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'Moonfall': la película de desastres definitiva

Roland Emmerich se supera a sí mismo con una superproducción espacial donde todo, absolutamente todo, es posible.

Fotograma clave de la película de Emmerich
Fotograma clave de la película de Emmerich

La historia del cine nos ha proporcionado todo tipo de directores: geniales, buenos, correctos y desastrosos, exactamente el mismo baremo de calidad de cualquier profesión creativa del mundo conocido. Pero entre los realizadores de cine existe una subdivisión, comúnmente llamada ‘con mundo propio’ o más prosaicamente ‘originalidad’, facultad de algunos de ellos que les proporciona premios, fama y seguridad económica, virtudes con las que pueden adornarse para entrar a una fiesta a la que no todos están invitados.

Este club de directores está formado en la actualidad por vips como Tim Burton, Wes Anderson, Guillermo del Toro, Woody Allen, Asghar Farhadi, Ken Loach, Michael Haneke, Pedro Almodóvar y Leos Carax, por ejemplo, genios no siempre geniales pero dueños de un imaginario exclusivamente suyo. Tienen imitadores, claro, pero como ellos, ninguno.

Pues bien, el alemán Roland Emmerich (Stargate, El día de la independencia, Godzilla, El día de mañana…) lleva años hablando con el portero del club para que le dejen entrar a la exclusiva fiesta, pero sin pasar nunca de la puerta, aunque él debería tomarse algo dentro. ¿Por qué? Sencillamente porque sus películas tienen su reconocible, indudable, inequívoca e indiscutible firma. Solo él puede rodarlas y Moonfall es su última llamada a mamporros en la entrada del local. No podrá acceder nunca, pero no creo que le importe en absoluto. Ni a su público tampoco.

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¿Es necesario hablar de la trama en una película de Emmerich? Pues casi que no porque sus megaproducciones repiten siempre los mismos patrones. Sabemos que hay una inminente catástrofe mundial, que una familia muy americana pero desestructurada está implicada hasta los huesos porque el padre es científico, astronauta o militar en crisis personal, que sus hijos rebeldes y enamoradizos tendrán algo que decir al respecto y que alguien cercano, con frecuencia de raza no blanca, morirá en el terremoto, invasión alienígena, maremoto, glaciación o lo que sea. También conocemos los diálogos entre los implicados en el desastre: ‘voy a llevarte a casa’, ‘dile a Lucy, Kate, mamá, etcétera que la quiero’, ‘solo tenemos una oportunidad’ o, el mejor, ‘Move!, Move!, Move! (¡Corred!)’ del protagonista a su familia, equipo y amistades justo antes de que la explosión los arrase, se los coma un bicho o los maten los extraterrestres.

Patrick Wilson atesora menos carisma que una sopa de sobre

En el caso de Moonfall la familia desestructura, o pareja con mal comienzo, la forman Brian HarperPatrick Wilson, con menos carisma que una sopa de sobre− y Jo FowlerHalle Berry, otro más de los casos en que los Oscar a la Mejor Actriz le importa un comino a la industria− astronautas de la NASA sorprendidos por un enjambre extraterrestre (¡¡!!) que aborta la misión y mata a un miembro de la tripulación, justo el hispano. Brian, por supuesto, logra que su querido transbordador espacial aterrice en la Tierra, valga la redundancia, pero su carrera como héroe está acabada y es tiempo de dejarse la barba de tres días y no limpiar la casa. Patrick Wilson atesora menos carisma que una sopa de sobre en una película rodada en Canadá para abaratar costes

Poco tiempo después, un cambio de órbita en la Luna, descubierto por un friki inglés que come fish and chips (John Bradley, Juego de tronos), provoca maremotos, terremotos, incendios y aplastamientos de muchedumbres que no impiden, claro, que la familia de Harper, ya rehabilitado gracias a una llamada del Ejército, personificado precisamente por Jo, se una con él en medio de EE.UU. para apoyar al progenitor entre alabanzas de la conveniencia de estar siempre armado por lo que pueda pasar.

Hasta ahí todo normal, incluido el rodaje en Canadá para abaratar costes, pero Emmerich, consciente de que su cine solo gana enteros si narra cada vez algo más grave, más grande y más ruidoso, revela muy pronto su carta ganadora: la Luna es una creación extraterrestre y va a chocar contra la Tierra en muy poco tiempo. Por supuesto, solo pueden salvarnos el friki inglés y los dos astronautas estadounidenses. ¿Lo harán?

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