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Opinión

El borracho, Google y la grúa

¿Estamos ante shocks de precios que desvían la inflación temporalmente y con persistencia o la desvían permanentemente?

Las criptomonedas empiezan a calar en el ladrillo español
El mercado de las criptomonedas puede comprar Inditex, Santander y BBVA.

Viernes. Son las dos y media de la tarde y Pedro y Pablo han decidido dejarlo por esta semana. Salen de sus despachos y deciden escapar de la oficina antes de que alguien les impida siquiera tomar la dirección del ascensor. Al abrirse las puertas en la planta -1 giran a la derecha para alcanzar un todoterreno rojo mate.

- ¡Tío, vaya coche te has comprado!- le dice Pablo a un Pedro hinchado de vanidad mientras arranca su SUV I-pace de Jaguar.

- ¿Ves? Años hace que tenía ganas y no me lo he pensado- contesta Pedro mientras mira por el retrovisor para salir del aparcamiento.

- Y después de lo de esta semana. ¿Qué? ¿Cómo lo vas a pagar?- contesta Pablo mientras mira la salida del parking como si no necesitara escuchar la respuesta.

- ¡Cago en la …!- gritó Pedro mientras golpeaba el volante como si éste le acabara de insultar- ¡Quién me mandó meter tanto dinero de la cuenta en criptomonedas! ¡Me aseguraron que era una inversión segura!

- ¿Quién? ¿El pavo ese del Ted Talks? ¡Venga ya!- le recriminó Pablo-. Venga, vamos a dejarlo y vayamos a tomar unas cervezas. Creo que nos lo merecemos.

Mientras hablan de fútbol y de la enorme temporada de su equipo, Pedro sigue las instrucciones de Pablo.

- Vamos a una tasca cerca de casa. La cerveza es fría y la tiran como nadie en Sevilla. Además, podemos tomar algunas tapas y creo que nos lo podremos permitir, al menos este mes- dice Pablo mientras con la mano señala hacia la derecha con tiempo para que Pedro pueda girar.

- Vale, pero a la primera invitas- contesta Pedro más relajado.

Pedro no ha estado nunca en esa zona de la ciudad. Sigue las instrucciones de Pablo que, finalmente, le dice que aparque. Mientras le señala un hueco, Pedro repara en una señal que anuncia que serán retirados los coches por paso de cofradía entre la tarde del viernes y la del sábado.

- ¿Seguro?- le dice Pedro a Pablo mientras comprueba que la fecha indicada corresponde con la de esa tarde- ¡A ver si me voy a quedar sin coche!

- Tranquilo- le dice Pablo como si hablara con un niño antes de ponerse una vacuna- Vivo ahí arriba, y nunca he visto a la grúa llevarse nada. No son capaces de entrar en esta calle, así que no hay problema.

La locura de las cripto

Los dos dejan el coche y suben calle arriba mientras Pedro mira hacia atrás como si no estuviera convencido de dejar allí el coche. Pero finalmente doblan la calle y los dos empiezan a bromear sobre la locura de las cripto y la mala hora de confiar a ellas sus próximas treinta nóminas.

En poco más de cinco minutos llegan a la tasca. Y empiezan a beber mientras Pedro se queja de que Lagarde no haya subido tipos y que por eso está perdiendo dinero. Pablo, mientras agarra la tercera cerveza, se ríe como si hubiera escuchado un chiste malo mientras le dice con condescendencia que, quizás, sus malas habilidades para predecir al mercado han tenido algo que ver.

A las ocho, Pablo asegura no poder seguir y se despide de Pedro, ya que todavía quiere tomarse la penúltima.

- Nos vemos el lunes- le dice Pablo arrastrando las vocales por el efecto del alcohol.

- Eso si no nos llaman antes para decirnos que ni vayamos- replica Pedro mientras trata de acabar la frase apoyándose en la barra del bar para evitar caer del esfuerzo que le supone despedirse.

Poco más de media hora después, Pedro decide volver. No recuerda dónde dejó el coche, así que pide a Pablo que le mande la ubicación. La recibe a los pocos segundos con un mensaje aconsejándole que se quede dormir en casa. Su habilidad para conducir seguro se iguala en ese momento a su capacidad para predecir los precios de las criptos. “Cuando llegue al coche te digo”, le escribe como si fuera la primera vez en su vida que teclea su IPhone 13.

Obstáculos y alcohol

A partir de aquí empieza la odisea. Pedro camina siguiendo la línea que Google Maps le indica. Es difícil. Hay obstáculos en la calle, o lo que él cree entender por obstáculos. Un perro paseando con su dueño, un patinete mal aparcado. Cada vez que sortea los obstáculos le cuesta volver a la senda. Se desvía metros por culpa del alcohol que, a veces, hasta cambia de calle. En una ocasión unos chicos saliendo de un callejón le golpean sin intención en la misma esquina. Piden perdón y siguen. Pero a Pedro le cuesta mantener el equilibrio. Casi acaba en la otra acera de la calle, y poco a poco, con trabajo vuelve a la parte de la calle que le dice Google que siga.

- “En 100 metros, gire a la derecha”- le dice la voz femenina de su móvil.

Después de un enorme esfuerzo retoma la senda y prosigue. A veces se desvía a la izquierda y otras a la derecha. Pero siempre con el objetivo claramente marcado. Sin embargo, a menos de 300 metros del destino le escribe Pablo. “Ahora mismo la grúa se está llevando el coche”.

- ¡Mierda!- grita Pedro mientras alarga el quejido como si no supiera acabarlo.

Dada la nueva situación decide pedir un Uber que no tarda más de dos minutos en llegar. ¿Dirección?, le pregunta la aplicación mientras esperaba al coche. Busca en Google dónde está el depósito municipal y la introduce como puede.

Mientras saluda al conductor, el IPhone no deja de insistir que cambie de dirección. Pedro lo mira como si fuera a vomitar sobre él y desconecta a la señora del teléfono. Un nuevo destino ha sido marcado.

Llegados aquí, se preguntarán qué tiene esto que ver con una columna de economía. Les invito a mirar el gráfico que acompaña al texto y a que traten de evaluar las posibles metáforas. Imaginen que les comento que Pedro tenía claro su camino (tendencia) pero que, de vez en cuando, sufría choques que lo desviaban temporalmente. Es decir, temporal y a veces con persistencia, ya que el regreso a dicho camino no era inmediato. Sin embargo, al final, siempre volvía al camino que le llevaba a su coche. Sólo cuando algo realmente importante sucede (grúa) Pedro debe cambiar radicalmente su senda (cambio estructural permanente).

Y ahora les pregunto: ¿estamos ante shocks de precios que desvían la inflación temporalmente y con persistencia o la desvían permanentemente? Difícil saberlo. La semana que viene veremos, con el ejemplo de la subida del IVA de 2012 y el precio del crudo en 2008, qué puede significar persistencia y de cuántos meses podemos hablar. Y volveremos a discutir sobre qué es necesario para que estos shocks se transformen en algo permanente a largo plazo. Ya les adelanto que hace falta algo más que golpes.

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