Opinión

Adiós, Sánchez, adiós: el PP camina hacia los 160 escaños el 23-J

Feijóo amplía la transferencia de votos de PSOE y Vox tras el cara a cara y descarta nuevos debates
Alberto Núñez Feijóo, en Génova tras el cara a cara del lunes. PP

La suerte está echada. El domingo 23 de julio quedará derogado Pedro Sánchez y el sanchismo y solo faltará comprobar hasta dónde llega la marea del rechazo a cinco años de Gobierno Frankenstein. Las encuestas, las de verdad, reflejan que el PP se mueve ya sobre la frontera de los 150 escaños y que el debate –donde Pedro Sánchez sorprendió incluso a sus rivales por su penoso papel- cortó de raíz cualquier atisbo de recuperación tras una semana de patearse los platós ‘enemigos’. De hecho, hay trackings –guardados bajo siete llaves “no vaya a ser que desmovilicemos”, previenen quedamente en Génova- que colocan al PP “en los 160 escaños”.

El rechazo, dicen los politólogos, es uno de los principales animadores del voto en España: se vota contra alguien o contra algo. Y Sánchez ha alimentado ese rechazo en estos cinco años mientras su círculo de hierro le decía lo que quería oír: que pactar con Pablo Iglesias y entregarle cinco ministerios después de decir que jamás lo haría porque no podría dormir, no le pasaría factura.

Que sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado o la mal llamada ley de Memoria Democrática con los herederos de ETA no estaba mal vista “salvo en Madrid”, como le decían hace meses a Pedro Sánchez sus consejeros monclovitas.

Que excarcelar con unos indultos a los independentistas juzgados y condenados por atentar contra el Estado y reformar los delitos para allanar que lo vuelvan a hacer en el futuro, tampoco tendría un coste electoral más allá de “los gritos de la prensa de la caverna”, que, ya sabemos, tiene fijación contra su sanchidad por unos cuantos ‘cambios de opinión’ presidenciales.

Pedro Sánchez y la soberbia

La soberbia de Sánchez, sin nadie que le diga que el rey estaba en harapos, ha sido su peor consejera. Tras sufrir un revolcón histórico el 28-M y perder Baleares, Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón, Canarias y La Rioja, su reacción fue convocar elecciones generales en pleno verano y doblar la apuesta: sería un plebiscito sobre su persona. Y él llevaría todo el peso de la campaña. El 23-J, Sánchez conminaba a elegir entre él o los pactos entre el PP y Vox. Y la gente lo tiene muy claro.

Obligado por el castigo de las autonómicas y municipales que desarboló el partido y desmotivó a numerosos cuadros y federaciones que, además, perdieron de un plumazo el poder, Sánchez asumió el peso de la campaña. Pateó todos los medios que llevaba cinco años sin pisar y, con una táctica que luego echó en cara a Feijóo, soltó como una ametralladora un sinfín de mentiras (Galope de Gish) para intentar movilizar a los votantes de izquierda.

Pero la soberbia volvió a jugársela. Llegó a pedir seis, siete debates, convencido de que su fotogenia, su saber estar y su verborrea desarmaría y daría un golpe definitivo a “ese señor de provincias” llamado Feijóo... que ha ganado cuatro mayorías absolutas y que ni siquiera dejó de mitinear el fin de semana previo al cara a cara. El resultado: Feijóo salió del debate reforzado frente a un Sánchez que perdió los nervios desde el minuto uno y pasó el resto del programa braceando, negando lo que decía su rival, los ojos muy abiertos y la boca crispada, pero sin ofrecer un dato. Era un boxeador sonado que solo buscaba el toque de campana.

Los efectos se han ido extendiendo desde el momento que terminó el cara a cara: tanto optimismo en Génova como desilusión en Ferraz. “Sánchez llegó a la campaña con la idea de poder bloquear, con los socios de estos cuatro años, un Gobierno de PP y Vox. Ahora, llegamos a la segunda semana sabiendo que esto no hay dios que lo levante…”, dice gráficamente una fuente del PSOE madrileño.

La suerte está echada. Tanto, que ahora sí dejan a Yolanda Díaz que vuelva a salir tras el Consejo de Ministros, aunque sea para vender la retirada a Franco de una medalla del mérito al trabajo que nadie sabía que tenía. Pero si no se sale en auxilio de Yolanda, la debacle el 23J va a ser total.

Sumar será el otro gran fiasco de estas elecciones. Se está moviendo en cifras casi de IU. Por detrás de Vox –que también perderá muchos escaños por el voto útil al PP- y por debajo de las cifras que logró Pablo Iglesias con Podemos en 2019. Pobre Yolanda: Pablo e Irene están esperando a la noche de los cuchillos largos. El veto a Montero, a Echenique, a todo lo que oliera a Pablo, ha provocado la desafección de los votantes fieles a la pareja de Galapagar. Y Pablo no hace enemigos. Con que saque un escaño menos que él, irá a muerte contra Yolanda, contra Íñigo, contra todos los que le traicionaron. Llegará la noche de los piolets.

La suerte, insisto, está echada. Y el domingo próximo se pondrá fin al sanchismo. La gente votará contra Sánchez y contra cinco años de ocupación sin complejos de las instituciones –desde la Fiscalía General del Estado con una exministra (Dolores Delgado), al Tribunal Constitucional con otro (Juan Carlos Campo)-. A cinco años del uso cuasi delictivo del CIS por quien formara parte de la Ejecutiva del PSOE (José Félix Tezanos). A cinco años con récord de asesores colocados a dedo y de gobernar por decreto.

Pobre Yolanda. Pablo Iglesias no hace enemigos: si Sumar saca un escaño menos que Podemos en 2019, irá a muerte contra ella, contra Íñigo y contra todos los que le 'traicionaron'. Llegará la noche de los piolets

Solo queda esperar hasta dónde llegará la marea azul de Feijóo, que ahora estaría subiendo hasta los 160 escaños, sobre todo, a costa de Vox: Abascal también deberá hacérselo mirar la noche del 23 si, como apuntan las encuestas, se queda en torno a los 30 escaños. En Génova, dicen, si “al final quintuplicamos los escaños de Vox, ¿qué legitimidad va a tener para querer entrar en el Gobierno? ¿se atrevería a bloquear la investidura de Feijóo?”. Les pasó en Andalucía y antes en Madrid.

Ahora, Vox deberá gestionar sus consejerías y puestos de poder en Baleares, Comunidad Valenciana y replantearse si el camino y las personas que están manejando el partido en detrimento de los llamados ‘liberales’ son los responsables de esta caída en escaños y de este retorno de votos al PP. Haría bien en pensarlo antes de que sea tarde. Los cadáveres de Ciudadanos y de Podemos aún están calientes…  

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