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Opinión

Escenas para kremlimnólogos

El rey Felipe VI entiende que es su deber confirmar que no están solos a los catalanes constitucionalistas del 'seny' y brindar ejemplo de la irreprochable educación que no tienen a los catalanes indepes de la 'rauxa'

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), recibe al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d).
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), recibe al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d). EFE

Al rey Felipe VI nadie podrá llamarle desertor porque ha acudido a Cataluña en cuantas ocasiones se han presentado y la única vez que faltó fue debido a que el Gobierno le prohibió desplazarse el 25 de septiembre de 2020 para que presidiera la entrega de despachos a los alumnos de la Escuela Judicial que concluían sus estudios. Con el rey Felipe VI nada puede esperarse de la estrategia del desistimiento porque nunca desatiende ninguna convocatoria, ni rehúsa invitación alguna que le corresponda.

El domingo, día 27, presidió la cena del Mobile World Congress y el lunes 28 por la mañana la inauguración de la feria. Persuadido como está de que se debe a todos los españoles, queden a la ribera izquierda o derecha del Ebro, el rey Felipe VI entiende que es su deber confirmar que no están solos a los catalanes constitucionalistas del seny y brindar ejemplo de la irreprochable educación que no tienen a los catalanes indepes de la rauxa. El rey Felipe VI que, como jefe del Estado, es símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, según reza el artículo 56 de la Constitución.

No solo se han despenalizado o están en trance de despenalizarse las ofensas al Rey, sino que las autoridades del Govern arengan a sus mocedades del frente para que monten barricadas ardientes y procedan a la quema de las fotografías con su efigie. En cuanto a quienes quisieran salir en su defensa, el Gobierno Sánchez les tiene severamente advertidos de que al defender al Rey o a la Monarquía agravan la situación que dicen querer aliviar. Tampoco se conoce cuál sería la alternativa, a quién correspondería asumirla, ni cómo llevarla a cabo.

El ciudadano de a pie observa atónito cómo el presidente Sánchez, dispuesto a proseguir el camino del reencuentro con Pere Aragonès y su Govern, exime a los indepes de cualquier responsabilidad

En la agenda del rey Felipe VI hay todavía un compromiso inminente: la ceremonia de entrega de los premios Fundación Princesa de Girona, que está encerrado en la sorpresa del lugar y demás detalles. En el 2019 no hubo lugar disponible en todo Girona para esa celebración, que se hizo en un restaurante de carretera. El año pasado la entrega fue en un hotel de Barcelona, con accesos blindados por razones de seguridad, habida cuenta de que la muchachada enardecida había respondido a la cita para una protesta incendiaria que los invitados tuvieron que sortear a su riesgo y ventura.

Mientras, el ciudadano de a pie observa atónito cómo el presidente Sánchez, dispuesto a proseguir el camino del reencuentro con Pere Aragonès y su Govern, exime a los indepes de cualquier responsabilidad y busca cómo liberarles de las reclamaciones pecuniarias que dicta el Tribunal de Cuentas. Y la prensa precisa en detalle los intentos de desaire que prodigan en Barcelona al rey Felipe VI, desplegando las artes interpretativas de los kremlimnólogos, que sacaban graves conclusiones políticas a partir de la distancia que las figuras de la nomenclatura soviética tuvieran con el líder supremo. Aquí, nos han vuelto locos señalando que Aragonès fue, pero no salió a recibirle, pero si se unió a un corrillo, pero cenó en la misma mesa, pero no le mencionó en el brindis, pero aún nos falta por saber le dio patadas por debajo de la mesa o eructó al terminar el ágape. Continuará

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