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El Liberal - Política

"Si las opiniones se expresan con educación y respeto, no está nada mal ser políticamente incorrecto"

Cambiemos de tema. Hay un debate, no solo en España, sobre si la corrección política es una forma de progreso o una nueva inquisición. Hay gente que la defiende como un elemento de una mayor civilización. Otros, en cambio, la ven como la imposición de unos principios morales que nos recuerdan los que existían en tiempos pasados. ¿En qué lado se sitúa usted?

Pienso que, si las opiniones se expresan con educación y con respeto, no está nada mal ser políticamente incorrecto. Muchas veces la corrección política lleva a, como dicen los anglosajones, un mainstream, una corriente que es la principal y de la que, si te separas, te desplazan prácticamente a las tinieblas exteriores. Eso acaba limitando, efectivamente, la libertad de expresión y el libre pensamiento. Todo esto está ligado a otra reflexión muy de fondo, que es el desarrollo de las nuevas tecnologías digitales y la generalización de las redes sociales. Redes a través de las cuales cada vez más se transmite la información que se considera relevante.

No hablamos solo de fake news, sino de adoctrinamiento y de mecanismos de control social que, a mí personalmente, cada día me inquietan más.

¿Por qué digo esto? Porque, cuando apareció internet y cuando aparecieron las redes, todos pensábamos que podían ser un instrumento para la libertad. Permitían a cada persona recabar la información que pudiera considerar conveniente, contrastar opiniones e informaciones y, al final, formarse un criterio desde su libre albedrío. Y estamos descubriendo que, en muchos casos, está sirviendo para lo contrario. Para adoctrinar, para controlar y, en algunos casos, hasta límites que nos acercan al 1984 de Georges Orwell. Es el caso de la sociedad china y de otras sociedades que no se basan en democracias representantivas.

Josep Piqué en conversación con El Liberal.

En nuestras sociedades democráticas, estos nuevos intermediarios virtuales han sustituido a los tradicionales y controlan toda la información que recibimos. Suele ser, además, una información que se adapta a nuestros sentimientos previos y ayuda a reforzarlos. Por lo tanto, acaba perjudicando el propio funcionamiento del sistema democrático. Lo hemos visto con el Brexit y el desastre que está suponiendo. Y, sin embargo, prácticamente no ha habido ciudadanos británicos que hayan cambiado de opinión. Lo mismo sucede en Cataluña con quienes siguen pensando que la independencia puede ser algo bueno. Y también lo vemos con ciudadanos en EEUU que se alegran de muchas de las cosas que dice el presidente Trump. Todo esto te demuestra que solo reciben aquellos inputs que les refuerzan en sus convicciones previas. Hemos perdido capacidad de contraste y de pensamiento libre.

Algunos opinan que la pérdida del monopolio de los medios tradicionales favorece la libertad de elección y la pluralidad informativa. Otros, lo contrario. En el caso de Cataluña, por ejemplo, el mayor adoctrinamiento no viene de las redes sociales, sino de la TV pública y de otros medios. La polémica está ahí y tiene esas dos vertientes.

Es verdad. Hace muchos años, yo intentaba leerme cuatro o cinco periódicos y después me hacía mi composición de lugar, sabiendo, además, de qué pie cojeaba cada uno. Coincido en parte con usted pero también discrepo porque los mensajes que se transmiten a través de las redes magnifican enormemente determinados planteamientos y posiciones políticas que van orientadas a la obtención de un fin.

Los usuarios reciben solo aquellos inputs que les refuerzan en sus convicciones previas. Hemos perdido la capacidad de pensamiento libre.

El grado de interferencia, por ejemplo, en los procesos electorales a través de la utilización masiva de bots (máquinas que reiteran determinados mensajes e ideas para que se vayan fijando) es algo que está comprobado. No hablamos solo de fake news sino de adoctrinamiento y de mecanismos de control social que, a mí personalmente, cada día me inquietan más.

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