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entrevista

Jimina Sabadú: "Llega un punto en que Tinder te conoce mejor que tú mismo"

'La conquista de Tinder' disecciona la red social más popular para ligar

Si los lectores recuerdan el filme Magnolia tendrán presente aquel personaje del niño prodigio, Stanley Spector, que sabía de todo menos de la vida. Hay, todavía, algo de ese “niño prodigio” en Sabadú (Madrid, 1981) y eso hace la conversación con ella una tómbola donde siempre hay como premio restante una anécdota todavía más divertida que la anterior. Pero detrás de su parloteo mordaz, debajo de sus disfraces campanudos, hay una estupenda analista de la realidad, de las relaciones sociales, que tiene algo año de niña tan rara como genial que creció en la Alameda de Osuna. Pocos perfiles más adecuados para escribir un libro, La conquista de Tinder (Turner), que disecciona ese patio de colegio cibernético que son las aplicaciones de pareja. Vozpópuli habló extensamente con la autora.

Pregunta: ¿Cuándo descubres Internet como método de hacer amigos? ¿Año 98?

Respuesta: En el 96, 97 perdón. Un chico que he conocido en una tienda de cómics me pasó un disquete con el programa del IRC Hispano. Y me enseña a instalarlo.

P: ¿No había un mítico canal llamado #frikilandia?

R: Para mí los míticos eran #camelot, #lmmanga, #gothicmadrid, #satánicos #gore y otros. Me auto baneé de uno de estos sin darme cuenta (risas).

La autora durante la charla con Vozpópuli

P: En aquel tiempo Internet era muy inocente y el troleo era divertido.

R: Joder, no sabíamos nada: no distinguías los troleos de la vida real y pensabas “¿joder, por qué esta persona me hace esto?” ¿Conocías el canal del IRC #feosycabrones?

P: ¿Cómo? No, no entraba allí.

R: Era gente que se consideraba muy fea y muy cabrona.

P: El clásico troleo del IRC era entrar en el canal #sexo con un nick de chica y recibir cientos de privados

R: (risas) Hostias, el canal #sexo. Era un vertedero.

P: La gente que ligaba en esos canales era desesperados totales.

R: Luego en ese canal la gente se describía: los chicos en plan “soy alto, rubio y visto de cuero” Podría ser Brad Pitt… o Quique San Francisco.

P: Hubo una cuenta cómico – política en Twitter, House Antifascista, que se hacía pasar por un modelo catalán. No hace tantos años de esto…

R: En Tinder me pasó dar “like” a un chico muy guapo, que jugaba al ajedrez y trabajaba en la universidad. Nada más hacerlo se cambió una foto y me dijo “qué pasa ¿eres una superficial? ¿ya no te gusto?”. Eso es totalmente pasivo agresivo. En Forocoches hubo un tipo que contó cómo usó una foto de un modelo italiano, creo que en Badoo, y se presentó a la cita con una máscara de Rajoy. Ella lo aguantó hasta que se quitó la máscara y vio que era feo… (risas) Me parece lo más. Viene un tipo con una máscara de Rajoy y no hay nada que me pueda dar más miedo.

P: En el libro reivindicas las “relaciones largas” vía texto del IRC Hispano. De la misma manera que se dice que la “cocina lenta” es más sana, ¿No eran esas “relaciones lentas” mucho menos psicopáticas?

R: Había gente que estaba tronadísima, quizá entre ellos yo (risas), pero es cierto que la gente se quería de verdad. Se enamoraba de la persona: yo me pillé mucho con un chico que me daba igual el aspecto que tuviera. Incluso si era un enano de 1,20 con la cara quemada y tosiendo, me iba a gustar igual. Para follar, eso sí, era más sórdido: los que íbamos ahí éramos los descastados, los otakus, los frikis… Los que no tienen amigos en general.

P: Vuelvo a la inocencia del periodo, no existía ese concepto de troleo organizado.

R: Éramos muy poquitos. Eran manuales de manipulación emocional a chicas y de tratarlas como objetos de valor a los que puedes acceder. Como objetos de consumo. En aquella época lo veíamos un poco como cachondeo, pero luego ya vas viendo que es muy grave. Ahora Mario Luna es “coach” de tías…

P: ¿Por qué todos estos coach son calvos con barba?

R: ¿Por qué tienen todos la pinta de ser samurai? Es una cosa súper pringosa. Ahora lo está petando Álvaro Reyes, que Hematocrítico le hace unos frescos geniales…

Un tío que no tenga vergüenza no puede ligar"

P: ¿Sabes que un grupo feminista boicoteó una conferencia de Reyes? Todavía, con él retirándose, las hacía un gesto estilo “ey, nenas, me gustáis…”

R: Me acuerdo (risas). El tío tiene cosas en plan “cosas que decirle una tía si pasa de ti” ¡Que no le gustas! ¡Que le das asco! Me dan pena los que pagan, son 400 euros, ya que es muy caro. Te enseñan a fingir que tienes amigos y muchos de los que van tienen una discapacidad clara. No es gracioso reírse de un discapacitado.

P: ¿La frase que usa Mario Luna luego de coger un hielo y tirarlo es cierta? “Ya hemos roto el hielo” ¿Sirve para ligar?

R: Es real. Si nunca te lo han hecho puede que tenga gracia; si lo has sacado de un libro y lo hacen varios tíos ya no mola. Francamente me caería bien, a lo mejor me lío con él. En una discoteca me entró un tío que sellaba a las chicas y ponía “llámame” con su nombre y su número de teléfono. (risas) Tenía novio en aquel entonces, pero este estaba elaborado. Luna, además, era un plagio del “método Mystery”; no tenía ideas propias.

P: Hay una presencia constante de la vergüenza ajena, muy propia del interior de España, en tus descripciones de Tinder ¿No crees que la gente que carece de ella son los verdaderos machos alfa?

R: No, porque no follan. Un tío que no tenga vergüenza no puede ligar. Ellos no son conscientes de que dan vergüenza, se quedan como estaban. Es verdad también que vas a más sitios sin vergüenza que con ella y hay tíos con la barrera de hablar. No fluye la conversación…

P: Esas citas Tinder donde dos personas se miran en silencio, sin decir nada, como en una película de Bergman.

R: Sí, sí: “Hola”, cinco minutos después, “¿Qué tal?”. Hubo un tío con el que hablaba una temporada y una vez me dijo “¿qué tal pagado está tu trabajo?”; “bueno, depende del mes”. Y no me volvió a escribir.

P: ¿En qué momento se pierde la ambigüedad, motor del deseo, en las aplicaciones de ligue? ¿Llegaremos a ver una “foto pito” de foto de perfil en un futuro cercano?

R: Dios te oiga, espero que sí (risas). Creo que en Grindr se puede hacer. Parte de la estrategia de que no se pueda hacer es evitar una imagen chabacana. Llegará el día que una marca, Meetic o Badoo, quizá desarrolle una aplicación más cerda. Se pueden meter en líos, también: hay una cuestión legal ahí. Ponte que un menor pone una foto y quizá a ellos les salpica.

P: ¿No es el algoritmo un anatema para la vieja relación amorosa basada en la incertidumbre? En los primeros capítulos del ensayo salen decenas de chicos clónicos…

R: Todos siguen un patrón: el algoritmo me da mucho que pensar. Llega a un punto que te llega a conocer mejor que tú mismo, lo cual me parece deshumanizador ya que siempre es por fines comerciales. Siempre intento despistar al algoritmo escuchando una canción que no suelo escuchar o viendo una película distinta. Twitter, incluso, te enseña lo que más te puede cabrear: entras por la mañana y ya pasas todo el día cabreado.

El tema del dinero pesa mucho en una pareja, parece que nos da igual pero…

P: ¿No es la pareja planificada la distopía que presentaba Nosotros? Novela donde el amor es el primer delito…

R: Sí. Menciono un capítulo de Black Mirror, "Hang the DJ", donde la aplicación te decía cuándo y cómo te ibas a liar. Ahí cito a Erich Fromm y su libro El miedo a la libertad dónde analiza el auge del fascismo. Dice que el hombre tiene miedo a ser libre, habita en el vacío, y prefiere que alguien tome decisiones por ti.

P: Stefan Zweig recuerda en El mundo de ayer que el ascenso de Hitler está vinculado a la promesa de orden frente al caos de Weimar.

R: Lo veo plausible. Joder, que alguien decida por ti te quita las culpas, te quita la responsabilidad.

P: “Siempre que entra el dinero, el amor se va” se dice en la obra ¿Es algo generalizado? ¿Conoces alguna pareja que se haya consolidado así?

R: Yo creo que no. El tema del dinero pesa mucho en una pareja, parece que nos da igual, pero…

P: “Analizad la infraestructura para conocer la superestructura”, parafraseando a Marx.

R: Es muy difícil consolidar una relación con grandes diferencias de dinero, tanto hacia arriba como abajo. Las desigualdades son tan grandes…

P: ¿Cuáles son las principales “alertas rojas” que evitar en Tinder? Hay una agudeza en tu libro y es hablar mal de la ex o los relojes de marca…

R: Si hablas mal de tu ex, aunque ella sea Satán, significa que no lo has superado. Cualquier símbolo de ostentación, los pelucos grandes o los coches, está ahí para que tú lo veas. Recuerdo un tipo con una avioneta, pero la gran alerta roja es un barco anclado. También el “todas las tías sois no sé cómo” en el perfil, que es una luz roja importante. También la gente que va de buena persona, si va de aliado: sacar a relucir lo innecesario da mucha cosa.

P: Quiero que me hables precisamente de los “aliados feministas”, que mencionas de pasada en tu reconstrucción de tipos sociales ¿Cómo es posible que estos, grandes misóginos disfrazados muchos, hayan pasado tanto tiempo desapercibidos? El reciente crimen del fotógrafo de Lavapiés hace luctuoso esto…

R: Con lo del fotógrafo de Lavapiés yo me quedé helada. Si eres un psicópata y tienes que comer, tu alimento es joder la vida ajena, utilizas un disfraz de bueno. Es como los pederastas que trabajan en colegios, animadores culturales, etcétera. Ir de aliado por la vida, en fin: un tío que te juzgue como un igual no necesita decirlo y ya lo ves. Desde hace un tiempo, gracias a la ola feminista, muchos chicos os habéis dado cuenta de muchas cosas que no os dabais cuenta: tratar como un objeto, decir frases denigrantes, etcétera. Esto reduce el cerco de gente que es mala, también y estos no tienen que camuflarse.

P: ¿Nos han hecho perder las redes sociales la inocencia de las relaciones? Nuestros abuelos, nuestros padres -excepción de gente como Dragó- podría tener dos parejas en su vida y ser perfectamente felices.

R: Esto también es el sistema de creencias: nosotros tenemos unas creencias sobre las rupturas que son distintas. Pensamos “no pasa nada, hay que superar el duelo…”. Nuestros padres, nuestros abuelos, ni siquiera se lo planteaban: no era un destino peor o mejor; era el destino. No era amor, era lo que tocaba: una realidad inamovible. Tenemos ideas como “currar hasta morir” o “estar guapos y jóvenes” también que no tenían ellos.

P: Existe en este libro una tensión entre la crítica a la belleza exterior e interior, ¿Cuál tiene más luces rojas en Tinder? ¿Es más peligroso el “guaperas” simple o el pedante megalómano?

R: Ambos son gilipollas, así que por elegir elijo el guaperas (así te lo digo). Si no te llama la atención el chico físicamente, no le vas a dar “like”. Tinder no es la red en la cual dar “like” a alguien que no te llame físicamente la atención. Yo he dado un “like” por probar, pero el físico es importante. A mí ese tío que va diciendo “no soy de los que va sin camiseta” ¡lo que tienes es envidia! Y los que van diciendo que son cultos son también lo peor. Prefiero un tío bueno que es un tonto del culo que un feo que se considera “muy inteligente”.

P: ¿Temes que se te considere como clasista por muchas de las descripciones del libro? Es una crítica recurrente a tus textos ya en Mondo Brutto

R: Sí, me lo han dicho mucho: a lo mejor lo soy…

P: De hecho, tienes un mini capitulo donde nos consideras a todos “clasistas” de cualquier manera.

R: El clasismo es muy difícil abstraerse de él. No hace falta ser rico para serlo: de hecho, yo no lo soy y no me puedo abstraer. Lo llevamos todos muy dentro: no los enseñan desde pequeños. Si no te enseñan el clasismo, te enseñan la envidia. Es algo muy natural “¿Por qué él y no yo?”.

P: En España está generalizada la figura del “ególatra” sin nada detrás; gente que vive de haber sido el guapo de su clase en el año 97.

R: Sí, pero eras el guapo de una clase de pocas personas ¿qué mérito tiene? O cuando vas en el vagón de metro que piensas “soy la más guapa del vagón de metro” (risas). ¡A veces sí! Cuando hay señoras mayores, niñas de cinco años y tíos. Pero ¡no es verdad! Se debe ser consciente de la realidad…

P: ¿Cuánto influye la biología en los tipos que describes en el libro? No hablo de la belleza, subjetiva en cierto sentido, sino la ansiedad y el deseo de muchos de ellos. Es de lo poco que queda sin tocar en el ensayo.

R: Ahí no me meto porque creo me falta material médico, no me parecía para ensayo. Si biológicamente no puedes escapar de eso, es una enfermedad y tienes una pulsión que puede saltar cualquier norma moral, ética o económica tienes un problema muy gordo. Conocí una persona que cada vez que tenía un problema se follaba al primer tío que se cruzaba. ¡Esa persona no estaba bien! Es un problemón. La gente así acude a la prostitución…

P: Es como si saciaran la ansiedad de este modo.

R: Crash de Cronenberg es un poco eso: sufrir tus carencias con emociones fuertes.

P: Lucía Etxebarria habla de una “sobrecompensación” que hacían a todos ellos ser totalmente disfuncionales en relaciones normales.

R: Estoy muy de acuerdo. Me da bastante miedo entrar en ese mundo, podría pasarme a mí…

P: ¿Sabes que Paul B. Preciado se chutaba testosterona antes de salir de ligue? Lo cuenta en Testo yonqui…

R: Por Dios. De Paul B. Preciado debería leer un libro suyo antes, pero por las entrevistas me parece un bluff

Es verdad que los tíos tienen un problema gordo con la estatura: hablas con amigas que dicen que no quedan con ese chico por la altura"

P: Quiero que me comentes sobre los nuevos conceptos en auge en entornos progresistas ¿Conoces la idea de “ventaja estética” en entornos woke? Se pretendía legislar para evitar que la belleza pudiera suponer desigualdad en las relaciones…

R: He oído hablar de esto. Lo da más cosa en el mundo woke son las nomenclaturas, ya que en ocasiones estoy de acuerdo en el fondo de ello. Pero no se pueden debatir cosas que no se pueden solucionar: me recuerda a cuando éramos pequeñas y unas vecinas y yo queríamos hacer que los perritos llevaran traje e hicieran cucamonas. Al final llegamos a la conclusión de “no quieren, son perritos” (risas).

P: ¿Y el concepto de “disforia de altura”? De nuevo, se buscaba recompensar a los hombres bajos en el darwinismo social que suponen las relaciones.

R: Es verdad que los tíos tienen un problema gordo con la estatura: hablas con amigas que dicen que no iba a quedar con ese chico por la altura. Yo pensaba, “¿estás loca?” No me cabe en la cabeza y muchos ponen su altura en su biografía de Tinder.

P: Lucía Etxebarria, también, llamaba garrulo al tipo que proyectaba sus vicios y misoginia en redes sociales como gancho extraño de atractivo. Hay muchos perfiles de ese tipo en tu libro ¿Crees que alguna vez consiguen pareja?

R: No, yo creo que no. Para ser un gilipollas hay que estar muy bueno. Lo mismo con las chicas: todos deberíamos saber qué podemos permitirnos en Tinder.

P: No hablas casi en tu libro del “Síndrome de Estocolmo” y la relación de dependencia a través de lo luctuoso ¿Conoces el caso de las chicas enamoradas de los asesinos de Columbine? Vice hizo un reportaje hará unos años.

R: Alguien me lo ha mencionado hace poco. Siempre hay alguna colgada que se enamora de un convicto, puedo llegar a entenderlo, y es lo pop: Marilyn Manson. Nos fascinan estos perfiles, pero tenemos que recordar que no nos parecemos a ellos, no podemos ser como ellos. De vivir con estos perfiles extremos nos habrían partido la cara. Por redes, eso sí, he conocido locos que conocía en la vida real haciéndose pasar por gente normal.

P: Cuéntanos algo del chico que posó en el Valle de los Caídos en su perfil de Tinder y que pusiste en tu Facebook ¿Conseguiría el amor de la adolescente falangista?

R: De ese tío me salían contactos en común (risas). Quiero decir, que a lo mejor ni conocía el sitio donde estaba, no pensemos mal. Yo no quise saber más…

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