Cultura

ANÁLISIS

Urge descolonizar el ministerio de Urtasun

La sumisión al discurso de las universidades de élite estadounidenses, cuyo prestigio atraviesa su peor momento, es una forma de colonización voluntaria tan grave como otra cualquiera

El ministro Ernest Urtasun y el diputado Gerardo Pisarello Archivo Efe

El ministro Ernest Urtasun desveló recientemente sus prioridades de trabajo en el Congreso, comenzando por su plan de sacar a los museos españoles de su "marco colonial". Se trata una declaración polémica que ha sido contestada por numerosos historiadores, hispanistas y políticos, incluyendo a los dos principales partidos de la oposición. Se le acusa de comprar la Leyenda Negra fomentada por los anglosajones y de aplicar a granel el relato "decolonial" de las universidades de élite de Estados Unidos, justo en un momento en que estas atraviesan sus horas más bajas de prestigio. No solo están carcomidas por el victimismo de la cultura woke, sino por escándalos como el de Claudine Gay, la rectora de Harvard obligada a dimitir por su ambigüedad frente al antisemitismo y por los casos de plagio que la salpicaron. ¿Se puede descolonizar un museo cuando estás colonizado por el marco mental del imperio académico estadounidense?

En cualquier caso, no hace falta recurrir a referentes conservadores para convencerse del error de Urtasun. Las trampas en las que está cayendo las presintieron ya críticos de arte izquierdistas como Iván de La Nuez, intelectual cubano emigrado a Barcelona que ha escrito alguno de los mejores ensayos recientes sobre arte contemporáneo. Esto escribía en El País el 12 de noviembre de 2022, cuando Iceta comenzaba a meditar la descolonización: "Solo desde la demagogia se puede afirmar que estamos ante una encomienda fácil. ¿Es urgente? Sí, pero requiere un análisis profundo que no puede despacharse a la ligera ni con golpes de efecto. ¿Es progresista? También, pero sin un amplio consenso político y social no tirará adelante", advertía. Justo ese "consenso" es el que Urtasun rehúye desde la trinchera militante.

De La Nuez intuyó, incluso, que se iba a usar la salvaje colonización belga como referente. "En Bélgica, por ejemplo, no hizo falta un gobierno izquierdista para que el Museo Tervuren iniciara un proceso de descolonización (que incluyó un cierre temporal para pensar el camino a seguir, haciendo caso de especialistas y sociedad civil). En Barcelona, un Ayuntamiento gobernado por la izquierda no ha conseguido pasar del timorato blindaje de un espacio tan desfasado como el Museo Etnológico y de las Culturas del Mundo. (…) Tampoco resulta de mucha ayuda la invasión, en el activismo, de la jerigonza ‘decolonial’ emanada de la Academia norteamericana, de la que no queda claro si lo que pretende es licuar el anticolonialismo por la vía de deconstruir el colonialismo", explicaba. Un texto preclaro que anticipa las disfunciones del discurso del gobierno de coalición.  

Colonización progresista voluntaria

También resulta relevante el hecho de que, en la rueda de prensa donde anunció las medidas, le acompañase Gerardo Pisarello, diputado de En Común Podem conocido por su rabioso antiespañolismo. Lo primero que hizo al llegar a su despacho en el Congreso en 2019 fue quitar la bandera rojigualda. Esto escribía en la revista Ctxt a propósito de la fiesta nacional en 2022, bajo el título de El doce de octubre de las ultraderechas. “Los sectores más duros de las derechas patrias se revolvieron iracundos cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, exigió a Felipe VI que pidiera perdón por los crímenes amparados por la Corona en tierras americanas. La petición, sin embargo, no era extemporánea. El rey Leopoldo de Bélgica y la propia Isabel II del Reino Unido lo habían hecho sin que sus reinados se desmoronaran por ello. Y en el caso español no había menos razones para hacerlo. No solo por las andanzas de Hernán Cortés en el pasado, sino por la manera en que algunas empresas como Iberdrola o Naturgy estaban intentando reeditar en México algunas prácticas propias de los viejos encomenderos”. Ahí queda eso.

Las empresas españolas son abyectos colonizadores, salvo que me den dinero a mí.

La descolonización artística siempre será un esperpento si viene de un bloque político alérgico al consenso, incapaz de distinguir el legado de los Reyes Católicos del de Leopoldo II y propenso a atribuir a empresas del siglo XXI las atrocidades británicas en India, Kenia o Sudáfrica. Por cierto, habría que aclarar si en el proceso de descolonización de los museos Ustasun incluye a las corporaciones colaboradoras, pues Iberdola (señalada por Pisarello) tiene un sólido programa de patrocinio y mecenazgo con el Prado, Thyssen, Guggenheim y el Sorolla, entre otras entidades de primera categoría. Por su parte, Naturgy (la otra estigmatizada) forma parte del Consejo de mecenazgo del Liceu y además colabora con el Teatro Real.

La hispanofobia del actual gobierno llega al punto de denunciar como coloniales a nuestras empresas mientras celebra como un éxito propio que el fondo estadounidense BlackRock, principal accionista del Ibex 35, aumente sus inversiones especulativas en España. Nuestra izquierda del PSOE es así: implacable con cualquier impureza ajena pero relajada ante el hecho de que Inditex (la firma nacional que más han criticado) patrocine la emblemática exposiciónVasos Comunicantes, apuesta fuerte del Museo Reina Sofía, donde Manuel Borja-Villel ‘convirtió’ en arte los panfletos, pósters y octavillas del 15-M, activismos feministas varios y la estética del movimiento decolonial. Las empresas españolas son abyectos colonizadores, salvo que me den dinero a mí.

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