Opinión

Extremadura, ni un paso atrás

La presidenta del PP de Extremadura, María Guardiola

La candidata del Partido Popular en Extremadura promete ser la estrella petulante de este verano de elecciones tras negarse a negociar con Vox un Gobierno de cambio y abocar la región a una repetición electoral. Ya despuntó en la campaña electoral por su virulento discurso de animadversión hacia los de Abascal. "No voy a permitir un paso atrás en la defensa de los derechos de la mujer", afirmó colérica en referencia al aborto. Entonces marcó cuatro líneas rojas por las que no pactaría nunca con VOX por «cuestiones éticas»: ideología de género, aborto, LGTBI e inmigración. Ya saben que quien no cree en valores verdaderos cualquier panfleto le sirve como moral. No planteó un acuerdo para exigir un tren, ni infraestructuras del agua, ni industriales, ni reformas educativas en la región más empobrecida por el socialismo. El Partido Popular pidió género, inmigración, aborto y LGTBI.

Sólo alguien del PP podía defender con tanta vehemencia las políticas del PSOE. La razón no es sólo el complejo de la derecha que desprecia a su votante y coloca en puestos a los progres. La defensa encendida de estas cuestiones se ha realizado previamente desde Génova porque comparten con toda la izquierda, incluyendo Podemos, la sumisión a la Agenda 2030 como columna vertebral del nuevo sistema. «Una cogobernanza supranacional», dicen Von Der Leyen y su chico Sánchez, en la que el PP aspira a tener sillones y alternarse con el PSOE en ellos. Un progreso de los políticos a cambio de un decrecimiento de los españoles.

Tiene una idea de sí misma ridículamente endiosada, es soberbia, miente y no percibe la realidad tal y como es. Criminaliza y deshumaniza a VOX

La señora del PP de Extremadura se ha presentado al mundo hablando de ella y de sus virtudes personales como si tuviese una misión anunciada por algún mesías de ser «el dique de contención del fascismo» en Extremadura. Se define como «libre, sin hipotecas», cuando su promesa enfervorecida es la sumisión de los extremeños a una agenda hegemónica, voraz e implacable con la clase media. Promete cumplir fielmente  las medidas de la progresía milmillonaria que gobierna organismos internacionales. Su personalidad recuerda a la narcisista de Pedro Sánchez, pero en mujer. Tiene una idea de sí misma ridículamente endiosada, es soberbia, miente y no percibe la realidad tal y como es. Criminaliza y deshumaniza a Vox. Es insoportable la utilización espuria que hace de las mujeres maltratadas para justificar su cálculo y ambición política acusando a Vox sin decencia de estar en contra de protegerlas. Hace con ellos aquello que les imputa, como Pedro. María Guardiola desconoce y desprecia la verdad, incluso la de las matemáticas. Ella no ha ganado las elecciones en Extremadura, sino el PSOE con 28 escaños, luego el PP con otros 28. Seis mil votos menos. Para la mayoría absoluta se necesitan 33 votos y Vox ha sacado 5 diputados.

Guardiola ha dicho una única verdad. Avisó en campaña electoral que exigiría que los de Abascal, tras insultarlos, que la apoyasen a cambio de nada o iban a elecciones. A pesar de la claridad de Feijóo, de Borja Sémper, de González Pons y de María Guardiola, los votantes del PP no los toman en serio cuando afirman que intentarán pactar con el PSOE o que defenderán las políticas que éste aplica contra las reformas que propone Vox en esas materias. El votante del PP no cree al PP y espera que haga lo contrario por lo que le vota, pactar con Vox y acabar con una etapa de socialismo. Pero no para sustituirlo por otro.

Extremadura puede ser un ensayo a pequeña escala de la única estrategia política que ha tenido el Partido Popular desde Casado: presionar a VOX para que regale sus escaños a un Gobierno en solitario

El Partido Popular busca una repetición electoral regional en medio de la campaña de Feijóo a las elecciones generales. Extremadura puede ser un ensayo a pequeña escala de la única estrategia política que ha tenido el Partido Popular desde Casado: presionar a Vox para que regale sus escaños a un Gobierno en solitario del PP para que éste mantenga la política del PSOE. En el PP se equivocan si creen que los votantes culparían a Vox en vez del PP, que pretende chantajear el voto en la derecha.

No sé en qué momento el constitucionalismo centrista de la moderación se cree con derecho a implantar un sistema parlamentario anticonstitucional en el que, sin mayoría absoluta y sin ser la lista más votada, como la señora de Extremadura, se adquieren los escaños del partido al que desprecias para gobernar contra él. Como si sus votos hubiesen sido un error del pueblo. La Constitución del ´78, tan venerada de boquilla por los de Feijóo, estableció un sistema sin separación de poderes donde el Ejecutivo sólo podía constituirse si controlaba el Legislativo y además podía nombrar al Poder Judicial. La consecuencia necesaria de aplicar la Constitución implica un necesario acuerdo parlamentario inseparable a un acuerdo de Gobierno. La Constitución ya establece un número de diputados a partir del cual el resto de los partidos no pueden negociar nada, la mayoría absoluta, ni uno menos. Y en Extremadura está en 33.

No es razonable, ni moral y, en este caso, ni siquiera constitucional el someter a los ciudadanos a una  amenaza de repetición electoral en bucle e inestabilidad hasta que la presión mediática consiga que los votos a Vox no valgan nada. El apartheid sobre los votantes de los de Abascal está ahora capitaneado por el PP, que los necesita. Es como un suicidio de partido en favor de la supervivencia de un programa compartido de socialismo progresista climático. Muchos preferirán al PSOE ante esta estrategia brillante de los populares. Hay que dar la enhorabuena a sus asesores socialistas por ella.

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