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Cuando ETA se devoró a sí misma: así fue la purga interna de "ladrones" y "chivatos"

Un documento de la Policía Nacional remitido a la Audiencia Nacional revela las inquietudes de la cúpula de ETA ante terroristas disidentes, lo que provocó una reunión en la que se abordó el tema

Imagen de una pintada a favor de ETA en la pared de una vivienda de Iturmendi.
Imagen de una pintada a favor de ETA en la pared de una vivienda de Iturmendi. EFE

ETA perdía empuje. Las fuerzas de lucha antiterrorista llevaban la iniciativa tras desarticular la cúpula de Bidart, mientras que en las calles -y en el Congreso- se instalaba un clima de unión contra la organización criminal tras la liberación de José Antonio Ortega Lara y el consecuente asesinato de Miguel Ángel Blanco. Era el año 2002 y, aunque aún tenía sobrada capacidad para matar, la cúpula de la banda era consciente de sus propias fisuras internas. "Ladrones" y "chivatos" eran los dos colectivos que más les preocupaban. Por eso inició una purga en busca de estos disidentes.

Así consta en el informe entregado por la Comisaría General de Información (CGI) de la Policía Nacional a la Audiencia Nacional -al que ha tenido acceso Vozpópuli-, en el marco de la investigación que se lleva a cabo sobre la presunta implicación de la cúpula de ETA en el atentado contra la casa cuartel de Santa Pola de 2002, en el que fueron asesinados el jubilado Cecilio Gallego y la niña Silvia Martínez. En dicho documento se discurre a través de 166 páginas sobre la actividad de los que ocupaban la dirección de la banda en esas fechas, entre los que figuran Juan Antonio Olarra Guridi y Ainhoa Múgica Goñi -a quienes se ubica al frente del aparato militar-.

Para colocar a ambos en los puestos de responsabilidad dentro de ETA, la Policía recoge declaraciones de terroristas, informes propios o de la Guardia Civil e ingente documentación intervenida a los miembros de la organización tras su detención, entre la que figuran las agendas personales de Juan Antonio Olarra Guridi y Ainhoa Múgica Goñi, o sus anotaciones manuscritas sobre las reuniones que mantenían con el resto de la cúpula o con los comandos encargados de llevar a cabo los atentados.

La reunión de la cúpula

Uno de esos documentos se reconoce bajo el título H-GAI ORDENA: "Traducido sería, ORDEN DEL DÍA de la reunión H de ZUBA", afirma la Policía Nacional. "Zuba" es el nombre con el que se autodenominaba la cúpula de ETA. El archivo fue intervenido en un disquete del que se apoderó la policía francesa durante el registro realizado en el apartamento donde vivía Juan Fernández Iradi, el sucesor de Olarra y de Múgica.

Dicho documento refleja la particular caza de brujas que se vivía dentro de ETA en busca de terroristas que no seguían estrictamente las directrices marcadas por la organización o que actuaban al margen de la misma. Los que más preocupaban a los jefes de la banda eran los "ladrones", que desviaban los fondos de ETA a sus beneficios propios, o los "chivatos" que facilitaban cualquier información sobre la actividad y el organigrama interno. Cabe recordar que en esas fechas las fuerzas de lucha antiterrorista ya habían contado con varios infiltrados entre los terroristas.

"Hay que hacer algo con los ladrones: hacer una lista para que GEZI se haga cargo y proponer qué hacer", señalaba uno de los puntos del día de dicha reunión. GEZI era la rama de ETA encargada de la extorsión a empresarios a través del llamado impuesto revolucionario, que tuvo una gran incidencia en País Vasco y Navarra pero cuya actividad se extendió por toda España. Al citar a este órgano interno se presume que la banda terrorista descubrió una fuga de patrimonio entre lo que recaudaba a partir de la extorsión y lo que finalmente llegaban a las arcas de ETA.

Hay que hacer algo con los chivatos: hacer una lista para que el Área de Seguridad se haga cargo y proponga qué hacer

El siguiente orden del día es similar, pero centrado en otro colectivo: "Hay que hacer algo con los chivatos: hacer una lista para que el Área de Seguridad se haga cargo y proponga qué hacer". ETA tenía sus propios mecanismos de corrección en caso de detectar disidencia interna. En ocasiones corregían las discrepancias a través de las propias estructuras de la organización, pero son de sobra conocidos algunos episodios marcados por la sangre, como el asesinato de Dolores González Catarain, alias Yoyes, dirigente de la banda asesinada por los propios terroristas tras ser acusada de traición.

La fortaleza económica y la unidad interna eran las dos fortalezas en las que en esas fechas se sostenía la actividad de ETA, como han puesto de relieve los informes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil. Sin embargo, las cuentas no les cuadraban a los jefes de la organización. Como contó Vozpópuli, la banda terrorista llegó a tener un presupuesto de 1,9 millones de euros en 2002, pero la cifra se redujo a 936.000 euros en 2004. Las causas de ese descenso están estrechamente vinculadas a la asfixia policial que sufrió esos años. Pero ETA también temía que el enemigo estuviera en casa. De ahí la purga interna en busca de "ladrones" y "chivatos".

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