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Opinión

Cocinera, fraila y vicepresidenta

Carmen Calvo, profesora y jurista, es persona con escaso sentido del ridículo, pero muy grande en cuanto al de la oportunidad

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo.

Cuando era un niño y llegaba la feria a mi pueblo, solía embobarme con la figura de un personaje al que el dueño de una tómbola llamaba secretario. Para mí que aquella figura era muy principal, porque su trabajo, subsidiario y embaucador, consistía en vender unas tabletas de madera que llevaban incrustadas figuras de naipes de la baraja  mientras regalaba unas tiras de papel de colores con números correlativos. Cuantas más tabletas compraba el incauto cliente más tiras le regalaba el secretario.

En el sitio más destacado, la tómbola había colocado una televisión junto a una motocicleta, que eran los premios más codiciados. Si los ingenuos que picaban al ritmo de la facundia del secretario se hubieran fijado bien, habrían descubierto que televisión y moto tenían más ferias que días el año. Pero algo hay en nuestra naturaleza que hace que no veamos lo evidente. Resultaba que siempre había quien habiéndose gastado en tabletas lo que valía una televisión, terminaba llevándose a su casa una muñeca gigante o un orangután de trapo. En cuanto a los números de la rifa, el resultado se daba al final de la jornada. O sea, o estabas jugando hasta el cierre o si te tocaba no te enterabas.

El secretario, como digo, era pieza fundamental en el embuste. Lo mismo sucede con Carmen Calvo. Si no hacía creíble la añagaza al menos entretenía con su labia a los cándidos que se amontonaban frente al mostrador de la caseta, que es justo lo que a mí me parece que hace esta señora, la cual debe su cargo a los equilibrios de género –presidente hombre, vicepresidenta mujer-, y a los méritos contraídos en su devenir de cocinera a fraila.

Carmen Calvo, profesora y jurista,  es, o al menos lo parece, persona con escaso sentido del ridículo, pero muy grande en cuanto al de la oportunidad. Está siempre al quite. Al quite del despiste. Baste que vengan mal dadas para que encuentre una rápida justificación en el franquismo, en las derechas, en el PP abducido por Vox, en la falta de sentido patriótico de Pablo Casado. Como sucede con el secretario de la tómbola, no sé si es demasiado torpe, astuta o simplemente que es lo que es a tenor de la medida y nivel que marca el público, y en este caso su presidente, Pedro Sánchez. Pero el papel de secretaria lo hace bien, vende correctamente las tabletas y siempre hay un incauto que se las compra.

Mostró su deseo de que la Unesco legislara para todos los planetas o sentenció que un concierto de rock en español hace más por el castellano que el Instituto Cervantes

Me dicen que le molesta que le recordemos aquello de que el dinero público no es de nadie, algo que algunos compañeros suyos -digamos que de los ERE de Andalucía-, descubrieron sin necesidad de decir semejante sandez. En la misma línea mostró su deseo de que la Unesco legislara para todos los planetas o sentenció que un concierto de rock en español hace más por el castellano que el Instituto Cervantes. Bien, ya puesto podría preguntar a los Burning -un grupo de rock madrileño, sabe doña Carmen- por su canción más emblemática, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? Hay canciones premonitorias, oportunas que buscan dueño y dueña cada vez que suenan.

Pongamos que suena en este instante en que ha venido a decirnos lo que es y lo que no es importante. Pensé siempre que lo que sea sustancial o no es algo que decido yo, pero nunca esta señora que quiere tutelarme hasta el punto de señalarme el camino. Yo decido lo que me interesa, como lo decide el director de este periódico, y como lo decidía, ay Dios, Fernando Garea, el expresidente de la Agencia EFE que tanto ha tardado en descubrir que la gran agencia de noticias pública no es del Gobierno. A lo mejor, amigo Garea no es de nadie, y por eso te han cesado un sábado y además en un bar. ¡Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento!

Como el secretario de la tómbola que tanto admiraba en mi infancia, Calvo resulta útil para advertir al personal que el premio se acerca; útil para engatusar a quien una y otra vez se deja engañar creyendo que la siguiente mano será la verdadera; útil para que con cuatro palabritas el personal se entretenga y piense en lo verdaderamente importante.

Me importa si por el llamado caso Delcygate hemos dado cobertura a una señora que representa lo peor de una dictadura incapaz de asegurar alimentos y medicinas a sus ciudadanos

Pero sucede que lo de Venezuela importa, señora Calvo. A mí me importa saber si el Gobierno de mi país cumple o no con las leyes internacionales, me importa si dice la verdad, me importa si por el llamado caso Delcygate hemos dado cobertura a una señora que representa lo peor de una dictadura incapaz de asegurar alimentos y medicinas a sus ciudadanos, pero afanosa en encarcelar y torturar a disidente. Y claro que interesa saber que el presidente de EE.UU Donald Trump asista con desconcierto al viraje sobre Venezuela. Al parecer también le interesa a El País, que es quien ha publicado la noticia.

¿Qué esconde el cerebro de una dirigente que se atreve a decir qué es y qué no es lo que nos debe interesar?  Y sin embargo, hay mucho alrededor de Carmen Calvo que me interesa, pero ella no. Me interesa el disparate que con destreza ambulante, como las tómbolas, va instalando allá donde va. Y ya ven, profesora de Derecho Constitucional y vicepresidenta primera del Gobierno. Que ya lo dijo Monstesquieu: hay que estudiar mucho para saber poco. Amen.  

Nota.- Amigo y compañero Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación y persona encargada de comunicar a Fernando Garea su cese como presidente de la Agencia Efe. ¿De verdad no echas de menos los días de  radio, tu defensa superlativa de la independencia, tu ánimo transparente delante de un micrófono? De verdad no te parecen periodistas los que informan y porque informan opinan en radios y tertulias? Y no, no me puedo creer que fuiste tú el que cesaste a Garea en un bar. Eso no es verdad. Bares, qué lugares.    

   

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