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Opinión

El guionista de Torra

Torra en la Crida

La idea de un frente unido entre separatistas catalanes, vascos y gallegos no es de ahora, pero ha sido Otegui quien la ha recuperado del baúl de la historia a propósito de los próximos comicios europeos. A pesar de que Urkullu ha declinado el regalito envenenado, Torra lo ha asumido con entusiasmo de párvulo con diploma de honor en puntualidad, urbanidad y limpieza. Siempre ha sido así con los ex convergentes, desde aquellos terroríficos años de plomo en los que íbamos de entierro cada semana por culpa de ETA. El nacionalismo de entonces se le ponían las glándulas de Bartolini anegadas cual riada otoñal cuando veía actuar a Herri Batasuna. “Estos, estos sí que saben”, decían envidiosos mientras se tomaban unos copazos de coñac en sus lujosos despachos. Burgueses y cobardes, son violentos por delegación. No es, pues, extraño que ahora Otegui, el “hombre de paz”, el “preso político”, el “represaliado por el Estado español”, calificativos que hemos escuchado en labios de periodistas, políticos y opinadores catalanes a propósito del etarra, se haya convertido en referente de esta tropa.

A nadie parece importarle entre los separatistas que andar con tales compañías es, además de bajo e inmoral, una pésima tarjeta de visita para conseguir esas simpatías que tanto buscan en Europa. Dudamos mucho que países como Francia, que sabe muy bien lo que es el terrorismo etarra, Bélgica, Italia y ya no digamos Alemania – allí a la Baader Meinhof la “suicidaron” – reciban con la mayor de las sonrisas a quien vaya con individuos de tal calaña.

Pero el discurso batasuno ha calado, ¡y de qué modo!, entre los separatistas del lazo amarillo. No hace falta que Torra lo confirme con sus zalamerías para con Otegui, basta ver lo que sucede cada día para comprobarlo. ¿El atentado contra la vivienda del juez Llarena? Hecho aislado. ¿La falta de protección policial al mismo por parte de los Mossos? Hecho sin importancia. ¿El acoso a políticos democráticamente elegidos como Arrimadas, Carrizosa, Girauta, Albiol o, el colmo, la familia de Albert Rivera? Hechos aislados e incluso posibles atentados de falsa bandera. ¿Asaltar sedes de C’s, PSC o PP? Hechos aislados, c cometidos por vaya usted a saber qué incontrolados ¿Denunciar a la organización ARRAN o a los CDR como instigadores de delitos de odio, daños a la propiedad, acoso, intimidación? Fascismo.

Todo ello aderezado con el sempiterno y cansino corolario de que el 1-O se masacró a la pobre gente que solo intentaba votar, que hay presos políticos, que existen exiliados y que siempre, siempre, siempre, si estás en contra eres un fascista, un españolazo, un defensor de Franco y no mereces vivir en esta tierra, aunque hayas nacido y vivido aquí. ¡Maketos Kanpora!, decían los etarras; Fora botiflers!, dicen aquí. Es la misma frase, el mismo odio, las mismas excusas miserables que rozan lo criminal. Todo tiene excusa si quienes cometen los desmanes son de los suyos, todo es terrible y genocida si quien tose es de los otros.

Deducimos por todo esto, por el acoso y derribo que hacen en TV3 o en Catalunya Ràdio a los políticos que no son separatistas o a los poquísimos invitados constitucionalistas que llevan para lapidarlos en público, que no hace falta que ni Torra ni nadie de su tropa reciba demasiados consejos del etarra. Tienen la lección aprendida desde hace mucho tiempo. Y para aquellos que opongan que, gracias a Dios, en Cataluña no se estila el tiro en la nuca como praxis generalizada por parte del separatismo, cabe precisar un par de cosas. En primer lugar, la violencia física ha empezado a tener una presencia ominosamente cotidiana en el espacio público. Ya hay agresiones a mano abierta o a puño cerrado, a empellones que provocan heridas, a enfrentamientos violentos contra los constitucionalistas y la propia policía. Sin muertos, insistimos, y no nos cansaremos de agradecerlo porque sería el punto de no retorno para mi tierra, pero la violencia existe indudablemente y cada vez está más interiorizada por parte de quienes la practican.

Existe otra violencia que han empleado sempre los convergentes: la muerte civil. No harás negocios con la Generalitat si no doblegas la cerviz ante el comisionista de turno, no trabajarás en los medios si no te plegas a la consigna, no lograrás relevancia en el mundo universitario, sindical, profesional, sin comulgar con la rueda de molino diaria suministrada desde Palau. Porque, si te opones, te condenan al ostracismo más brutal, al exilio interior, a no considerarte siquiera digno de mención.

Igual que en el País Vasco existió – y existe – una omertá terrible por puro miedo, aquí sucede lo mismo. Igual que en el País Vasco existió una emigración de gente que prefirió respirar el aire de la libertad fuera de la tierra que los vio nacer y a la que amaban, aquí sucede lo mismo. Igual que en el País Vasco, o eras del PNV como mínimo, o no tenías nada que hacer, aquí sucede lo mismo con el PDECAT y Esquerra. Allí, tenían HB; aquí las CUP y el CDR. Son los mismos guiones con variables, pero el fin que persiguen ambos es el mismo, el triunfo de aquellos que no saben más que violentar la democracia.

Torra tiene a Otegui de guionista, es cierto, pero sonriendo melifluamente junto a terroristas como Carlos Sastre no parece, en principio, que el vasco tenga muchas cosas que enseñarle. O el legislador cambia la ley de partidos y el modelo territorial, imitando a Francia o Alemania, o esto no tiene freno ni arreglo posible. Y no lo harán ni los unos ni los otro. Viven de esto, claro.

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