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Opinión

Erdogán, con las horas contadas

Al presidente turco se le ha acabado el crédito y la credibilidad y que se avecina un estallido del régimen

Erdogan, ayer, nada más aterrizar en San Petersburgo, con motivo de la cumbre del G-20.

Este 2021 ya finalizado ha sido un mal año para el Partido Justicia y Desarrollo (más conocido por sus siglas AKP) y, para su hombre fuerte, Recep Tayyip Erdogan. Turquía está aislada internacionalmente, la economía continúa deteriorándose, hay dudas sobre la salud del propio Erdogan y las encuestas, tanto las que afectan a Erdogan como a todo el AKP pintan un panorama aterrador. Muchos creen que les ha llegado el momento, que al erdoganismo le quedan las horas contadas y que se avecina un estallido del régimen, algunos incluso temen que ese estallido sea violento.

Los dos principales partidos opositores, el CHP y el IYI Parti, están seguros de que podrían convocarse elecciones anticipadas en 2022 para frenar la caída de AKP y asegurar la reelección de Erdogan. La idea de la oposición es acabar con el presidencialismo y retornar a la república parlamentaria que hubo hasta 2017, cuando, unos meses después del golpe de Estado, Erdogan convocó un referéndum para convertirla en una de tipo presidencialista. En ese referéndum se impuso el presidencialismo, pero por poco (un 51,4% a favor y un 48,5% en contra). En Estambul, la Tracia oriental y la costa del Egeo que son las regiones más desarrolladas de Turquía, la oposición al presidencialismo fue mucho mayor. La oposición quiere ahora revertir aquello, pero necesitará algo más que unas elecciones, les hará falta otro referéndum.

De cualquier modo, el principal problema de los turcos ahora no es si la república es de tipo presidencialista o parlamentario, su drama diario es el constante quebranto de la situación económica del país. Como resultado directo de la pésima gestión de Erdogan, la lira ha perdido alrededor del 90% de su valor frente al dólar en la última década, el 60% durante el último año y el 30% desde noviembre. Para que nos hagamos una idea del desplome. Hace diez años, a finales de 2011 un euro se cambiaba por dos liras y media, a finales de 2020 por nueve liras y media. Hoy para comprar un euro los turcos necesitan 16 liras. El panorama económico es sombrío: la inflación está en un 20%; el desempleo es del 14%. Esto ha encarecido las importaciones, de las que la economía turca es muy dependiente, y ha puesto el coste de la vida por las nubes.

Sectores como el automotriz o el textil son muy importantes allí y necesitan importar continuamente materias primas y componentes de otras partes del mundo

Todo esto ha llegado, además, en plena pandemia con sus cuellos de botella en el transporte, las materias primas y la fabricación de ciertos componentes como los microprocesadores. Para una economía como la turca, que apostó hace ya años por la industrialización es una tragedia. Sectores como el automotriz o el textil son muy importantes allí y necesitan importar continuamente materias primas y componentes de otras partes del mundo. En Turquía hay fábricas de Ford, Fiat, Renault, Toyota, Honda y Hyundai cuya producción se exporta en su práctica totalidad a la Unión Europea.

A que las exportaciones se animen no ayuda el hecho de que las relaciones exteriores de Turquía con los países vecinos hayan sido complicadas en la última década. Mejorarlas está siendo una de las formas en que Erdogan ha escogido para levantar su alicaída fortuna política. Esto supone un cambio sustancial con respecto a 2019 ó 2020, cuando, por motivos políticos internos, el Gobierno turco se embarcó en una política exterior agresiva, especialmente en el Mediterráneo oriental. Hasta la fecha Erdogan está teniendo cierto éxito en su operación de sacar al país de su aislamiento. El tono de sus relaciones bilaterales con los gobiernos saudí y emiratí ha mejorado, aunque en lo esencial la desconfianza sigue presidiendo las relaciones entre Turquía y los dos pesos pesados ​​del Golfo Pérsico.

La retórica antisionista está muy arraigada en Turquía y tiene a mucha gente que la compra. Hamas es muy popular en el país

También han buscado mejorar sus relaciones con Israel, pero la operación no termina de cuajar. Los israelíes tienen muy pocas razones para confiar en Erdogan. Hace un par de meses dos turistas israelíes fueron arrestados y acusados ​​de espionaje por tomar una foto del Palacio de Dolmabahçe, un edificio que el turismo turco muestra siempre en su material promocional. Fueron puestos en libertad poco después, pero el episodio parecía diseñado para avivar sentimientos antiisraelíes con fines políticos. La retórica antisionista está muy arraigada en Turquía y tiene a mucha gente que la compra. Hamas es popular en el país y, a efectos de propaganda, se utilizan mucho los problemas recurrentes en Palestina. Las flotillas de Gaza de hace unos años, recordemos, se organizaron y partieron de Turquía.

Respecto a la Unión Europea, que es su principal socio comercial, de no haber sido por Angela Merkel, que insistía en llevarse bien con Turquía, las relaciones serían mucho peores. Bruselas podría haber sancionado a Turquía por un sinfín de operaciones militares que han llevado a cabo en Siria, la exploración de gas cerca de Chipre y la amenaza continua de enviar emigrantes de Oriente Medio a Grecia y Bulgaria. Más que ninguna otra cosa, esto último es la base de las tensas relaciones entre la UE y Turquía.

En 2016, la UE comenzó a transferir fondos al Gobierno turco para que mantuviese a los sirios en el país en lugar de permitirles que se dirigieran a Europa. A pesar de este acuerdo, los turcos amenazan periódicamente con dejar pasar a los sirios, creando una crisis de refugiados tras otra y sembrando de paso inestabilidad en el interior de Europa. Los tribunales turcos no hacen más que desafiar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Esto podría ocasionar que el país perdiese su derecho al voto en el Consejo de Europa o que incluso se les expulsase del organismo.

En lo que respecta a Estados Unidos, el Gobierno turco dio mucha importancia a la reunión bilateral entre Erdogan y Joe Biden en la cumbre del G-20 en octubre, pero no ha habido cambios sustantivos en las relaciones. Washington y Ankara difieren sobre el apoyo de Estados Unidos a las Unidades de Protección Popular en Siria, y el Gobierno turco anda muy enfadado porque tanto Obama como Trump y Biden se han negado a extraditar Fethullah Gülen, el archienemigo de Erdogan que vive refugiado en EEUU desde hace años.

Lleva años denunciando un supuesto complot extranjero que incluye al denominado "lobby de los tipos de interés", la CIA, los sionistas, Occidente, la Unión Europea, el millonario George Soros y otros

No está del todo claro qué aportará esta mejora en las relaciones internacionales para ayudar a la economía turca, especialmente si Erdogan no parece por la labor de reconsiderar los problemas económicos que él mismo ha creado. Lleva años denunciando un supuesto complot extranjero que incluye al denominado "lobby de los tipos de interés", la CIA, los sionistas, Occidente, la Unión Europea, el millonario George Soros y otros que presuntamente buscan acabar con el país mediante operaciones en la sombra. Todo son cortinas de humo. La única explicación para la crisis económica turca que se encuentra ya enquistada es la mala gestión del propio Erdogan.

Ha fulminado la independencia del Banco Central poniendo y quitando gobernadores a su antojo. Está obsesionado con mantener los tipos de interés bajos porque cree que esa es la única forma de mantener el crecimiento económico. Si el dinero está barato los turcos pedirán préstamos y eso hará que la economía funcione. Y funcionó si, pero sólo unos años, luego empezó a actuar a la inversa. El resultado ha sido la fuerte depreciación de la lira, que encarece todo para los turcos y causa estragos en los balances de las empresas locales, que deben devolver préstamos denominados en euros o en dólares. Una lira barata, por supuesto, ayuda a las exportaciones turcas, pero los costes sociales son enormes porque la inflación machaca a los más humildes. La primera de las soluciones pasaría por subir inmediatamente los tipos de interés. Esto causaría algo de dolor, especialmente a los que están endeudados, pero revertiría la caída de la lira, reduciría la inflación y restablecería la confianza de los inversores.

La gran cantidad de periodistas encarcelados en Turquía (unos 120) porque han criticado al gobierno es una clara indicación de que Erdogan y el AKP están convenciendo a cada vez menos gente

Aparte de los continuos patinazos en política exterior y de los problemas económicos, últimamente se está cuestionando la salud de Erdogan. El mes pasado la policía detuvo e interrogó a treinta personas que dudaron de la buena salud del presidente en Twitter. Al día siguiente la televisión dio imágenes del presidente jugando al baloncesto con unos jóvenes. El propio Erdogan se apresuró a colgar las imágenes en su cuenta personal de Twitter con un texto que decía “hacer ejercicio es muy importante para la salud. Trato de hacer ejercicio tres días a la semana”. Ya se sabe aquello de “excusatio non petita, acusatio manifesta”.

Esto nos vendría a confirmar que se han ensanchado la brecha entre lo que dice el Gobierno, no solo sobre la salud del presidente, sino también sobre la economía, y la realidad objetiva. La gran cantidad de periodistas encarcelados en Turquía (unos 120) porque han criticado al gobierno es una clara indicación de que Erdogan y el AKP están convenciendo a cada vez menos gente. El Gobierno y la prensa afín ofrecen una narrativa que no se ajusta a lo que el turco de a pie percibe, lo que genera más preguntas sobre Erdogan y su partido, eso deriva en más arrestos, más mentiras, más preguntas y más turcos detenidos. Todo es un círculo vicioso que no termina nunca.

Ese descontento empieza a atisbarse en las encuestas. En una hecha hace dos meses el alcalde de Estambul, un tipo llamado Ekrem İmamoglu, que se hizo con la alcaldía hace dos años presentándose como cabeza de una coalición entre el CHP y el IYI, ganaría las presidenciales contra Erdogan. No deja de ser una simple encuesta, pero si los problemas económicos persisten es seguro que el AKP tendrá problemas en las elecciones de 2023. Eso si no las adelantan, que también es posible.

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