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El partido de la muerte

Leyenda, propaganda y algo de realidad han moldeado la historia en la que se inspira la película Evasión o victoria, un encuentro entre nazis y prisioneros de un campo de concentración de Kiev.

Fotograma de la película Evasión o victoria en el que Sylvester Stallone (segundo por la izquierda), el futbolista escocés John Wark (detrás, con bigote) y Pelé (al fondo), entre otros, escuchan a Michael Caine (a la derecha de la imagen, de perfil).

El balón (la vida) y sus vueltas. La historia viene y va, y la invasión de Ucrania devuelve un inusitado protagonismo a un recuerdo borroso de fútbol, heroísmo y guerra. Amenazado por el paso del tiempo, desplegado por la propaganda soviética primero, convertido en leyenda después, rescatado por el cine para Occidente, rememorado una y mil veces desde entonces, y hoy, de nuevo, revivido por culpa de esta guerra en el este de nuestro viejo continente, tan lejos tan cerca. La capital de Ucrania, hoy bajo las bombas de Putin, fue escenario de un partido histórico, cuyo relato, más de 60 años después, sigue teniendo vigencia.

Toda la mística y el perfil mítico de la película Evasión o victoria (John Huston, 1981), que enfrentaba a un equipo de prisioneros aliados contra un equipo de militares nazis, proviene en parte de la leyenda creada alrededor de aquel episodio, no confirmado en todos sus extremos por los historiadores. El guionista de origen ruso Yabo Yablonsky, que había leído la historia en el New York Times a finales de los 60 (la noticia apareció con la excusa de una curiosa gira del Dinamo de Kiev por EE. UU.), escribió un guion que no fue llevado al cine hasta más de una década después, abriendo así al mundo fuera de la Unión Soviética una historia desconocida.

Ket Félido a Pokolban (titulada en inglés como 'Two Half-Times in Hell') es una película húngara de 1961 basada en otro trágico partido disputado en un campo de concentración nazi.

Fútbol contra el enemigo

El Partido de la Muerte, que podría ser también bautizado como la leyenda del Dinamo de Kiev, o lo que quedaba de aquel equipo el 9 de agosto de 1942, es el sustrato de lo real de aquella película y de un relato que hoy sigue fascinándonos. La propaganda soviética aireó la historia de un grupo de prisioneros ucranianos asesinados tras jugar un partido de fútbol a vida o muerte contra los soldados alemanes durante la ocupación nazi de Kiev en la II Guerra Mundial. Diversas versiones de la historia no se ponen de acuerdo en afirmar si era el Dinamo de Kiev, o solo alguno de los jugadores de este equipo, el once que se enfrentó al combinado nazi. Tampoco si, y aquí reside el quid de la cuestión, realmente jugaron hasta morir, negándose a dejarse ganar, o si el trágico destino de muchos de ellos tuvo siquiera algo que ver con esos legendarios partidos en tiempo de guerra. Todo empezó en junio de 1941, cuando Hitler rompe su pacto de no agresión con la URSS y comienza la invasión del este con la Operación Barbarroja. En septiembre, los nazis ya habían ocupado la ciudad soviética (hoy capital ucraniana) de Kiev. La guerra interrumpió los campeonatos de fútbol. Y los jugadores del Dinamo de Kiev que, según esa tradición obrera del deporte soviético de organizarse según los cuerpos de trabajo, era el equipo de la policía (y más tarde del Ministerio del Interior) fundado en 1928, pasaron a ser proscritos, sospechosos a los ojos de los ocupantes, aunque muchos de ellos no fueran realmente policías.

En 1942, el general alemán Eberhardt, jefe del mando invasor, que trataba de mantener buenas relaciones con los habitantes de la ciudad, dio permiso para disputar una serie de partidos de fútbol y dar cierta sensación de normalidad a la ocupación. Dos personajes fueron clave en la gestación de ese campeonato. De un lado, un nacionalista ucranio, Shvetsov, miembro de la minoría que apoyaba a los nazis desde dentro del país, que aprovechó la invasión para rebelarse contra los soviéticos. Desde su posición cómoda de aliado de los alemanes pudo montar un equipo, el Rukh (movimiento en ucraniano), al que le dejaban jugar en el estadio del Dinamo (rebautizado como Deutsche Stadium).

La némesis perfecta de este personaje era Iosif Kordik, un checo de Moravia, germanoparlante, que dirigía una de las industrias dependientes de los nazis para abastecer la ciudad: la panadería número 3. Esta especie de Oskar Schindler a la ucraniana, muy aficionado al fútbol, al parecer fue recogiendo a exjugadores del Dinamo (y de otros equipos) en la panadería, entre ellos el ídolo local, el guardameta Trusevich, que vivía en la calle. El fútbol levantaba el ánimo de los trabajadores de la panificadora, y a las pachangas improvisadas en los descansos del trabajo se sucedió la entrada en el torneo organizado por Shvetsov. El equipo, muy superior a todos los demás, se llamó Start F.C. y empezó a ganar partidos a equipos ucranianos como el Rukh, pero también a conjuntos militares de países aliados de los nazis (húngaros, rumanos) hasta llamar la atención también de los alemanes, que formaron varios equipos, uno de ellos, el Flakelf (el once del águila), vinculado a la Luftwaffe y con varios futbolistas en sus filas. La victoria del Start por 5-1 fue un símbolo de la resistencia de los habitantes de Kiev, algo que el general Eberhardt no podía dejar pasar así como así sin tratar de remediarlo. Así llegamos al 9 de agosto de 1942, repetición de aquel encuentro Start-Flakelf, el legendario Partido de la Muerte.

vasión o victoria contó con la participación de futbolistas como Osvaldo Ardiles, Bobby Moore, John Wark, Russell Osman o Pelé, autor de un gol de chilena en la película y a quien en la imagen llevan en volandas los compañeros de equipo.

La leyenda soviética, de raíz staliniana, continuada por Jruschov, habla del Start como un equipo con claros síntomas de desnutrición, de jugadores a los que se amenazó con un claro ultimátum, ‘perder o morir’, de camisetas de color rojo comunista, finalmente manchadas de sangre, y de un grito común antes de comenzar el partido: ‘¡Fizcultura!’ (algo así como ¡Viva el Deporte!). Y ganaron en un partido épico. 5-3, en un campo abarrotado por soldados y oficiales alemanes. Hombres de las SS tomaron posiciones al final del encuentro. Todos los jugadores del Dinamo de Kiev, excepto tres, fueron ejecutados. Una monumental estatua recordó durante décadas en el viejo estadio del Dinamo a aquellos héroes.

Pero la leyenda y la historia solo tienen en común la victoria de los ucranianos del Start, el otro Dinamo de Kiev. Las versiones e investigaciones documentadas y publicadas en varios libros (el mejor de ellos: Dynamo: Defending the Honour of Kiev, del británico Andy Dougan) hablan de un partido cordial (una foto así lo atestigua), y de que todos los futbolistas pudieron volver a su casa al final del encuentro. Lo que llegó después, consecuencia del terror nazi y de los horrores de la guerra, se usó para configurar la versión de la propaganda. La represión invasora continuó, se siguió delatando y fusilando sospechosos de colaborar con el enemigo (y los supuestos policías del Dinamo seguían siéndolo), y el fin de la ocupación nazi desembocó en la masacre de Babi Yar, a las afueras de Kiev, en la que murieron miles de ucranianos, antes de la retirada alemana. Allí fallecieron muchos ex jugadores del Dinamo y del Start, de ahí que la escasez de futbolistas protagonistas después de la guerra ayudase a propagar la versión creada por el régimen soviético finalmente vencedor.

Todos estos acontecimientos dieron lugar al guion de la mítica película de John Huston con Pelé, Michael Caine y Sylvester Stallone como insospechado guardameta (cuyo partido, que la ficción sitúa en 1943, acababa en empate, y con final feliz), pero también a un par de películas que hoy es difícil encontrar. El productor ejecutivo de Evasión o victoria, Mario Kassar, de origen húngaro, conocía la película de producción húngara Ket Félido a Pokolban (en versión inglesa Two Half Times in Hell, 1961), basada en otro partido en un campo de concentración, y puede que incluso la soviética Tretij Tajm (The Last Game, 1964), esta sí completamente basada en la leyenda propagada en la URSS, con esos mismos elementos fronterizos entre lo futbolístico y lo macabro, y con los jugadores del Dinamo ametrallados sobre la tierra del campo de fútbol.

Otra curiosidad cinematográfica une aquel pasado con la actualidad de los delirios imperiales de Rusia hoy: en 2012, 70 años después del Partido de la Muerte, en Rusia se estrenó otra película sobre la historia, Match (Andrei Malyukov), de neta exaltación del mito soviético (una reivindicación histórica de la URSS que Putin ha hecho siempre suya), que vuelve a poner de manifiesto, hoy, desde el campo de batalla ucraniano, las vueltas que da el balón de la historia.

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