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Ciencia

El secreto de las manchas oscuras en el granito

El desarrollo urbanístico ha tendido a utilizar los medios disponibles en su entorno

Oleksandr Berezko / Shutterstock.

Las escaleras de un edificio, la fachada de otro o la encimera en una cocina… Si son de granito, pueden estar moteadas con pequeños cuerpos oscuros. Estos cuerpos oscuros aportan pistas sobre cómo se formaron algunas cordilleras y también los continentes.

Su nombre académico es “enclaves microgranulares máficos” y tintan al granito como las manchas a un dálmata. Se pueden encontrar por doquier en las formaciones graníticas. Tan comunes como enigmáticos, las ciencias de la tierra han sido testigo de un sinfín de controversias sobre su origen. Y si bien podemos hacer infinidad de preguntas, podemos condensarlas en la más evidente: ¿qué relación tienen esas manchas oscuras con el granito que las incluye?

Si nos ceñimos a lo más inmediato, la respuesta es sorprendente, pero no por ello menos compleja: los enclaves son familia directa del granito. Es más, podríamos incluso decir que son “su padre”. Pero vamos paso a paso. ¿Qué son los enclaves? ¿Qué es eso de “padre” de un granito?

Los enclaves: manchas oscuras rodeadas de una masa blanca

En geología, un enclave es un fragmento de roca aislado y rodeado de otra roca distinta. A diferencia del granito, conocido por sus distintivos y grandes cristales de cuarzo, feldespato y mica, los enclaves son microgranulares y se conforman de diminutos cristales. Además, son máficos –ricos en magnesio y hierro–, de ahí su color oscuro.

Muestra de enclave microgranular máfico.

Se pueden encontrar, además, de distintos tamaños, desde unos pocos centímetros hasta casi un metro. Pero todos tienen su característico aspecto: manchas oscuras rodeadas de una masa blanca.

Magmas que dan lugar a magmas

Podemos entender que los enclaves son cuerpos oscuros aislados dentro del granito. Pero ¿qué significa eso del parentesco?

Todos podemos entender que, por ejemplo, al salir magma por un volcán, se congela casi al instante. Si por el contrario ese magma no sale a superficie se enfriará más despacio, cristalizará lentamente y sufrirá una evolución en su composición.

Esquema conceptual de la diferenciación magmática. En ella, por enfriamiento un magma de composición A cristaliza, dando lugar a un magma de composición B.

Al enfriarse, los magmas cristalizan, pasando a tener una parte sólida –los cristales– y una líquida –el magma restante–. Por decirlo de una forma más sencilla, un magma es como una sopa. Al estar caliente, todos los ingredientes de la sopa se encuentran bien mezclados, pero al enfriarse se separan.

En los magmas la separación se debe a la cristalización. Para su formación, los cristales atrapan elementos (silicio, magnesio, calcio…) y se los arrebata al líquido, que se empobrece.

El producto final es un líquido de composición distinta. Al proceso lo conocemos como diferenciación, y al magma precursor que por diferenciación da lugar a otro lo llamamos magma parental.

El parental de los granitos

Nuestro más reciente trabajo pretende dar una respuesta integradora al problema de los enclaves en granitos pos-colisionales. Ahora que controlamos los conceptos necesarios, podemos reconstruir su origen.

Tomamos como punto de partida un magma generado en el manto. Este ascenderá lentamente hasta encontrarse con la base de la corteza, en la que el contraste enorme de densidad hará que se estanque. El límite entre la corteza, tanto oceánica como continental, y el manto se conoce como Moho. Tras acumular una masa crítica, este magma parental conseguirá ascender y se encontrará con una corteza fría, provocando su congelación.

En este tiempo, el magma aún estancado se habrá diferenciado. Consecuentemente, el siguiente pulso magmático tendrá una composición distinta al inicial. Y no solo eso, sino que al encontrarse una corteza ya calentada, podrá ascender más y formar una cámara magmática a poca profundidad.

Esquema conceptual del modelo genético de los enclaves.

Durante su ascenso, estos pulsos de magma diferenciado, ya granítico, son capaces de arrancar fragmentos del conducto de ascenso, formado por el primer pulso de magma parental.

El resultado final es el que observamos, y la relación entre los enclaves y los granitos, tan llamativamente distintos, queda resuelta: los enclaves son el magma parental del granito que los incluye.

La ciencia a pie de calle

Todo este proceso puede verse a pie de calle. El desarrollo urbanístico ha tendido a utilizar los medios disponibles en su entorno. Si tomamos como ejemplo Madrid, su fuente de rocas de construcción más cercana es el Sistema Central, una cordillera plagada de intrusiones graníticas. Por ello, en un paseo por Madrid se encuentran frecuentes fachadas y pavimentos esculpidos en granito. Y como Madrid, podría hablar de Barcelona, Valencia o Granada.

Fotografía a microscopio de una sección de un enclave. Se aprecia un agregado de cristales de diferentes minerales, mayoritariamente anfíbol. Cedida amablemente por A. Castro, coautor del trabajo recientemente publicado.

Resulta impensable que algo que vemos de forma tan cotidiana, los granitos, puedan llegar a contar una historia tan compleja. Y más aún, que los enclaves, esos pequeños glóbulos oscuros que parecen manchas, puedan ser el padre del granito que los engloba.

La belleza de las ciencias de la tierra es su inmediatez, en forma del mundo que nos rodea. De este modo, los granitos, y su parental, los enclaves, son pequeñas piezas del gigantesco puzzle que es nuestro planeta.

Daniel Gómez-Frutos, PhD Student, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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