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El diseñador Piergiorgio Cazzaniga abre las puertas de su taller en el corazón de la Italia rural

Hacer una cosa nueva, bella y que cueste lo justo es una máxima irrenunciable para este creador solitario y siempre inquieto.

Estudio de Piergiorgio Cazzaniga en la localidad italiana de Lentate sul Seveso.

Brianza es un territorio de la región de Lombardía, en Italia, que reúne, dos llamativas características: concentra en un radio de apenas diez kilómetros varias de las más importantes firmas de diseño y fabricación de muebles, y sus habitantes son “muy tercos y no paran hasta hacer las cosas bien”. Lo cuenta uno de ellos, Piergiorgio Cazzaniga (Lissone, 1946), hijo, nieto y bisnieto de diseñadores y convertido él también en uno de los más importantes nombres del diseño italiano. Cazzaniga ha abierto sus puertas para contar, en el libro Diálogos sobre el trabajo –iniciativa de la empresa familiar Andrew World, dedicada a la fabricación de mesas y asientos,– su inspiración, su proceso de trabajo, su forma de entender el diseño.

Cazzaniga en su estudio.

“Para mí el diseño es algo natural”, explica Cazzaniga, que confiesa su fidelidad a algunas de las pautas que les transmitieron sus antecesores; la principal: “Hacer una cosa bella, nueva y que cueste lo justo”. En esa búsqueda de la eficacia, Cazzaniga despliega una curiosidad infinita por nuevos materiales y técnicas, hasta el punto de que, muchas veces, son estos las que inspiran la pieza, lo que le lleva a patearse en los alrededores de su estudio –situado en Lentate sul Seveso y del que solo forman parte él y una persona dedicada a tareas administrativas– talleres en busca de artesanos que le ayudan a plasmar sus ideas. “La perfección no me gusta –dice–, no me parece que haga que las cosas sean más bellas. La belleza para mí es aquello que te pone en condición de gozar de un estado de felicidad”.

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