Cultura

Cultura en el tocador

Lorde y su 'Solar power': los ricos también lloran (pero, ¿dan pena?)

La obscenidad puede consistir en la exhibición de una initimidad llena de privilegios ante unos oyentes presa de las privaciones

Han pasado cuatro años desde que Lorde sacó Melodrama, su segundo álbum —y un tremendo éxito—, cuando tenía veintiún años. Entre sus fans, la espera se convirtió en algo tan obsesivo que en 2019 apareció en Twitter una cuenta titulada '¿Ha sacado Lorde un álbum hoy?', dedicada a tuitear que no hasta hace una semana y reconocida incluso por la artista. Solar Power, su nuevo disco, no podría parecerse menos a los dos anteriores —en Royals, su primer gran éxito como single, afirmaba que "Nos dan igual [los jets, las islas, los tigres con correa de oro] / Nunca seremos de la realeza / Porque no está en nuestra sangre: / Ese tipo de lujo no es para nosotros"—: una fiesta soleada y playera después de la intensidad, una recopilación de canciones que suenan todas bastante parecidas, llenas de guitarritas, ritmo lento y unos coros que esconden hasta la voz de la cantante, su signo más distintivo (y que otras tantas se habían lanzado a imitar después de su ascenso imparable al estrellato).

¿Por qué el cambio? Es una verdad comúnmente aceptada que poner una cosa al lado de otra modifica el significado de ambas: en las leyes de la Gestalt se declaraba que unimos elementos en formas según su cercanía, Eisenstein hablaba de que el significado de un plano aparece en su encadenamiento con otro. De "The path", la primera canción, deducimos inmediatamente que Lorde está harta de haberse convertido en una "millonaria adolescente", que se niega a "responder a las llamadas [de su discográfica o de la radio]"… y, sobre todo, que no será la salvadora de nadie, ni ayudará a reparar dolor alguno. Es un giro interesante después de dos álbumes celebrados por su intensidad emocional, por cómo resonaban con un público joven y desencantado, por su capacidad para hacer algo artístico de la tristeza y de la soledad en medio de un mundo alienante.

Salimos de esa primera canción introductoria y ya empezamos con las primeras decepciones. Solar Power, que salió como primer single, impactó —y mucho— a quienes esperaban con ansias lo último de Lorde: un vídeo en el que aparecía ella vestida de amarillo, feliz, fumando marihuana en un bong, cantando en una playa paradisíaca mientras parecía ser adorada como si fuera la lideresa de una secta. Los comentarios más delirantes fueron aquellos que asimilaban su apología de la naturaleza, de la playita y del lujo —aunque sea un lujo sin pretensiones y horteradas, sólo espiritual y naturalista, más de supermercado de productos sostenibles que de compras e inversiones horteras— a un mensaje secreto ecologista y político. El ejercicio hermenéutico podría seguir hasta el infinito, pero detrás sólo está Lorde divirtiéndose, feliz, alegre, despreocupada… y apolítica.

Lorde fumada, Lorde mimada

El álbum deja de ser tan alegre después; lo malo es que todas las canciones tristes se parecen. Dice Lorde, hablando del tema "California", que su vida "es muy relajada y muy doméstica, como la vida de un ama de casa hippy". En "Stoned at the nail salon" entremezcla reflexiones sobre lo fundamental que es pasar tiempo con la familia con declaraciones sobre lo fumada que va. El gran problema es que la autoconciencia que percibíamos en sus álbumes anteriores está completamente ausente: Lorde parece casi no darse cuenta de que el mayor de los lujos es poder permitirse el retiro espiritual, místico, solar que ella se está permitiendo, más aún en un año de publicación en el cual muchos de sus oyentes habrán estado encerrados en apartamentos miserables mientras ella vivía su mejor vida en las playas de Nueva Zelanda. La dicotomía con la cual debate en varios momentos del disco es entre esa vida de privilegio disponible al retirarse del mundo y vivir tranquila con su perro —la canción más emotiva, más emocionante, más bonita, es "Big Star", que va dedicada precisamente a su perro, que en paz descanse— y la vida de privilegio disponible cuando estaba en Los Ángeles, bebía tequila y experimentaba el desenfreno. Es decir: entre el privilegio casi ofensivo y el privilegio casi obsceno.

Las respuestas de Lorde frente al cambio climático son lo peor imaginable: una fantasía aristócrata de escapismo cuya única solución es irse a cualquier otra parte

¿Hay mayor profundidad en otros momentos del disco? Es debatible. Las dos canciones que tratan explícitamente la cuestión de la crisis climática, tema del cual se esperaba que hablara Lorde en un álbum sobre "conectar con la naturaleza", son "Fallen Fruit" y "Leader of a new regime"… dos temas, en sus mensajes, francamente decepcionantes. La propuesta de Lorde frente al desastre climático es la inacción hippy, “Nos llevamos a las grandes mentes y a los vapeadores / y un puñado de semillas / Es hora de irnos”: la respuesta en "Fallen fruit" frente a los errores de las generaciones anteriores es un escapismo que no conduce a ningún lado y que sólo podrá ser el reflejo de la previsible tendencia de los ricos a construir búnkeres y escapar a terrenos más habitables mientras el resto del planeta arde.

Por su parte, "Leader of a new regime" es más de lo mismo: Lorde, frente a un mundo calentado hasta niveles apocalípticos, coge uno de los últimos aviones, se lleva unos cuantos libros de Simone de Beauvoir, Céline y revistas… declara que vivirá con eso hasta el final de sus días y reclama un líder "para el nuevo régimen" frente al imperio de "la lujuria y la paranoia". Las respuestas de Lorde frente al cambio climático son de lo peor que nos podríamos haber imaginado: una fantasía aristócrata de escapismo cuya única solución ante los graves problemas del mundo es irse a cualquier otra parte, salvarse uno mismo y abandonar a los demás.

Algunos de los fans más fehacientes de Lorde han querido justificar las letras de sus últimas canciones argumentando que todo se trata de un "ejercicio satírico". La recepción general, que responde a sus vídeos con elogios de los cristales energéticos, la marihuana, las meditaciones y el yoga, no parece tan satírica: por más que ella misma diga que "Mood ring" forma parte de un ejercicio satírico, la energía solar que exalta, la forma misma de sus canciones, sus melodías e incluso —por seguir siempre en la onda del mindfulness— sus vibraciones no entran en ningún tipo de conflicto con el mundo de la New age. La autora habla de la canción como su intento "satírico, pero completamente empático [de entender lo que hacemos para tratar de sentirnos sanos física o espiritualmente, como purificar con salvia, leer el tarot o limpiar la energía de los cristales]". La sensación que transmite es que la empatía ha opacado cualquier intento de sátira… y, si algo es recibido como una apología, difícil será retorcerlo y darle vueltas hasta que sea posible percibirlo como un ejercicio crítico.

Rabia y odio de clase

El problema no es que Lorde haya escogido tener una vida relajada, soleada, llena de playas, paz y lentitud; ¡una vida así es lo que muchas desearíamos! El problema es que todas las canciones se parecen entre ellas, que la profundidad sólo emerge a veces de las letras, que toda la conciencia crítica sobre su posición social, poder, dinero y privilegio parece haber desaparecido, que sus recomendaciones sobre el cambio climático se reducen a soluciones escapistas imposibles para el 99% de la población… y que a la otra mitad de sus fans les encantará este contenido si pueden tomarlo como modelo individualista, incluso si no tiene la profundidad de sus temas anteriores. La conclusión con las que nos quedamos: es comprensible querer huir de los infiernos de la fama y del mundo del artisteo hollywoodiense. Después de tres escuchas, el álbum acaba siendo perfecto para escucharlo en loop mientras no se hace nada, como música de fondo que llega a ser agradable y relajante… pero extrañamente sin alma (en lo que tendría que haber sido el gran desnudo emocional de su autora).

Como creación por parte de alguien que otrora había transmitido tanto, Solar Power aparece como una queja aristócrata insoportable: será que los ricos también lloran desde sus paraísos, pero no consiguen extraer ni una lágrima de los pobres; si acaso un poco de rabia y odio de clase. ¿Acaso nos dan pena? Su álbum no es una sátira de la vida de los ricos, sino el resultado de una rica exponiendo los sentimientos por los que pasa en su vida. Cada cual debe escoger si un ejercicio así le conmueve o más bien le fatiga.

Más información