le dije, es a qué viene este examen oral a las diez de la mañana.

–Bueno, ya sabes. Por lo de Rivera.

–¿Rivera? ¿Qué ha hecho ahora ese chico?

–No, nada. Que corre el rumor de que la Masonería y la Antroposofía están presionando a Macron y a Valls para que le apoyen.

Carcajada.

–¿Para que le apoyen o para que no le apoyen?

–Pues mira, de eso no estoy ya muy seguro.

–Oye, ¿tú te acuerdas de aquella cita del Eclesiastés que usamos alguna vez, hace ya mucho?

–Sí. Stultorum infinitus est numerus. El número de los tontos es infinito.

–Exactamente. Cicerón dijo algo parecido.

Y nos reímos los dos. He terminado por convencerme de que a la gente, a muchísima gente, le gusta que le mientan, que les cuenten cuentos, que les traten como a idiotas. Un cuento bien hecho, como sabían los hermanos Grimm, es mucho más cautivador que la verdad. Fíjense ustedes en algunos canales de televisión, singularmente Discovery Max, pero también el tantas veces deplorable Canal Historia. Salen unas imágenes, pues yo qué sé, de Werner von Braun, el alemán aquel de los cohetes, y el locutor se hace una pregunta: ¿Podría ser que aquella tecnología tan avanzada del motor a reacción procediese de los extraterrestres?

Un cuento bien hecho, como sabían los hermanos Grimm, es mucho más cautivador que la verdad. Fíjense ustedes si no en el Canal Historia

Antes de que al espectador normal le dé tiempo a reírse, sacan una foto de Von Braun en la que le brillan los ojos como bombillitas azules. Y de inmediato aparecen los “expertos”, que son siempre los mismos en todos los programas: David Wilcok, Giorgios Tsoukalos, el inefable David Childress y otros pelagatos contratados que tienen el mismo currículo científico que Paquirrín y el mismo aspecto de trilero sobredorado que Donald Trump, sobre todo el tal Childress. Y dicen, naturalmente, que sí, que desde luego, que cómo no, que Von Braun podría ser un extraterrestre. Y ahí el locutor empieza a hablar, con toda frescura, de los “partidarios de la teoría de los antiguos astronautas”, cuando él y sus compinches saben perfectamente que no hay tal teoría ni tales partidarios, al menos entre la comunidad científica; que es todo un cuento, una farsa, una colección de mentiras y fantasías que ellos tratan de hacer pasar por respetables para ganar dinero con los libros y los programas que excretan.

Pero ¿saben qué? Que mucha gente se lo cree. ¿Y por qué? Pues tengo para mí que porque quieren creérselo. Es más divertido o más emocionante que aceptar la denostada “verdad oficial”, que suele ser verificable o demostrable por la sencilla razón de que es cierta. Pero mola mucho más poner cara de listo y decir: “Ah, pero ¿tú te has creído que Von Braun era alemán? Jejeje”, e ingresar así, por la puerta grande, en el número de los tontos, que es infinito, como bien decían Cicerón y el Eclesiastés de antes, porque en el Concilio cambiaron la traducción.

Pues con esto de Valls, Rivera, la Masonería y la Antroposofía pasa exactamente igual. Es un bulo echado a rodar por la extrema derecha, como tantos más. Si ustedes vieran las interminables discusiones en que nos enredamos los masones para decidir el color de la pared con que hemos de pintar el comedor, comprenderían que lo de influir en un asunto como ese está mil codos por encima de nuestras posibilidades. La Masonería es muy numerosa en el mundo civilizado (no en España) y desde luego es variadísima, y así hay masones de derechas y de izquierdas, creyentes en lo que sea y no creyentes en nada, catedráticos y estudiantes, pobres y ricos. De todo. Y aún quedan organizaciones masónicas que niegan, en pleno siglo XXI, la entrada a la mujer, y otras que hace muchos años que superamos ya eso. Es un método de autoconocimiento y de perfeccionamiento personal. Nada menos, pero también nada más. Nos entrenamos en la tolerancia, en el respeto a los demás y en el librepensamiento. Aprendemos unos de otros. Para eso y para nada más sirve ser masón desde hace tres siglos y pico. A las buenas personas las hace mejores. Sobre las malas no tiene el menor efecto. Es también, en algunos países (Francia, por ejemplo) un barómetro que indica la salud de la democracia y los derechos humanos. Eso es lo que yo he visto y lo que he comprobado durante doce años. Que no vengan ahora los neofranquistas a decirnos lo que hacemos, porque eso es tan creíble como asegurar que Von Braun era un marciano.

Un cuento bien hecho, como sabían los hermanos Grimm, es mucho más cautivador que la verdad. Fíjense ustedes si no en el Canal Historia

En mi Logia hay gente del PP, del PSOE, de Ciudadanos, supongo que de Podemos y de cien variedades más, y digo que lo supongo porque no lo sé: no hablamos de eso, no nos ocupamos de política ni de religión, ahí cada cual se las apaña como puede. Cada vez que hacemos una “Tenida Blanca”, a la que invitamos a personas que no pertenecen a la Masonería para que nos conozcan de primera mano, yo pido la palabra y leo un trabajo (está en vídeo) que se llama “Esto era: ¡contadlo!”. Porque eso es lo que hay. Y nada más.

Pero es mucho más vistoso ir de listillo, o de fascistillo, e inventarse lo que a cada cual se le antoja. Eso tiene éxito. Stultorum infinitus est numerus.

Si yo fuese Rivera, o Valls (que sí es masón, o eso dice), o Macron, o cualquiera de los demás, no me preocuparía demasiado por las presiones que pueda ejercer sobre ellos, en un sentido u otro, la Masonería. O la Antroposofía. O los extraterrestres. Bueno, por los extraterrestres a lo mejor sí habría que preocuparse un poco, ¿verdad? Si Werner von Braun era marciano por parte de padre, como dice la “teoría de los antiguos astronautas”, pues…

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