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Opinión

Europa hace aguas (mayores)

El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont se dirige a los medios tras abandonar la cárcel de Neumünster en Alemania el pasado 6 de abril.

Quién nos iba a decir que a los europeístas convencidos nos entrarían las primeras dudas por la vía de la Justicia. Anda que no tenemos diferencias que superar en ese camino hacia una Europa de los ciudadanos, pero no se me había ocurrido pensar en que uno de los escollos más importantes serían los jueces. Ya sabíamos que hay un trabajo duro para  homogeneizar, en lo máximo que se pueda, los códigos penales que tiene cada país miembro, pero lo que no habíamos previsto es que, además, los jueces iban a jugar a tocar las narices de sus colegas que hablan otros idiomas.

Ya lo de los alemanes fue llamativo, con ese concepto de rebelión que pasa porque el rebelde haya vencido. Pero lo de los jueces belgas no tiene un pase

Lo de los alemanes llamó mucho la atención. Tienen un concepto de rebelión que pasa porque el rebelde haya vencido. Si no, les cuesta mucho trabajo creérselo. No sé qué tal quedará cuando Alemania ponga sus ojos en un nazi de los que habitan nuestras costas y lo reclame por eso, por ser nazi. No me imagino a los jueces españoles diciendo que, mire, que no, que nosotros somos más condescendientes con los franquistas y que a su nazi no le vamos a mandar a la sombra de una mazmorra germana con lo ricamente que está al sol de nuestras playas.

Más meridiano resulta lo de Bélgica. Conocimos a sus jueces en la época en la que ETA mataba, y ellos no se querían enterar, que estaban ensimismados con ser tierra de libertades. Con esa actitud permitida por Europa, se convirtieron en semillero de terroristas, mientras ese gobierno y esos jueces silbaban. Hasta que les tocó llorar a sus muertos y entonces admitieron que habían permitido un gueto peligrosísimo para todos.

Pero el que tuvo retuvo, y los jueces belgas se están dando una buena panzada de tocar las narices a la Justicia española. Lo último ha sido para enmarcar en la futura historia de la Unión Europea: devuelves a un juez español una euroorden porque le falta una soberana minucia; ¿no había otra fórmula de cooperación honesta para avisar de que podía existir un error tonto de forma sin dejar en libertad sin medidas cautelares a los presuntos delincuentes? Lo que ha hecho en esta ocasión la Justicia belga es poner una zancadilla al Tribunal Supremo español, a mala leche y con alevosía. Y así no se construye Europa ni nada que se le parezca.

Urge desmantelar estas normas que permiten a un juez de una esquina de Europa tomar decisiones que tienen una gran trascendencia en la otra esquina

Con todos estos rifirrafes jurídicos dando cobertura a unos independentistas que si se caracterizan por algo es por su orgullosa disposición a pasarse la legalidad vigente por el arco del triunfo, el líder del PSOE ha propuesto modificar esa legalidad, para que en el futuro no se puedan reír de nosotros ni ampararse en jueces extraños que ven muy bien los toros desde la barrera. Vale, pero no soluciona el problema actual, que no es otro que el que Europa permite que sus administraciones de justicia locales jueguen con fuego si el que se quema es otro país.

Lo que hay que promover ya, y si es necesario gritando, es una reforma en profundidad de los sistemas de cooperación judicial, mientras llegamos a un territorio más compatible con el raciocinio. Urge desmantelar estas normas que permiten a un juez de una esquina de Europa tomar decisiones que supongan una gran trascendencia en la otra esquina. Solo faltaba que a estas alturas de partido necesitásemos que un magistrado belga, o alemán, nos firmaran un certificado de demócratas. Si no, Europa hará aguas, pero mayores.

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