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35º aniversario del Día de la lucha contra el SIDA: los avances médicos que han ayudado al descenso de mortalidad

Desde 2017, el número de casos y fallecimientos por SIDA ha seguido un progresivo descenso. Los avances médicos son claves para cumplir con los objetivos marcados para la Agenda 2030

Un activista con 'Stop AIDS' (Parad el SIDA) pintado en la mano
Un activista con 'Stop AIDS' (Parad el SIDA) pintado en la mano EP

La enfermedad del SIDA y el VIH es considerada una de las grandes epidemias de la historia humana. A día de hoy continúa siendo uno de los mayores problemas para la sanidad pública mundial. De acuerdo con los últimos datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el SIDA se ha cobrado 40,4 (de 32,9 a 51,3) millones de vidas en todo el mundo.

A finales de 2022 se contabilizaron un total de 39 (de 33,1 a 45,7) millones de personas que viven con el VIH, de las que 1,3 (de 1,0 a 1,7) millones se infectaron ese mismo año, según datos de ONUSIDA. La OMS aclaraba además que de estas 39 millones de personas, "29,8 millones (el 76%) estaban en tratamiento antirretrovírico y casi tres cuartas partes (el 71%) habían alcanzado la supresión vírica", lo que refiere a que el virus ni afecta a su salud ni pueden transmitirlo.

La mayoría de las infecciones actuales suceden en África, el continente con peores recursos médicos. De los 39 millones que se han infectado de VIH, dos tercios (25,6 millones) proceden de territorio africano.

El Día Internacional de la lucha contra el SIDA se celebra cada año desde el 1 de diciembre de 1988. Según Statista, desde 2017, tanto el número de nuevos casos como el número de fallecimientos ha descendido progresivamente, colocándose las muertes por debajo del millón -a 700.000 personas aproximadamente en 2021-.

La mortalidad ya había comenzado a disminuir en 2008 gracias a la terapia triple retroviral. El pasado 2022 murieron alrededor de 630.000 (de 480 000 a 880 000) personas a causa del virus. En España, entre 1981 y 2018 se contabilizan 59.525 personas fallecidas por el VIH.

Cabe aclarar que VIH y SIDA no es lo mismo. El VIH ataca a los glóbulos blancos, debilitando el sistema inmunitario, y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es la fase más avanzada (tercera y última) de la enfermedad. La debilitación de sistema inmunitario facilita la contracción de otras enfermedades como tuberculosis, otras infecciones o algunos tipos de cáncer.

El virus puede contraerse a través del intercambio de líquidos corporales como la sangre, la leche materna o fluidos sexuales. Nunca por un beso, abrazo o por compartir alimentos, como se solía pensar popularmente. Una madre puede contagiárselo a su hijo durante el embarazo y el parto, aunque si mantiene tratamiento y se trata al niño durante el primer mes y medio de contagio el riesgo de contagio se reduce a menos del 1%.

Los avances médicos en los últimos años

Desde su detección y, especialmente, después del gran número de infectados a partir de la década de los ochenta, médicos y científicos llevan intentando encontrar una cura para esta enfermedad desde entonces. Más de uno ha dado por imposible encontrar una solución al VIH debido a su gran variabilidad genética, sus reservorios celulares y que nuestro organismo no inducen los anticuerpos apropiados.

Aún así, se continúan realizando grandes progresos en su detección, prevención y tratamiento que permiten a los infectados de VIH vivir muchos años con buena salud.

Poner fin a la epidemia del VIH y el SIDA se encuentra dentro de los objetivos de la Agenda 2030 y la OMS, el Fondo Mundial y ONUSIDA están continuamente buscando estrategias que les ayuden a conseguir este objetivo.

Según la OMS, para el 2025, "el 95% de las personas que viven con el VIH deberían haber recibido un diagnóstico, el 95% de ellas deberían estar tomando tratamientos antirretrovíricos (TAR) que salvan vidas, y el 95% de las personas que viven con el VIH deberían haber logrado suprimir la carga vírica".

A 2022, estas cifras se ubican en un 86% (73>–98 %), un 89% (75–>98%) y el 93% (79–>98%), respectivamente. De esta manera se conseguirían alcanzar los objetivos marcados en la Agenda, donde se espera que para 2030 se hayan evitado 21 millones de muertes a causa del SIDA, 28 millones de infecciones de VIH, 5,9 millones de infecciones a niños y 15 veces mayor retorno de las inversiones en el VIH.

Los tratamientos de VIH -independientemente de la fase- se basan en la terapia antirretroviral o TAR (Tratamiento Antirretroviral), el cual consiste en la toma diaria de medicinas. El TAR no cura la infección, pero ayuda a mejorar las condiciones de vida del paciente y a reducir la propagación del virus. Existen cuatro tipos de antrirretrovirales:

  • Inhibidores de la transcriptasa inversa análogo de los nucleósidos (ITIAN), el cual ayuda a bloquear a la transcriptasa inversa, cuya función sintetizar ADN de doble cadena.
  • Inhibidores de la transcriptasa inversa no análogo de los nucleósidos (ITINN), en donde se unen a la transcriptasa inversa y la modifican.
  • Inhibidores de la integrasa (INSTI) que bloquean la integrasa -una enzima común en los virus retrotranscritos, de ADN y genéticos-.
  • Inhibidores de la proteasa que bloquean la proteasa -enzimas que rompen los enlaces peptídicos de las proteínas-.

El virus se convierte en no replicable gracias al bloqueo o modificación de la enzima. Esta medicación sería necesario tomarla durante toda la vida y de manera adecuada si no causaría la aparición de resistencias al tratamiento.

La primera medicación para tratar el SIDA aparece en 1987: el AZT (azidotimidina), un inhibidor de la transcriptasa inversa del tipo análogo de nucleósidos. Hasta 1996 no comienzan a introducirse los inhibidores de proteasa del VIH.

En 2010, los comprimidos de truvada (PrEP) se traducen en una reducción del riesgo de contraer el VIH y al año siguiente los antirretrovirales muestran un 96% menos de riesgo de transmisión. Actualmente, si una persona es diagnosticada con esta enfermedad inmunodeficiente y tratada de inmediato, casi en el 100% de los casos la carga viral llega a niveles indetectables.

Aunque el virus se mantenga intransmisible, es importante mantener el tratamiento ya que esto no quiere decir que el VIH haya desaparecido del organismo. El virus reaparece a los niveles anteriores en cuestión de cuatro, seis semanas.

El objetivo más realista marcado por la comunidad médica es encontrar una cura funcional para la infección del VIH, en la que se desarrollen tratamientos como los usados en el cáncer, por ejemplo, la quimioterapia, donde la enfermedad no consigue eliminarse plenamente pero el paciente puede vivir sin tener que seguir las terapias o tomar los medicamentos diariamente.

En los últimos años se han desarrollado nuevas técnicas para la administración de la PrEP como anillos vaginales (dapivirine o tenofovir), inyecciones en el glúteo cada 8 semanas (cabotegravir) o inyecciones subcutáneas cada 24 semanas (lenacapavir). Otra nueva estrategia que se está siguiendo es mezclar neutralizantes con citotóxicos.

Médicos y científicos continúan en la búsqueda de un anticuerpo que les ayude a conseguir la vacuna definitiva que elimine el VIH del organismo. Mientras tanto, se siguen desarrollando técnicas para la prevención y el tratamiento.

El origen del SIDA

De acuerdo con diversos estudios científicos, el VIH proviene de los simios -Virus de Inmunodeficiencia de los Simios (VIS)-, y dio el salto a los humanos en 1920 en la República del Congo. En la década de los sesenta se propagó desde el continente africano a Haití y el Caribe.

Sin embargo, el SIDA no se popularizó hasta la década de los 80, cuando médicos estadounidenses encontrarían anomalías poco comunes en una serie de pacientes. Los primeros casos se dieron en Nueva York y California en 1981, aunque el concepto de SIDA no comenzaría a usarse hasta un año después por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

El primer caso de SIDA que se diagnosticó en España también sucedió en 1981. Un hombre llegó al Hospital Vall d'Hebron de Barcelona con sarcoma de Kaposi. Inicialmente se le denominaba como 'cáncer gay' por afectar mayormente a la comunidad homosexual.

A partir de 1985 comienza a haber una respuesta activista por la sociedad y protestas y manifestaciones comienzan a tener lugar en las principales ciudades españolas. No es hasta 1990 que el Ministerio de Sanidad decide actuar contra la epidemia de enfermedades sexuales y lanza la campaña "Póntelo, pónselo".

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