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Opinión

Fiebre Trans

Montero eleva el tono tras la salida de Antonelli: "No permitiré retrocesos respecto a lo pactado en 'Ley trans'"
La ministra de Igualdad, Irene Montero. Europa Press

En España una mayoría vive adormecida, hipnotizada por la pantalla de su móvil sin reaccionar a nada que pase a su alrededor. Ni la recesión, ni la seguridad, ni la inflación, ni siquiera escuchar en cada noticia que han de bajar la calefacción “por Ucrania” les hace preguntarse nada. Desde el COVID la gente se acostumbró a vivir en constante “guerra” sin levantarse del sillón. La doma queda justificada, incluso exigida por la propia población, a la que venden conseguir esa victoria heroica de la que les hablan a un módico precio sin salir de casa y con móvil o televisión. El paria cree haber conseguido una ganga.

Muchos ven la Ley Trans como una cosa rara, demasiado grave y cercana como para querer creer que estén ante un peligro real. Es la situación de muchos padres con hijos preadolescentes. Siempre me dejó perpleja la facilidad con la que el buen ciudadano cree cualquier propaganda gubernamental mientras muestra una obstinada reticencia a percibir la realidad más cercana.

La Ley Trans no es la Ley de la Ministra de Igualdad. No es algo que haya surgido en esa cabecita de Galapagar ni algo que vaya a desaparecer cuando abandone el Gobierno. España es simplemente la siguiente ficha de dominó a la hora de aplicar una Ley con una industria clínica y farmacéutica entre otras detrás, cuya primera valedora de sus intereses en España es Podemos. Esto les convierte en el agente de ventas perfecto para que quienes siguen interpretando el mundo como si fuese el siglo XX, en ese binomio de comunistas y liberales (ahora cualquiera lo es), no perciba quién pone en peligro a su familia.

En Estados Unidos hay una tensión de posmoderna guerra civil entre identidades que han visto exaltada su diferencia con virulencia, rompiendo entre ellas el vínculo común, la patria. La víctima es el nuevo Dios. Si movimientos como el Black Lives Matter dividieron una nación en razas, en minorías, entre los que se arrodillaban y los que no, la Ley Trans lo que divide son familias, el último refugio del individuo al que se le ofrece una identidad nueva y otra comunidad a la que debe todo.

Una generación intolerante a cualquier frustración, criada y acostumbrada a la inmediatez del deseo, encontrará en la Ley Trans una norma que les derriba todo impedimento para alcanzar la satisfacción instantánea aunque tenga efectos permanentes. Sin necesidad de tener que escuchar a un médico sermones sobre las consecuencias de la transición hormonal. El silencio de la comunidad médica ante esta ley es clamoroso e indicativo de los verdaderos intereses tras esta normativa. La única burocracia que se va a eliminar en este país es la necesaria para cambiar de sexo en el DNI.

Pero esta ley sobre todo separa a los padres de sus hijos cuando esos adolescentes mimados y caprichosos sientan la mínima frustración ante su cuerpo imperfecto. Una comunidad de influencers trans en su móvil les dice que toda solución a sus problemas de popularidad y aceptación propia se solucionarán siendo Trans. Y es fácil que acaben creyéndolo y confundiendo los problemas de aspecto que todos tenemos en la adolescencia, especialmente las chicas, al ver en medios, en la industria de la moda, la música o el cine, que no falta una persona Trans como la pieza principal. Son hasta intelectuales de referencia.

Si una madre pone en duda que su hija tenga verdadera disforia de género, puede jugarse la custodia. “Qué clase de padres querrían alejar del estrellato a su hijo”

Si una madre pone en duda que su hija tenga verdadera disforia de género, puede jugarse la custodia. “Qué clase de padres querrían alejar del estrellato a su hijo”. En 10 años en EE.UU. ha habido un cambio abrupto, no sólo en el aumento de casos, sino en el cambio del perfil. Antes eran casos excepcionales entre los que había una mayoría de chicos con antecedentes de disforia de género. Ahora hay una mayoría de chicas adolescentes sin ningún antecedente. La fiebre trans también ha inducido a padres a ser ellos alguien en la comunidad que exalta a las minorías a través de sus hijos.

Esta normativa contribuye al derribo de los pilares biológicos que sustentan la convivencia. La realidad queda proscrita. Que unos padres se preocupen y quieran ayudar a sus hijos les aleja de los mismos. La protesta aún está en su mano. Antes de que el daño sea irreversible.

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  • E
    eddo

    teniendo en cuenta que estas en el P P, que legalizo a Juana Rivas como víctima de un maltratador condenada en Italia por ser una enajenada, que la separaron de sus hijos por el daño que ella les hizo durante el secuestro que legalmente hizo en España durante 2016 a 2018. Aún recuerdo las palabras de Rajoy sobre Juana, recuerdo la bien buscada jurisprudencia para Juana que tanto daño está haciendo a los padres, no a las madres que secuestran impunemente en España, el indulto, esa situación que describes que generará la trans no me conmueve.

  • J
    JGM

    Querida Irene,

    Todo eso, el dolor duradero, quizá de por vida, la profunda amargura que van a ocasionar a tantas niñas que se creerán trans, en ellas y en sus familias, le da igual a Pedro Sánchez. Y a quienes le rodean, también.

    Les es completamente indiferente.

  • R
    Romano

    Como siempre, un valiente y lúcido artículo. Creo que además del factor de interés económico de los laboratorios de potingues para el cambio de sexo, hay un interés por destruir las sociedades occidentales. Por una parte se impulsa la esterilidad, la falta de natalidad, con el aborto a la carta como si fuese tomar un café, con la homosexualidad, lo trans. Por otro se enfrenta a los miembros de la familia, se dislocan las relaciones, se disuelve el tejido social, las identidades, las patrias, las religiones, los sexos, los fenotipos. ¿Quién promueve esa disolutio ese "solve et coagula" de la alquimia?. Quizá todos sabemos quiénes son y dónde están, pero es difícil y peligroso hacer acusaciones. Defendámonos.

  • V
    vozberti

    Un lúcido artículo con un análisis exhaustivo que por desgracia no hace recapacitar al legislador. Que todavía creamos que estamos en una democracia cuando a pasar de una exposición clara se continua en el exabrupto legal es triste. Al final la situación la define perfectamente el chiste del médico que le dice al paciente: doña Juana lo siento mucho pero tengo que decirle que tiene cáncer de prostata.

  • K
    Karl

    ¡Qué ganas tengo de que entre en vigor la ley trans para poder autodeterminar mi género!

    Desde pequeñito he querido mear de pie en el retrete de las señoras, y tener plaza reservada en las oposiciones.

  • V
    vallecas

    ¿y quién podría contrarrestar todo esto ? Usted se "desgañita" impotente todas las semanas y no consigue nada. Yo como lector aun menos. ¿Deberíamos confiar en el "establishment"? Creo que a éstos, que además de poderosos son ricos, todo esto les importa un bledo. No van a actuar hasta que ataquen, por ejemplo la propiedad privada. Dª Irene, estamos perdidos, esto no tiene solución.