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Cultura

Elizabeth Duval: “La militancia universitaria se ha aburguesado: parece un teatro de la revolución”

El mundo editorial se ha vuelto previsible. Quizá por eso destaca Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000), una aparición que no estaba en ninguna agenda. Hablamos de una joven escritora interesada en política, que a los veinte años argumenta mejor que muchos intelectuales de mediana edad. Su primera novela, Reina (Caballo de Troya), es un particular ejercicio de autoficción donde destripa la vida en la Sorbona, las aventuras con sus amigos y un triunfo incipiente-pero-rotundo como figura pública. En el texto abundan las frases envenenadas. “Como tiene que estar la izquierda para que, a más alcohol en el cuerpo, más nostalgia sintamos por la España de Zapatero”, escribe. Veintidós palabras que certifican el espejismo político del 15-M, entre otras cosas.

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Duval proviene de una familia humilde, pero tiene todas las papeletas para convertirse en estrella cultural. En una de las páginas de la novela, cita a la filósofa francesa Chantal Jacques: “Conocer la lucha de clases porque también está en el interior de uno mismo”. ¿Cómo lleva este salto de la normalidad a la fama? “Hay una verdadera división, que es casi esquizofrénica. Lo explican bien intelectuales como Didier Eribon o cuando compara su infancia con la inserción en los ambientes universitarios. Me refiero, por ejemplo, a lo que cuento en Reina de que en un momento determinado de la crisis de 2008 nos cortaron la luz. Fue solo un día, pero es muy difícil reconciliar ese momento con encontrarse en una situación sociocultural favorable. También se habla de esto en el nuevo disco de Bad Bunny, donde las letras recuerdan su vida anónima -fue reponedor de supermercado-, cuando se divertía jugando a Pokemón Go, antes de convertirse en superventas internacional”, señala.

"Hay que mantener la conciencia de clase, aunque sea difícil cuando se te otorga todo de repente", afirma

¿Cómo maneja las ofertas tentadoras que llegan y las que están por llegar? “Me parece lejano, casi imposible, el momento en el que la literatura me quiera hacer rica, pero sí veo cercano que me quiera hacer más burguesa. No tengo un plan, pero sí líneas rojas. Por ejemplo, me costaría mucho meterme en un premio de poesía de 50.000 euros que me convierta en ‘mainstream’. Sencillamente, no es lo que busco hacer. Las ocasiones en que pueda aprovecharme de una editorial grande para transmitir un texto las voy a aprovechar. No me parece negativo que obtengan beneficio de mí, mientras yo obtenga un beneficio de ellos. Hay que mantener la conciencia de clase, aunque sea difícil cuando se te otorga todo de repente. Conciencia de clase y estar atento para no devenir, de repente, en un turbocapitalista”, promete.

Entre Vogue y el trotskismo

Le pido un ejemplo de decisión complicada que haya tenido que tomar. “Esta noche mismo, me había invitado a la fiesta de Vogue y Bulgari. Lo primero que pensé fue ‘qué ambiente tan elitista’. Dudaba si acudir para intentar subvertirlo o si realmente no pinto nada en ese tipo de eventos que ya te categorizan. Al final se suspendió por la crisis del coronavirus, pero mi decisión era acudir”, admite. ¿Realmente piensa se pueden sabotear, aunque sea simbólicamente, este tipo de reuniones sociales? “Cada situación es diferente. Por ejemplo, acudí a 'First dates' con esa intención y me di cuenta de que es complicadísimo, ya que se trata de un programa enlatado, lo cual les da mucho poder. Es mucho más sencillo subvertir en 'Sálvame'. En realidad, con “First Dates” o con una fiesta de Vogue, no se trata tanto de subvertir en el momento sino de obtener un capital cultural y de cómo lo utilices luego”, señala. Estas cosas se van viendo partido a partido y Duval da sus primeros pasos en el mundillo VIP de la Cultura y los medios.

Volvamos a Reina, un texto juguetón y adictivo, a ratos inquietante, que no se libra de alguna carencia. La autora explica en la novela sus conflictos actuales, pero no entra en asuntos familiares, ni en su precocidad intelectual, ni apenas en su primera adolescencia. “El motivo principal es que hablar de los años previos al presente implicaba hacer un retrato de mi familia, que es algo a lo que no estoy dispuesta. Esto no quiere decir que no vaya a hacerlo nunca, pero no era el momento. Sobre todo porque no quiero traspasar su intimidad. Me importa menos exponer la de mis amigos, pero la de mi familia no. Un libro así solo podría escribirlo después de la muerte de mis padres”, comparte.

“Hablamos de la toxicidad de los ambientes supuestamente feministas de París, de la militancia, de las guerras entre ‘autonomes’ y trotskistas; de la literatura", escribe en Reina

Algunos de los pasajes más afilados tienen que ver con sus militancia política, donde no deja títere con cabeza, como debe ser. “Hablamos de la toxicidad de los ambientes supuestamente feministas de París, de la militancia, de las guerras entre ‘autonomes’ y trotskistas; de la literatura, también; de la exposición que hay en el Petit Palais sobre Khnopff y los simbolistas, de Sezessionsstil. De cine, de música”, enumera.

Tinder por nivel de renta

Usa una expresión demoledora para describir la militancia universitaria donde está inmersa: “el teatro de la revolución”. ¿A qué se refiere? “El ambiente universitario francés tiene anarquistas, trotskistas y autónomos, que es con los que me he terminado juntando, una cosa extraña porque siempre he dicho que la opción que menos me interesa es la autonomía. Algo que me llama la atención de los trotskistas es que cada vez que hay protestas empiezan a decir ‘esta es la buena, este es el levantamiento que nos va a traer revolución’. Pasó con las protestas de estudiantes y también con los chalecos amarillos. La conclusión a la que llego es que muchos de estos trotskistas que se pueden permitir acudir a la Universidad de París 1 Panteón-Sorbona vienen de ambientes acomodados donde la militancia política es solo una actividad que da sentido estético a sus vidas. Tiene algo de teatral, ya que no necesitan la revolución para vivir dignamente, ese no es su problema”, señala.

Por supuesto, le pido más detalles. “Hace poco comentaba con mi pareja que si activas Tinder en la Universidad de París 1 posiblemente encuentres personas de mayor renta media que la obtendríais buscando por el resto de la ciudad. Esa universidad es un foco de privilegios. Aunque lleven pintas de izquierdista, los estudiantes vienen de familias de dinero, con padres que han triunfado en profesiones liberales. No son un retrato real de lo que sucede en el país. Es una militancia aburguesada, que en mitad de una fiesta te pregunta cómo puede ser posible una alianza con los chalecos amarillos si tienen pinta de ser ‘fachas’ y tránsfobos. Por eso es complicada la convergencia y la unión entre ambos colectivos, a pesar de los intentos de los trotskistas, que defendían que el movimiento estudiantil debería ser engullido por los chalecos amarillos o viceversa. Aparte de esta distancia social, la convergencia tampoco es posible por las medidas tan duras que dictó Macron contra el derecho a manifestarse”, lamenta.

"Los parisinos son las personas más indiferentes hacia los mendigos que he visto en mi vida. Tenemos el retrato bellísimo de la ciudad, donde parece que el sufrimiento no existiera", denuncia

El decorado principal de la trama es el París actual, desde fiestas ‘cool’ en barcos del Sena hasta deprimentes viajes en transporte público para quien no puede permitirse los pisos del centro. “Como digo en el libro, los parisinos son las personas más indiferentes hacia los mendigos que he visto en mi vida. Tenemos el retrato bellísimo que se hace de la ciudad, donde parece que todo el lado del sufrimiento no existiera, pero allí se hace evidente”, señala. De hecho, afirma que Francia es un país más a la derecha que España. “Francia tiene un capitalismo mucho más desarrollado y mejor hecho que el español. París es una ciudad de levantamientos, revoluciones y revueltas, pero no representa a toda Francia, donde la izquierda actual es incapaz de llegar a la segunda vuelta de las elecciones. Que la decisión final sea Le Pen o Macron es un fracaso absoluto para la izquierda. El Partido Socialista está en un estado lamentable y Francia Insumisa no anda mucho mejor. Sobreviven los valores republicanos, que todo el mundo aprecia, pero la izquierda está ausente en la política”, subraya.

Familia, religión, muerte...

También se habla de aspectos personales: Duval considera la incomunicación como la base de toda sensibilidad poética. “Con mi amigo Théo comento que en nuestras charlas apenas hablamos de la familia, ni de religión, ni de la muerte, que son asuntos muy complejos. Cuando tratas el amor o el deseo puedes hablar de incomunicación, pero solemos hacerlo produciendo un montón de palabras, a lo bestia, no paras de comunicar. Con la familia, la religión y la muerte, en cambio, se impone el silencio, ya que tienen un componente más turbio, más oscuro. Son los asuntos más incomunicable”, afirma.

¿La frase más sorprendente? “Vivir es aburrísidimo”, escupe en la recta final del libro. ¿Es posible el muermo cuando se triunfa tan joven? “Esa frase es mentira, joder. Necesito escribir, pero mucho más vivir. De hecho, el final de Reina es muy vitalista, puro impulso. En realidad, la literatura nunca es suficiente: lo vemos muy claro ahora, con la emergencia del coronavirus. Mucha gente de mi círculo ha tenido una primera reacción que dice ‘no está mal, así me pongo al día con todos los libros que tengo pendientes’. Yo pienso lo contrario: me da pena que se cancele el presente y que ya no podamos perrear”, remata.

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