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Opinión

Si Casado es el Rey Arturo, ¿quién es el mago Merlín?

Pablo Casado.

Manuel Pizarro, tras desgranar con generosidad un buen puñado de sus cualidades, definió a Pablo Casado como un Rey Arturo del siglo XXI y le exhortó a elegir con tino a sus caballeros de la mesa redonda para acometer con fortuna su descomunal aventura.

Casado ya tiene a su Lancelot. Es murciano y se llama Teodoro. Ha elegido a algunos fieles para que se sienten en su mesa. Maroto, Lasquetty, Levy, Lacalle.... Hasta Adolfo Suárez Illana tiene un hueco en el redondel. Faltan unas cuantas sillas por ocupar. Para eso está al mago Merlín, el brujo más admirado de la historia. Nadie sino él para completar el hechizo, para convertir las urnas en la espada Excalibur y transformar Moncloa en un Camelot de leyenda.

Aznar se mostró en Valencia como un Júpiter tonante, y retó al bronco y valeroso Abascal a decirle en la calle lo de ‘derechita cobarde’. Clint Eastwood no lo haría mejor

Ese Merlín, claro está, no es otro sino José María Aznar, el hechicero protector del joven héroe prometeico, el que prepara la poción mágica para reconstruir la casa común de la derecha, ese anhelo improbable. Aznar permanece en la sombra, rara vez se deja ver. Hace unos días se mostró en Valencia, como un Júpiter tonante, y retó al bronco y valeroso Abascal a decirle en la calle lo de ‘derechita cobarde’. Clint Eastwood no lo haría mejor.

Luego, desapareció. No concede entrevistas, huye de los focos y desprecia las cámaras. Entre tinieblas, maneja los hilos de la trama. Y escribe el guión. Lo primero, desterrar al marianismo, borrar todo rastro de la antigua camarilla asilvestrada, desalojar a los pérfidos, sepultar a los traidores, arrinconar a los tibios y perdonar a unas cuantas piezas sueltas de Morgana/Cospedal . Como estaba previsto, algunas quejas se oyeron. Críticas anónimas, reproches sin firma, ladridos sin voz. Rajoy ya es tan sólo una sombra del pasado.

El castillo de Génova

En certera maniobra, Aznar introdujo luego en el castillo de Génova a dos figuras imprescindibles: Fernández-Lasquetty e Isabel Benjumea, sangre liberal para componer la estrategia. Al tiempo, le insufló vida a los carteles de Madrid, con Isabel Díaz Ayuso y Martínez-Almeida, aguerridos e intrépidos. A continuación, entre un estruendo de tormenta, aterrizó por sorpresa, recién llegada de Oxford y la Pampa, Cayetana Álvarez de Toledo, un mix entre Ginebra y Éowin, que se encaramó a la cúspide de la lista por Barcelona.

El equipo se iba armando. Jóvenes, bien leídos, intelectualmente dotados, audaces, leales, sin complejos y con ganas de pelea. Aznar no se olvidó de Bruselas, donde se libra la gran batalla contra el malvado Puigdemont, el ogro de la historia. Allí enjaretó, en la alineación europea, a su mano derecha, Javier Zarzalejos, a la muy vivaz y despierta Ana Collado, al veterano Tono López-Istúriz, al eficaz Pablo Hispán y, para cerrar, a la mencionada Benjumea. Todos ellos, aznaristas, todos ellos, impregnados del espíritu de Faes. Todos ellos, de derechas. ¡Ay, Señor!, masculla Feijóo desde el rincón galaico.

Pablo Casado se muestra ahora más tranquilo, más sereno. Mira a su alrededor y apenas divisa ya el brillo de algún acero infiel

La mesa redonda ya está casi al completo. Faltan por cubrir algunas sillas, refuerzos de penúltima hora para librar el combate de las anheladas urnas. Pablo Casado se muestra ahora más tranquilo, más sereno. Mira a su alrededor y apenas divisa ya el brillo de algún acero infiel. Las encuestas le responden con una tímida sonrisa. Se ha deshecho de tres obsesiones. Excederse en los anuncios, recitar la letanía del ‘voto útil’ y arremeter contra Vox. Ahora modula su discurso, lo apacigua, no resulta tan copioso, tan abrumador. Menciona menos lo del juego de restos en las pequeñas provincias. Y ya hace cuatro días que no ha mentado a Vox.  

Esto marcha, pensará Pizarro, que se vino arriba y también observó en Casado algún rasgo de Eneas. Para consumar la epopeya, queda aún por cumplir el último capítulo. Derrotar al siniestro Sánchez, un Mordred de guardarropía. Solo así, Aznar conservará su capirote de mago Merlín. Sólo así, Casado habrá conquistado el Santo Grial

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