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Opinión

Barcelona, un laboratorio

Imagen de La Rambla de Barcelona llena de turistas.

Merece la pena detenerse a observar las diferentes probetas que se exhiben en este laboratorio político y social que alguien bienaventurado llamó la “ciudad de los prodigios”. No es que aquí se estén ensayando fórmulas novedosas ni que los resultados de los ensayos aporten hallazgos para las ciencias sociales. Todo lo contrario. Hay pocas novedades, pero se puede vivir al tiempo en dos ciudades, la real y la que se siente satisfecha porque le basta con no mirar. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Nunca fue Barcelona capital del honor, ni de la gloria, pero uno de los más grandes escritores, hoy denostado por el analfabetismo autóctono, se refirió a ella como modelo de hospitalidad. Eran otros tiempos. Tampoco abunda en el humor y la gracia porque aquí el personal tiende a la sosería, herencia de siglos de sotanas, penitencias y comercio al por menor. Explicar la sal gruesa de Pitarra, actor bufo, o el infantilismo escatológico del caganer, figura señera del Belén navideño, son pruebas más difíciles para un foráneo que recitar de corrido setze jutges mengen fetge d´un penjat. La gracia vino del sur, con la emigración, con los charnegos, antes de que aquí se inventaran los televisivos polacos. Somos la única sociedad bien pensante que se buscó un apodo a la altura de sus ambiciones. La acuñación del “polaco” en Cataluña merecería una tesis doctoral que de seguro no avalarían en la Universidad Pompeu Fabra. Nada menos receptivo al humor que un creyente inconmovible a la realidad.

Barcelona es la única ciudad del globo donde no se sabe qué es violento y qué no lo es mientras la alcaldesa no lo sentencie

En la alcaldía de Barcelona cabe todo, desde la urbanística corrupción de los tiempos del alcalde Porcioles, antiguo diputado de la Lliga de Cambó, al lumpen político a la calabresa de Ada Colau. Como en cualquier capital del mundo se dan situaciones insólitas pero lo nuevo aquí es que la alcaldesa tiene entre sus atribuciones la de señalar qué es intolerable, qué es libertad de expresión y qué hechos no existen. La cima de esta encarnación de la “mona de Pascua”, siempre diferente y siempre lo mismo, ha sido la elaboración de una “Guía de comunicación inclusiva” que han ignorado casi todos los medios de allende el Ebro. El nuevo manual de urbanidad para barceloneses acojonados incluye perlas como la de no afirmar “hoy estoy depre” que deberá sustituirse por “hoy tengo el día triste”. Menos aún el “vete a tomar por el culo”, expresión con tantas cadencias LGTBI, a reemplazar por “vete a freír espárragos”. ¡Pobre abuela mía, después de tantos años muerta ahora sale Ada Colau para reivindicarte!   

Todo ciudadano se siente herido y humillado cuando un criminal consigue matar a una persona para robarle violentamente el bolso. Barcelona es la única ciudad del globo donde aún no se sabe qué es violento y qué no lo es mientras la alcaldesa no lo sentencie. La viceministra coreana Hyewon Kim fue asesinada por un chorizo cuando paseaba por la Ciudad Olímpica, la ajada Meca de la posmodernidad barcelonesa.

Un crimen singular porque se trata de una autoridad de un país que atraía miles de visitantes -hablo en pasado porque nadie ha querido reproducir lo que los medios surcoreanos han dicho de esta ciudad violenta y sin ley “de la Diagonal hasta el mar”-. Ningún medio de comunicación barcelonés llegó siquiera a citar su nombre y “el incidente” pasó a los archivos de casos por investigar, un “robo con tirón”. En un rasgo de humor necrófago la alcaldesa mandó un “tuit” de condolencias, no sé si a la embajada, a la familia, o a la tribu que la jalea. Nadie, ni la oposición ni las sociedades de reproches mutuos, tan prolíficas en la ciudad, se molestó en saber más, ni en preguntar. La alcaldesa calló en el supuesto dolor íntimo que la consume. ¡Corea del Sur queda tan lejos y ellos son tan suyos!

Somos la única sociedad bien pensante que se buscó un apodo a la altura de sus ambiciones: ‘polaco’

¿Por qué es significativo el crimen de la viceministra surcoreana? Cuando matan a un alto cargo extranjero debemos aplicarnos el cuento: nuestra vida no vale un carajo, porque ni somos turistas, ni surcoreanos ricos, ni personas VIP, ni amigos de la alcaldesa y de las tribus que la sustentan. Sencillamente somos eso que los diarios enuncian como si se tratara de un anuncio farmacéutico: “gentes susceptibles de sentirse afectados por la violencia ciudadana”.

Nadie sabe cómo la palabra violencia se ha convertido en una especie de baúl de farandulero. En él entra todo y sale luego convertido en lo que cada cual desea. No hay nada que más irrite al ciudadano asentado, hooligan arrebatado, que le califiquen de violento, o incluso de complaciente con la violencia. La violencia es la que ejercen los otros para limitar el uso de la suya. Cuando la alcaldesa Colau cruzó la Plaza de San Jaime para seguir el ritual de presentar sus respetos a la Generalitat, le llovieron los huevos, los escupitajos y los insultos. Y ella lloró. No podía imaginar que le pudieran hacer una cosa así los que hasta ese mismo día le jaleaban los desplantes.

“¡Hacerme esto a mí! ¡Hacerme esto a mí!”, repetía entre lágrimas, pero lo realmente cómico, a fuerza de patético, es el argumento: “Lloro por mis hijos”. Hay que ser un cínico redomado para meter a los niños en esta historia de adultos desnortados. Posiblemente sus adversarios no tienen hijos, o siguiendo la secuencia de este serial del despropósito, no deberían tener derecho a ellos. O sea que la primera vez que la alcaldesa llora es por sus niños y no por sus adversarios a los que los suyos insultan, acosan y les hacen la vida difícil. No hay lugar para la piedad, menos aún para la humildad. Al enemigo ni agua, pero ojo con echarme la palangana encima.

Nunca fue Barcelona capital del honor ni de la gloria, pero hubo un antes en el que no era raro oír referirse a ella como modelo de hospitalidad

Habría tantos ejemplos que convertirían este artículo de laboratorio en un matadero para el despiece de animales de todas las especies, pero el ámbito donde se desarrolla el drama es, al parecer de algunos, un circo de horarios convenidos. No hay humor, por vitriólico que sea, que sirva para dar una pátina de sonrisas e ironías a una realidad que sólo admite la obviedad de dos actitudes: o se mira o se cierra los ojos. Y para una vida tranquila basta con cerrar los ojos y hacer como que no ves. El exministro socialista Joan Clos, exalcalde de Barcelona y exembajador de España en Turquía, ha aceptado trabajar en el gobierno de la Generalitat a las órdenes del mismo conseller independentista que surte las embajadas catalanistas en el exterior. No es por el dinero: es por el cambio climático.

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