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Opinión

¿Cuántas naciones caben en un Seat 78?

El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, interviene durante el pleno de investidura del líder del Partido Popular, en el Congreso de los Diputados

La sesión de investidura ha terminado como se sabía que iba a terminar. La previsibilidad es algo que no agradecemos lo suficiente. España es un país en el que es muy fácil adivinar cómo va a acabar todo. Tiene su destino escrito desde hace 45 años, y lo que nos está tocando vivir en esta época no es un inesperado giro de guión ni un desvío forzado, sino el curso natural de las cosas.

La Transición, el espíritu del 78 que al parecer hoy está en peligro por la alianza entre los nacionalistas y los socialistas, es ante todo una contradicción esencial imposible de resolver. La afirmación constitucional la indisoluble unidad de la Nación española encierra un problema político y lógico. Y el problema no reside en unidad ni en indisoluble. El gran problema se encierra en el concepto Nación, porque el mismo texto incorpora al mismo tiempo la negación de ese concepto fundamental. El mismo texto garantiza la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran. Y de nuevo: el problema no está en autonomía, sino en nacionalidades.

Bajo nuestra aparente ambigüedad constitucional permanece una obviedad con la forma de un dilema: si Cataluña y Euskadi son nación, entonces España no lo es

Es imposible resolver esta contradicción porque es necesario que la contradicción no se rompa por ninguno de sus extremos. El sistema autonómico español se construye sobre la ilusión de que es posible sostener al mismo tiempo una cosa y su contraria. Pero, a pesar de todos los cuentos, la realidad siempre es la misma y bajo nuestra aparente ambigüedad constitucional permanece una obviedad con la forma de un dilema: si Cataluña y Euskadi son nación, entonces España no lo es.

Y la realidad es que la mayoría de los partidos del Congreso reconocen, en nombre de unos españoles a los que parece no importarles, que Cataluña y Euskadi tienen el derecho a reconocerse como nación. Aitor Esteban hace unos días en el Congreso, la sede de la soberanía nacional, crisol de nacionalidades y marco incomparable: 

“La terca realidad es que hay una nación vasca consciente de sí misma que quiere seguir existiendo. (...) Sí, los vascos tenemos un idioma propio y ese idioma no proviene del latín; ni siquiera es indoeuropeo ni está emparentado con ningún otro idioma. Es la lengua más antigua de Europa. Somos una nación, ya lo creo que lo somos. Y nuestro idioma hablado a ambos lados del Pirineo es una prueba irrefutable”.

El euskera, “idioma hablado a ambos lados del Pirineo”, no es el idioma más hablado entre los vascos. En Vizcaya sólo un 30% de los vascos lo habla, y en Álava no llega al 25% de la población. Todo esto en el fondo da lo mismo. Da igual que el español sea la lengua más usada en el “país de los vascos”. Da igual que la existencia de una lengua no implique necesariamente la existencia de una nación. El caso es que Aitor Esteban y el PNV van al Congreso a defender un sentimiento particular que encaja perfectamente en nuestra Constitución. Y el caso es que ese sentimiento particular se traduce necesariamente, mediante normas, leyes y pinganillos, en la inexistencia -o la destrucción- de la nación española.

La Constitución garantiza los derechos históricos de los vascos-en-cuanto-vascos. La Constitución permite al PNV hacer todo lo posible por eliminar de su territorio la idea y la materialidad de España

El PNV es, como sabemos, un partido de Estado. Es un partido que ha determinado periódicamente el Gobierno de España. Tanto el PP como el PSOE han cedido siempre ante el PNV, y esto siempre ha supuesto renunciar a defender la existencia de la nación española. Pero el PNV es un partido constitucionalista, no un partido independentista. Y lo es porque la Constitución garantiza los derechos históricos de los vascos-en-cuanto-vascos. La Constitución permite al PNV hacer todo lo posible por eliminar de su territorio la idea y la materialidad de España. El diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao, decía esto cuando hace diez años se planteaba la posibilidad de que la selección nacional jugara en San Mamés si Bilbao era elegida como una de las sedes de la Eurocopa:

“España sería bien recibida jugando como visitante contra Euskadi. Sería muy bien recibida, igual que Francia, o que Alemania, o que Inglaterra. (…) Y no se dan las condiciones para que España juegue aquí. Y si alguien quiere pedir mi opinión le diré que mi opinión es que no venga”.

La opinión de José Luis Bilbao es la opinión del PNV, y no puede haber una opinión distinta dentro del partido. Para el PNV es esencial que a los españoles nacidos en Bilbao, en Vitoria o en San Sebastián les resulte difícil mostrar su vinculación con los símbolos propios de su nación. Pero, a pesar de todos esos esfuerzos, cada vez es más normal ver a niños y adolescentes vascos con la camiseta de la selección española. Tal vez el hecho de que la izquierda abertzale ya no se dedique a mutilar y asesinar a quienes se atreven a representar a España en su territorio de caza tenga algo que ver.

Después de la investidura imposible de Feijóo vendrá la investidura natural del PSOE. Con o sin segundas elecciones. Tendrá el apoyo del PNV, de los golpistas catalanes y del partido que lleva a etarras condenados en sus listas. Vendrá la amnistía, vendrá el referendum y vendrán todas las argumentaciones y justificaciones de los analistas que nos explicarán que España es más fuerte cuanto más rápidamente desaparece, que España es más justa cuanto más premia y permite el crimen, y que España es más libre cuanto más se somete a la voluntad de los líderes autoritarios que desprecian la ley. 

No agradecemos lo suficiente lo previsibles que nos hemos vuelto.  

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  • V
    vallecas

    España no tiene ningún problema con la existencia de Otegui, Puigdemont, Rufián.....

    El problema de España es que existen columnistas como usted.

    Oculta deliberadamente el contexto histórico que España tenía en 1978. Había que hacer algo que contentase a todos, anteponiendo el "espíritu" de las palabras más que el significado real de las mismas. Algo que usted torticeramente hace en 2023.
    En la historia del "perro y el oso", estoy seguro que usted defendería que el oso puede subir al tren.