Quantcast

Opinión

Que la Diada la pague Torra

Imagen de archivo de la cabeza de la manifestación celebrada en Barcelona con motivo de la Diada

Desde el canal oficial de la Generalitat dicen “Se acerca la celebración de la Diada Nacional. Este año el acto central estará dedicado a la libertad de los presos políticos, a la libertad de los exiliados y a la libertad colectiva del pueblo al que representan”. Es decir, una Diada que excluye a más de la mitad de catalanes. Que se la paguen ellos.

Que pagui Pujol

Este era un lema que hizo fortuna en los años ochenta. Se trataba de que el por entonces omnipotente y omnipresente Big Brother Jordi Pujol pagase lo que fuera, desde el billete del metro de los que se colaban a los impuestos que martirizaban – aún siguen haciéndolo – a la gente que cometió el pecado de nacer pobre y trabajadora. Fue una lástima que, a la hora de la verdad, los que acabaron llevándose el gato al agua fueron aquellos empresarios modelos como Javier de La Rosa, los que pagaron comisiones a Prenafeta y Alavedra o los que, presuntamente, colaboraban en la edición de aquellos misales que enviaba a Andorra la Madre Superiora.

El nacionalismo entiende que la mejor manera de hacer negocio no es tener una idea y arriesgar tu propio capital, sino montar chiringuitos a cuenta del erario público y, si sale bien, el provecho es para ellos y, si sale mal, ya lo pagaremos entre todos. Fieles a ese ideario, los herederos del pujolismo, léanse Quim Torra y el PDECAT, abundan en la concepción de que la Generalitat es suya para hacer con ella lo que les dé la gana. No es de extrañar que, en el camino de apropiarse de todo en esta Cataluña extraña, enrarecida y fracturada, se crean con derecho a monopolizarlo todo. La propaganda institucional de esta Diada es una muestra de las muchas que vemos a diario, y que no hace más que confirmar su totalitarismo: la calle s suya, las instituciones son suyas y las fiestas, también.

Decía el personaje de Doña Rosa en el obligadísimo libro “La colmena” de Cela, que, al gato de su café, si quería, lo atiborraba de comida y si no quería, le daba una patada. Porque era suyo. Ese es el modus operandi de esta generación de personajes. La Diada, que debería ser la fiesta de todos los que vivimos en Cataluña, ha sido secuestrada por el separatismo de forma tan descarada que hasta se permiten el lujo de decirlo en la misma propaganda institucional. Presos políticos, exiliados, libertad colectiva del pueblo al que representan, total, el amarillo más amarillo de todos. ¿Y el resto de catalanes no separatistas, qué? Pues nada de nada porque para ellos ni somos catalanes ni merecemos ser dignos de consideración.

Todo esto, claro está, se sufraga con los dineritos de todos los contribuyentes, porque no hay separatista que ponga un duro en su negociado. Recuerdo a Toni Soler, gran profeta separatista, productor millonario y con programa diario en TV3, relatar en tono jocoso como quisieron multarle por llevar el ilegal “CAT” en la matrícula. “Me querían cobrar doscientos euros y yo dije, ah, no, ya lo quito”. Su patriotismo se acaba cuando empieza su cartera. Son todos iguales. De ahí que se refugien siempre en el granero de lo común, de lo de todos, para sacar lo que haga falta en beneficio solamente de su proyecto alucinante. Esta será, por desgracia, una Diada más sesgada, partidista y fea que nunca.

Mil doscientos autocares para disimular el hastío

Al hilo de todo eso, la ANC, entidad que maneja sumas asombrosas, porque igual costea fianzas onerosas que fleta 1.200 autocares – hay que ver lo generosos que son sus asociados, ¿eh? – asegura que tiene ya inscritos en el aquelarre que llevan a cabo cada año unas 350.000 personas. Lejos estamos de aquellos dos millones de los que se jactaban hace cinco años, incluso del millón de no hace tanto tiempo. Y es que su afición está empezando a perder fuelle. Eso sí, llevarán muchas banderitas, que así se tapan los huecos por falta de gente, y se juntarán en la Avenida Diagonal, muy apañadita para dar la impresión de lleno hasta la bandera y nunca mejor dicho.

Pero como la gente de Elisenda Paluzie no quiere dejar en mal lugar a Torra, que clamaba el otro día por movilizaciones colosales, marchas interminables y manifestaciones multitudinarias, se ha curado en salud y fletarán mil doscientos autocares que desde comarcas trasladarán a la pérfida y liberal Barcelona a los separatistas de barretina calada hasta las cejas y exabrupto rural. Ignoramos si en el pack se incluye el bocadillo de butifarra y la ratafía, pero todo podría ser. La gárrula masa de comarcas es el último refugio, el reducto alpino del separatismo, la cosa de pueblo con alcalde separata, bandera estelada en el balcón del ayuntamiento y persecución de todo aquel que ose discrepar. Por otro lado, los infinitos cargos y carguillos del inmenso y mastodóntico aparato clientelista de la Generalitat están más que conminados a asistir. Nos consta. Bajo pena de excomunión, suponemos.

Uno echa cuentas y, si con todo esto y la machacona propaganda desde los medios de comunicación separatas, amén de la institucional, dicen al final que han sido medio millón de personas, tienen un problema grave. Han conseguido cansar a su propia gente que ve como esto de la república que hace años que debería haber llegado, ni está ni se la espera. Todavía los mueven por aquello de los presos y tal, pero la ilusión de la independencia se ha ido desvaneciendo. Ojo, eso no significa que aquellos que se sienten separatistas – los mismos dos millones y pico que votaban antes a Convergencia y ahora a lo que Puigdemont y Torra digan – hayan dejado de mirarnos a los demás por encima del hombro. Lo que sucede, simplemente, es que no hay ideología que aguante tantos años de jornadas históricas y excepcionales. A esta gente les mosquea tanto postureo y tienen razón. Como diría un castizo, los dirigentes separatistas han abusado del mucho lirili y el poco lerele. Tragan porque en materia de elaborar un relato ad hoc para el convergente de toda la vida, que iba a Madrid a lamerle el trasero al funcionario de turno para vender lo que fuere y volvía luego despotricando con olímpica soberbia de España, han sabido hacerlo de forma magistral. Vaya usted y diga ahora a cualquier jovenzuelo que lo del 1714 fue una guerra europea entre dos casas reinantes que se disputaban el trono de España y verá lo que le pasa. Y de Companys ni se le ocurra comentar lo que sea, por ejemplo, lo de las checas, los paseos o las penas de muerte firmadas por él porque acabaría usted en comisaría.

La Diada separatista es eso, pura propaganda destinada a mantener vivo un fuego que ya empieza a ser mortecino de puro cansancio

La Diada separatista es eso, pura propaganda destinada a mantener vivo un fuego que ya empieza a ser mortecino de puro cansancio. Es merchandasing, desahogo para las señoras de casa bien, sublimación para los jovencitos que esperan heredar el bufete de papá o su empresa, negocio para quien fabrica las 250.000 camisetas que dicen haber vendido y poco más. Ahí no hay ni espíritu de sacrificio, ni abnegación, ni nada que no sea lo de siempre. Total, el gasto lo acabamos pagando entre todos, queramos o no queramos, especialmente quienes no tenemos ni sociedades off shore, ni fundaciones, ni cuentas en paraísos fiscales, ni causas por corrupción o financiación irregular ni vivimos de la subvención o del enchufe en cualquier bochinche autonómico.

Porque la verdad es que en Cataluña existe un expolio real, auténtico, palpable, que nos tiene sometidos desde hace décadas, el expolio nacionalista que a la hora de dar carnés de catalanidad los reparte a unos sí y a otros no, pero a la hora de pagar procura que sea a escote y, si te descuidas, se marchan sin haber sacado la cartera. Es la constatación de que nacionalismo rima con egoísmo, con supremacismo, con despotismo y, ustedes perdonen, con onanismo. Pero si no consta en lugar alguno de los Santos Evangelios que Onán cargase sus tocamientos a bolsillo ajeno, en este caso parece que lo pagaremos una vez más los que nada tenemos que ver con esas eyaculaciones cargadas de esperma estéril que producen cada once de septiembre estas gentes.

Y miren, no. Que lo paguen Torra, o Puigdemont, o la ANC, pero aquí, los vicios van por cuenta de cada uno.

Miquel Giménez

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.