Opinión

Cuando el apaciguamiento trae la guerra

Estados Unidos y la UE se dedicaron a amagar y no dar mediante represalias económicas que cosquillearon sin mayores consecuencias la espesa pelambre del oso ruso

Un edificio destruido en Makariv, Kiev

Mientras los cohetes rusos destrozan sistemáticamente las ciudades ucranianas -se calcula que los daños ya causados alcanzan el billón de euros- el proceso de negociación entre el P5+1 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania) y la UE sobre la reanimación del casi difunto acuerdo nuclear con Irán, conocido como el Joint Comprehensive Plan of Action, JCPOA, continúa en marcha incomprensiblemente. Un primer motivo de asombro en el contexto actual es que las potencias occidentales insistan en llegar a un entendimiento con el régimen teocrático iraní, siendo éste como es un aliado fiel de Vladimir Putin. De hecho, se ha conocido recientemente que los ayatolás están introduciendo armas de alta capacidad ofensiva en Rusia burlando las sanciones internacionales. Así, han proporcionado a las fuerzas armadas rusas un sistema de misiles Bavar 373 fabricado en Irán, muy similar al S-300 ruso, y han devuelto a Rusia con el fin de reforzar el poder de destrucción del ejército invasor uno de estos equipos que habían recibido en el pasado. No es extraño que un gobierno que ostenta el récord mundial de ejecuciones per cápita, que practica regularmente la tortura, que ejerce la más despiadada misoginia y que promueve el terrorismo internacional allí donde puede, apoye a un sátrapa de la crueldad y la falta de escrúpulos del primer mandatario ruso. Putin cuenta con la simpatía y la colaboración de Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Irán y Bielorrusia, es decir, lo más granado de las tiranías del planeta. Por consiguiente, cualquier acción que fortalezca a uno de sus amigos en estos momentos en los que se trata de presionarle al máximo para que detenga el martirio que está infligiendo al pueblo ucraniano, es simplemente absurda y contraproducente.

Se ha sabido que los negociadores norteamericanos y europeos del JCPOA están considerando seriamente ofrecer a los clérigos de Teherán el levantamiento de sanciones por valor de cien mil millones de dólares y la retirada de la Guardia Revolucionaria iraní de la lista de organizaciones terroristas internacionales. Teniendo en cuenta que esa enorme suma de dinero se empleará en financiar a Hamas, Hezbolá, los hutíes yemenís y las milicias fundamentalistas en Irak y Siria, además de colmar los ya abultados bolsillos del Líder Supremo Alí Jamenei, del presidente Ebrahim Raisi y de sus secuaces, resulta increíble que semejante equivocación pueda caber en cabezas mínimamente racionales.

Un segundo elemento digno de reflexión es que la experiencia ha demostrado que la parte iraní de acuerdos pretéritos sobre desnuclearización nunca los ha cumplido y que ha mentido, ocultado actividades e intentado destruir pruebas una y otra vez con total desfachatez. Por consiguiente, la resurrección del JCPOA, herido de muerte tras la retirada de Estados Unidos del mismo por Donald Trump, únicamente conducirá a que Irán disponga a medio plazo de armas nucleares y vectores para lanzarlas y encima pagadas por aquellos que tratan de evitar tal desgracia. En Cataluña tenemos un dicho al respecto relacionado con la infidelidad matrimonial y quién se hace cargo de la cuenta que no repito aquí por no entrar en la procacidad.

Si, además, cuando se emplea la fuerza se hace mal, a destiempo y fuera de la legalidad, como en Serbia en 1999 y en Irak en 2003, todavía con más razón los malvados de este mundo no te respetan y en cuanto pueden te atizan sin piedad

Es curioso a la vez que desmoralizador ver como Occidente ha venido repitiendo el mismo error a lo largo del último siglo ignorando la evidencia más que probada de que el apaciguamiento no funciona con interlocutores que no se dejan apaciguar, sino que aprovechan las treguas pusilánimes que se les brindan para rearmarse a tope y preparar mejor el siguiente golpe traicionero. Basta recordar los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial o más recientemente la guerra de Siria para advertir que determinados intentos de complacer al enemigo son percibidos por éste como debilidad y le animan al ataque. Si, además, cuando se emplea la fuerza se hace mal, a destiempo y fuera de la legalidad, como en Serbia en 1999 y en Irak en 2003, todavía con más razón los malvados de este mundo no te respetan y en cuanto pueden te atizan sin piedad en el convencimiento de que te vas a arrugar. Desde una perspectiva más doméstica, cuarenta años de complacencia con los separatistas catalanes, lejos de tranquilizarles, les estimuló a pisotear la Constitución el 1 de octubre de 2017.

Desconsuela pensar qué hubiera ocurrido si, tras la ocupación desaprensiva de Crimea en 2014, Ucrania se hubiese incorporado a la OTAN y un intimidante contingente de la Alianza Atlántica hubiese entrado en este país para realizar unas maniobras conjuntas por tierra, mar y aire con el ejército ucraniano al igual que Rusia hizo a continuación en Bielorrusia. Por el contrario, Estados Unidos y la UE se dedicaron a amagar y no dar mediante represalias económicas que cosquillearon sin mayores consecuencias la espesa pelambre del oso ruso. Putin les tomó la medida y preparó cuidadosamente el horror que vivimos actualmente. Estas conjeturas vienen al caso con relación al temor de que el dictador encubierto del Kremlin recurra a su arsenal nuclear. La forma segura de invitarle a apretar el botón rojo consiste en situarle en el convencimiento de que la OTAN no se atrevería a responder por temor a un Armagedón de dimensión universal. Las fieras huelen el miedo, su aroma las embriaga y las induce al zarpazo.

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