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Opinión

Algunas certezas sobre 2022

El nuevo año debe ir de menos a más gracias a las vacunas, el turismo y los fondos europeos

A vueltas con el salario mínimo y las diferencias regionales
Billetes de euro

Hace un año publiqué aquí un artículo titulado "2021 tiene que ser mejor que 2020" y ya en el primer párrafo advertía: “Nunca que yo recuerde ha habido más consenso en que el año que viene será mejor que el actual. Precisamente el mayor riesgo será que se defrauden nuestras expectativas y no porque no vaya a ser cierta la mejora, es que quizás esperamos demasiado”.

Por desgracia, parece que fue acertada: ha sido mejor pero no tanto. Especialmente en España donde el gobierno esperaba, en el cuadro macro de los Presupuestos Generales del Estado de 2021 elaborado en octubre de 2020, un crecimiento del PIB del ¡9,8%! que, tras la fuerte ola de enero ya quedó obsoleto y que, finalmente, será en torno a la mitad de esa cifra. No obstante, no todo es malo, gracias a los ERTE –flexibilidad apoyada por la reforma laboral de 2012 y que siempre fue criticada por Podemos- y a un enorme gasto público (se ha disparado el empleo de las administraciones, sigue por debajo de 2019 el privado) sostenido sin tensiones gracias al BCE y el apoyo europeo, el empleo se ha podido recuperar en gran parte, incluso por encima de las previsiones. Lo cierto es que el alto porcentaje de vacunación nacional, con razón o sin ella, nos ha ayudado a perder el miedo y eso ha aumentado mucho el turismo nacional y el consumo, lo que también ha ayudado al mercado laboral.

La gran incógnita para 2022 no está tanto en la situación nacional como en el contexto internacional, el rumbo de la política monetaria y el comportamiento de los mercados financieros

Sin embargo, como pasa con el Ibex que acaba el 2021 en positivo pero con la mayoría de los accionistas decepcionados, España pierde mucho cuando comparamos nuestra situación con la de nuestros vecinos: somos el país de la UE que más lejos está del PIB que tenía a finales de 2019 y donde más ha caído la productividad desde entonces. Si a eso sumamos el alto déficit presupuestario estructural (el que no se arregla ni con récord de recaudación debido a las subidas impositivas) y que somos, junto a Grecia, el miembro de la Eurozona con mayor tasa de paro, nos encontramos con una situación muy complicada en nuestro país. A eso se le añade la inestabilidad política, no sólo por las disensiones en el Gobierno de coalición, también por las tensiones territoriales. En cualquier caso, la gran incógnita para 2022 no está tanto en la situación nacional como en el contexto internacional, el rumbo de la política monetaria y el comportamiento de los mercados financieros.

Hacer predicciones es jugar porque nadie conoce el futuro y la cantidad de variables es tan enorme que ni una compleja máquina es capaz de predecir qué ocurrirá los próximos doce meses pero es inevitable, cuando empieza un año nuevo, intentar establecer un escenario sobre lo que pensamos que pasará, lo que consideramos más probable, siempre sin tomárnoslo demasiado en serio. Supongamos que, como parece, el proceso de vacunación consigue que el impacto sanitario y económico del virus sea cada vez menor y no obstaculice el crecimiento, y apenas reste algunas décimas. Asumamos también que en el verano del hemisferio norte, con climas más cálidos, la situación sanitaria no impida que se viaje y que el turismo internacional, sin llegar a los niveles de 2019, aporte más que en 2021. Sólo con eso, más el dinero europeo, deberían garantizar un crecimiento del PIB español superior al del año pasado.

Que sobrevenga algún tipo de tormenta financiera grave, como el tan temido crash bursátil, quizás relacionado con alguna divisa importante o con el mundo cripto…

¿Riesgos? Muchos, y casi todos exógenos. Que una nueva variante del virus sea más virulenta y contagiosa y ello implique más restricciones de movilidad; que la inflación alta no se relaje según avance el año y eso haga que caiga el consumo; que la política monetaria se endurezca y la cómoda situación española (para los consumidores pero sobre todo para las administraciones públicas y empresas) para endeudarse barato cambie; que por temas geopolíticos pueda haber escasez de algunos materiales (y esto haga que exportemos menos, por ejemplo automóviles, una parte importante del PIB); que sobrevenga algún tipo de tormenta financiera grave (un crash bursátil relacionado con alguna divisa importante o con el mundo cripto)… y luego está lo que nadie quiere nombrar pero que ya ha pasado otros años: terrorismo, guerras (¿Ucrania, Taiwan…?), crisis políticas (no es tan improbable que un miembro de la Eurozona tenga un gobierno que defienda salirse de ella por ejemplo).

Sin embargo, en mi escenario base para 2022, veo pocas posibilidades a un empeoramiento de la situación con el virus (recordemos que la gripe de 1918 –la mal llamada española- fue muy grave y no duró más de dos años); la alta inflación está muy influida por los altos precios energéticos que deberían ceder cuando pase el invierno; descarto que BCE vaya a endurecer de forma significativa –y no digo que no suban los costes de financiación pero no de forma dramática- su política monetaria dado que hacerlo supondría dañar tanto las finanzas públicas de España e Italia, que arriesgaría una crisis sistémica para la Eurozona. Tengo la opinión de que el comercio es el mejor antídoto contra las guerras y al final la globalización hace que a China y a los Estados Unidos no les interese que al otro les vaya muy mal, sólo un poquito. Igual le pasa a Rusia, en este juego geopolítico al final el daño que se hacen siempre es limitado porque saben que se puede volver en su contra; no obstante, Xi Jinping no actúa últimamente de forma muy lógica por lo que el riesgo existe. Por supuesto puede haber algún “cisne negro”, algo realmente improbable que nadie espere pero en mi opinión el mayor riesgo para 2022 es que haya una corrección muy fuerte en el precio de muchos activos, dado el valor irreal que muchos tienen debido a tantos años de política monetaria ultraexpansiva.

En resumen, un año que debería ir de menos a más, en los que según pasen los meses baje la inflación y se empiece a notar el efecto del dinero europeo y la vuelta del turismo internacional pero con muchos riesgos, la mayoría foráneos, entre los que destaco una fuerte corrección bursátil (simplemente con que Wall Street volviera a los niveles pre-pandemia, algo nada descabellado, bajaría un 30%) o de algunos otros activos como las criptomonedas, siendo especialmente peligroso para España si lo que corrige es la bajísima rentabilidad a la que puede colocar su deuda desde hace años.

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