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Opinión

Europa y el ‘derecho creativo’ de la Justicia española

Aparcamiento de la T4 en Barajas

En la película alemana “El Veredicto”, en la que los espectadores eligen desde sus butacas el final, el juez pide al público que juzgue “solamente por lo que crea que es lo correcto”. Una cita que sirve para definir el llamado “derecho creativo” que se ha puesto tan de moda en los tribunales españoles. Los magistrados ya no se limitan a aplicar la ley, sino que buscan que sus resoluciones sean aceptadas y aplaudidas por la sociedad que exige cada día más contundencia y ejemplaridad contra los delincuentes.

 

El Tribunal de Estrasburgo condenó la pasada semana a España por los malos tratos sufridos por los etarras Igor Portu y Martin Sarasola cuando fueron detenidos en el 2008 por la Guardia Civil. Los jueces europeos reprochan a sus colegas españoles que se creyeran a pie juntillas la versión de los agentes y no la contrastaran con las denuncias de los terroristas y, por tanto, que anularan la condena de la Audiencia de Guipúzcoa por torturas. Por su parte, el Tribunal Constitucional ni siquiera admitió a trámite el recurso de los etarras, autores del atentado de Barajas en el 2006 que puso fin a la tregua de ETA decretada nueve meses antes.

 

Los magistrados ya no se limitan a aplicar la ley, sino que buscan que sus resoluciones sean aceptadas y aplaudidas por la sociedad

 

“Estrasburgo se encontró con dos sentencias contrapuestas y examinó a quién debía dar la razón”, explican fuentes jurídicas que quitan hierro a la decisión del tribunal europeo y recuerdan que no es la primera condena por hechos similares. Por su parte, algunos magistrados reconocen que durante los 50 años de existencia de ETA ha existido un “derecho penal” del terrorista que, según las circunstancias, ha ido alternando “los principios de libertad y seguridad”.

 

Por ello, no es de extrañar que las denuncias de torturas de los etarras no fueran tenidas en cuenta, sobre todo porque la organización terrorista instruía a sus comandos para que estos acusaran sistemáticamente de maltratos a los agentes que les arrestaban y así provocar que las investigaciones judiciales quedaran viciadas. Fuentes jurídicas aseguran que ante este tipo de denuncias es complicado decantarse por una versión, a pesar de que en esta instrucción existían informes médicos que certificaban que las lesiones de los detenidos no se correspondían con las habituales en una detención violenta.

 

Asimismo, en esta investigación los jueces actuaron como diques de contención de la sociedad que, tras un atentado con dos muertos, no habría entendido que los etarras sacaran ventajas por los malos tratos y los guardias civiles que los detuvieron fueran condenados por torturas. Así que optaron por el “derecho creativo” y negaron la versión de los terroristas, de los testigos y de los informes médicos.

 

La justicia europea ha optado por la solución menos lesiva para España. Si hubiera declarado que hubo torturas, los etarras habrían tenido derecho a que se revisaran los fallos dictados contra ellos

 

Esa decisión es la que, en el fondo, censura Estrasburgo, que se ha decantado por una solución intermedia al condenar a España a pagar una multa por malos tratos. Y lo que a simple vista pareció una derrota, no fue tal, porque si la posición de tres de los jueces del Tribunal Europeo de Derecho Humanos, partidarios de calificar estos hechos como tortura, hubiera sido mayoritaria, el golpe a la justicia española habría sido mucho más duro, ya que se habría visto obligada a revisar la sentencia que condenó a los terroristas.

 

Estrasburgo revisó el pasado año seis sentencias dictadas por los tribunales españoles y dictó condena en cinco de ellas. En la de Portu y Sarasola recuerda que “incluso en las circunstancias más difíciles, como la lucha contra el terrorismo, la convención prohíbe en términos absolutos la tortura y los malos tratos”. Sin embargo, en los tribunales españoles parece que ha hecho mella el alegato del responsable del penal de Guantánamo cuando es interrogado por un abogado de la Marina en la película “Algunos hombres buenos”: “No tengo ni el tiempo ni las ganas de dar explicaciones a un hombre que se levanta y se va a dormir bajo la manta de libertad que yo le garantizo, y que luego cuestiona la manera en que yo le protejo”.

 

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