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¿Es buena idea penalizar las faltas de ortografía en las pruebas de acceso a la universidad?

Lo que aparece entre los criterios para evaluar las pruebas y descontar, en su caso, hasta un 10 % de la nota en los ejercicios que incluyan redacción de textos no es solo la ortografía, sino la “coherencia, corrección gramatical, léxica y ortográfica de los textos”

¿Es buena idea penalizar las faltas de ortografía en las pruebas de acceso a la universidad?
¿Es buena idea penalizar las faltas de ortografía en las pruebas de acceso a la universidad? The Conversation

Imaginemos que un estudiante de 18 años escribe la siguiente frase en su examen de acceso a la universidad: “El texto no demuestra un análisis exhaustivo del problema”.

¿Cómo debe afectar a su nota final el haber escrito esas líneas con faltas de ortografía? ¿Debemos medir únicamente el nivel de sus conocimientos, o su capacidad de transmitirlos por escrito de manera correcta y comprensible?

Esta cuestión se debate una vez más en España desde que se presentó [un borrador de Real Decreto] para modificar algunas cuestiones relativas a la prueba denominada de selectividad, EBAU o EvAU, que realizan todos los estudiantes que terminan el Bachillerato y determina su acceso a la universidad.

Este proyecto o borrador de Real Decreto se abrió a la discusión pública durante algunos días para recoger críticas y propuestas de la ciudadanía y de instituciones como, por ejemplo, universidades o asociaciones especializadas, y se prevé que se aplique para las pruebas de acceso a la universidad de 2025 en adelante. Una de las propuestas es que las faltas de ortografía bajen un 10 % la nota.

Las reacciones han sido en general positivas: las personas encuestadas al respecto en diferentes medios (por ejemplo aquí) se han mostrado en su mayoría a favor de la medida. Algunas señalaban, por ejemplo, que la ortografía ha empeorado en las últimas décadas o que antiguamente se hacía mucho más hincapié en las normas ortográficas.

¿Por qué es importante la ortografía correcta?

La ortografía está muy valorada socialmente desde al menos mediados del siglo XIX. En 1844, una Real Orden dada el 25 de abril obligó a las escuelas de primera enseñanza a utilizar la ortografía de la RAE, prohibiendo el uso de otras ortografías que se habían empezado a utilizar (por ejemplo la de la Academia Literaria i Científica de Profesores de Instrucción Primaria, propuesta en 1843).

Justo después de la publicación de esta Real Orden, la RAE publicó un librito destinado a las escuelas, el Prontuario de ortografía de la lengua castellana: dispuesto de Real órden para el uso de las escuelas públicas, que resumía las normas ortográficas aprobadas por la RAE. Este libro tuvo muchas ediciones y fue muy importante en la generalización de la ortografía de la RAE en el español de España.

Desde entonces, como se puede comprobar consultando los periódicos de la época, los errores de ortografía son muy mal valorados socialmente y se considera a quienes los cometen incapaces, descuidados, incultos y, a veces, indignos de ocupar un puesto o realizar una actividad.

No solo b o v, sino corrección gramatical y coherencia

Sin embargo, lo que aparece entre los criterios para evaluar las pruebas y descontar, en su caso, hasta un 10 % de la nota en los ejercicios que incluyan redacción de textos no es solo la ortografía, sino la “coherencia, corrección gramatical, léxica y ortográfica de los textos”.

Es decir, que se incluyen aquí no solamente errores como el uso de b por v o la falta de h, sino también, por ejemplo, el mal uso del gerundio, la falta de claridad de los textos, la mala utilización de conectores textuales, los problemas de uso de preposiciones con verbos, o regencia (por ejemplo el uso de conllevar más la preposición a) o la utilización inapropiada de vocabulario. Así, no solo se descontaría puntuación por escribir “eshaustivo”, sino también por “hemos experienciado una pandemia”, “todo esto conlleva a muchos problemas” o “en este texto se encuentran varios apareamientos (abuelos y abuelas, tíos y tías, perros y gatos”.

Si se mira así, lo llamativo no es que se quiera descontar un 10 % de la nota. Lo llamativo es que no seamos conscientes de que un texto con estos errores recibirá una baja puntuación. Un texto que no se entiende bien, que exige capacidad de interpretación para ser comprendido, que está lleno de usos inadecuados, está claro que recibirá una baja puntuación, aunque su contenido sea más o menos correcto.

Entonces ¿qué es escribir bien?

La sociedad exige de la enseñanza secundaria que prepare a sus estudiantes para redactar bien textos de diferentes tipos. ¿Qué significa “redactar bien”? Pues redactar textos que sean correctos, adecuados y coherentes, comprensibles, a ser posible interesantes, que consigan lo que se proponen: informar, convencer, emocionar…

Y ¿qué significa “textos de diferentes tipos”? Pues significa que quien termina la enseñanza secundaria debe redactar bien todos los textos que necesite escribir: un CV, un informe, un examen, un correo electrónico, una nota para colgar en su portal…

Pero aprender a escribir bien, así como a leer bien, es algo muy complejo, a lo que es necesario dedicar muchos recursos en diferentes asignaturas, y sin duda en las asignaturas de lengua. Conocer la ortografía de una lengua (el uso de letras, de mayúsculas, de tildes) es muchísimo más sencillo que aprender a argumentar, a usar los párrafos, a incorporar diferentes conectores y dominar los diferentes estilos y registros y su vocabulario especializado. Por ello, el profesorado debe sin más remedio dedicar buena parte del tiempo de las asignaturas de lengua a desarrollar estas destrezas o competencias, y, además, claro, las competencias orales (hablar, escuchar, conversar, debatir).

Una habilidad compleja para toda la vida

Como cierre, vale la pena recordar que escribir es una habilidad enormemente compleja que seguimos desarrollando toda la vida. Está claro que es fuerte la tentación de considerar que hay errores más y menos graves, y que los propios errores siempre son menos graves que los que advertimos en otras personas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que nadie está libre de errores ni de dudas, y que no todos los hablantes han tenido la oportunidad de tener la misma formación.

Pero de lo que no hay duda es de que una buena escritura es una habilidad que es muy positivo tener. A nivel personal, es un capital cultural de primera importancia y nos capacita para comunicarnos de manera efectiva, con claridad y sin miedo. A nivel social, mantener la ortografía uniforme es un elemento de cohesión entre hablantes.

Por tanto, si tener una buena escritura es un objetivo deseable, ¿sirve para conseguirlo la medida de descontar calificación por los errores? Sin duda, puede contribuir a ello. Si algo “entra en el examen”, automáticamente se le dedica más atención. Pero enseñar y aprender a escribir bien es mucho más que conocer las reglas ortográficas, y este proceso debe recibir mucho tiempo y atención en las aulas de Primaria y Secundaria.

Belén Almeida Cabrejas, Profesora de Lengua Española, Universidad de Alcalá

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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