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Cultura

Miquel Giménez: "Es una falacia hablar del carácter emprendedor de la burguesía catalana"

El periodista y escritor publica 'Operación Barcelona: matar a Hitler', una ucronía histórica que acerca al nazismo y el independentismo catalán

Miquel Giménez: "Es una falacia hablar del carácter emprendedor de la burguesía catalana"
Portada del último libro de Miquel Giménez

Miquel Giménez (Barcelona, 1959) es ya un nombre clásico de nuestro periodismo, que ha trabajado junto a iconos como Luis Del Olmo, Jesús Hermidad, Jordi Estadella, Valerio Lazarov y Raffaela Carrá , entre otros. También es uno de los columnistas más leídos de Vozpópuli (con frecuencia, el que más). En paralelo a su carrera como analista político, ha desarrollado una de escritor, que cuenta ya con una decena de libros, el último titulado Operación Barcelona: matar a Hitler (Sekotia). La novela no da respiro, desde la invasión nazi de España hasta personajes anarquistas o masones, pasando por una visita de Hitler a Barcelona durante la Diada. Charlamos con el autor para conocer a fondo esta nueva obra, tan sustanciosa como trepidante.

Pregunta: Su novela se basa en una misión similar a la Operación Valikiria, que tenía como objetivo asesinar a Hitler. ¿Hasta qué punto piensa que un golpe así podría haber cambiado el rumbo de la historia?

Respuesta: Muchos de quienes organizaron atentados en contra de Hitler creían que al suprimirlo el edificio del nacional socialismo se desmoronaría. Y no fueron pocos, porque tuvo no menos de 42 tentativas de asesinato, desde el carpintero Elser hasta la más compleja que usted menciona, la Operation Walkure. Especular acerca de si la desaparición del líder del Tercer Reich hubiese conllevado la caída del mismo es arriesgado y en la novela hay un punto en el que los protagonistas se plantean si asesinar a Hitler cambiará realmente las cosas. Pero si nos atenemos a los hechos históricos, el anuncio del suicidio de Hitler supuso automáticamente que la sociedad alemana despertase del sueño hipnótico al que había estado sometida durante años. “Es como si el mago hubiese chascado los dedos” decía un joven perteneciente a las Hitlerjugend. Sin el mito, el mesías, el profeta ario, nada del nazismo tenía sentido y es probable que, de haber tenido éxito alguna de las conjuras en contra de Hitler, habrían cambiado las cosas. Aunque si vemos de dónde salían los conspiradores, básicamente del generalato, las altas finanzas, la nobleza e incluso el propio partido y las SS, se hace difícil vislumbrar que habría sucedido. Soy de la opinión que, por ejemplo, en las conversaciones que Himmler mantuvo con británicos y norteamericanos en el marco de la Operación Sunrise Crossword al final de la guerra se insistía más en un pacto común contra la URSS que en desmantelar el aparato nazi. Acabar con Hitler quizá no habría supuesto que la democracia volviera a Alemania.

P. Su libro menciona también un plan que existió realmente, aunque no llegara a ejecutarse: la operación Félix, la conquista de Gibraltar para cerrar el paso a la Royal Navy.

R. Efectivamente, la Operación Félix fue muy real y el alto mando de la Wermacht lo tuvo encima de la mesa, pendiente de las órdenes de Hitler. Se trataba de arrebatar Gibraltar a los británicos, cerrando así el estrecho y con ello acabar con el dominio de la Royal Navy en el Mediterráneo. El cálculo era correcto: una Gran Bretaña sin acceso al petróleo árabe caería antes en manos alemanas y Rommel podría haber avanzado hacia El Cairo con facilidad, bien aprovisionado, ante unas tropas inglesas sin suministros ni combustible. La idea era llegar hasta Persia, el actual Irán, y enlazar con los ejércitos nipones que avanzaban a buen ritmo en Birmania. Pero Hitler, que sabía que a Franco no le convencía permitir el paso de las divisiones Panzer por España – ponía el ejemplo de Napoleón, que decía que iba de paso y se quedó – optó por esperar a que Inglaterra se rindiese merced a los terribles bombardeos a los que la tenía sometida y cometió el error garrafal de invadir la URSS, provocando así una guerra con dos frentes. Grave error. No pocos historiadores aseguran que si Hitler se hubiese atenido al plan inicial y hubiera desarrollado la Operación Félix, postergando su ataque a Rusia, la guerra podría haber tomado un cariz muy distinto.

Miquel Giménez, periodista y escritor

P. Por una serie de circunstancias, en el libro emerge la posibilidad de que Cataluña se convierta voluntariamente en un protectorado nazi. ¿Qué paralelismos encuentra entre el independentismo y la derecha totalitaria del siglo XX?

R. Aunque ahora se trata de borrar esa página de la historia de Cataluña, como tantas otras cosas, existieron contactos más que informales entre formaciones separatistas y las potencias del Eje. Estat Català, partido fundado por Francesc Maciá, mantuvo contactos con Mussolini llegando a adaptar el himno Giovinezza al catalán e incluso durante la transición hizo carteles que eran una copia de las Hitlerjugend. También se mantuvieron reuniones con Goebbels. Algo similar sucedería con el PNV. Pero volvamos al caso catalán. El sustrato racista existente en el separatismo se remonta al siglo XIX con personajes que defendían “la raza catalana” como Pompeyo Gener, el Doctor Robert o, ya en la década de los treinta, Pompeu Fabra, padre de la moderna gramática catalana. Esto lo explico en el libro porque creo que no solo no ha desaparecido, sino que ha ido en aumento en los últimos años. El carácter autoritario del separatismo, su  división entre buenos y malos catalanes en función de si eres de los suyos o no, el desprecio a la ley, la construcción de un estado autoritario en el que el presidente nombra a los jueces, la práctica abolición del español y de todo lo que tenga que ver con España y los eslóganes de “Si no te gusta vete a tu tierra”, como si Cataluña no fuese la tierra de quienes siendo catalanes no somos separatistas, recuerdan mucho a las consignas alemanas tristemente célebres emanadas del ideario anti semita. Todo movimiento político que no defiende la igualdad entre todas las personas independientemente de su raza, religión, credo político, lengua o clase social me parece fascismo. Y no cabe duda que a sectarios y supremacistas no hay quien gane a esta gente.

La burguesía catalana es provinciana, de vuelo gallináceo y situacionista

P. Otro movimiento que tiene su papel en la trama es la masonería. ¿Cómo valora el papel histórico de esta sociedad secreta y qué opina de su vigencia actual?

R.La masonería es algo de lo que se habla poco y se sabe menos, pero no porque no existan cientos de libros que informan acerca de la misma, sino por el tremendo desconocimiento de la gente sobre qué es y qué no es. De entrada, cabe señalar que no existe una sola masonería y menos en España, donde dos personas son una facción, tres una escisión y cuatro un partido. La masonería que aparece en la novela es la de obediencia británica, más conservadora y legalista que la predominante históricamente en nuestro país, de obediencia francesa y mal denominada liberal. En esa sociedad discreta, que no secreta, también podemos ver diferentes tipos de masones. Los de a pie, que se ocupan de sus rituales, su obras de beneficencia, sus luchas internas a ver quién es el Gran Maestro y los grados interminables que solo en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el más común entre españoles, llegan hasta treinta y tres. Sería infantil achacarle a los masones todo lo que de malo ha pasado en el mundo de la misma manera que uno juzga pueriles esas listas de masones célebres con las que los masones pretenden hacer creer a la gente que todos los genios han pertenecido a la orden de la escuadra y el compás. Tan perniciosa es para la evaluación histórica creer que los masones controlan el mundo como decir que son ángeles seráficos. Que tuvieron una grave responsabilidad, por ejemplo, durante la II República es cierto, porque muchos de quienes toleraron los desmanes que se produjeron a su amparo pertenecían a la masonería. Que la categoría de masón sirvió después para que las envidias y malquerencias acabaran con ciudadanos inocentes, también. En aquellos primeros años del franquismo se decía “¿Quién es masón? El que está por encima del escalafón”. Aunque tengamos en cuenta que el padre de Franco y sus dos hermanos, Nicolás y Ramón, lo fueron, así como el general Cabanellas, que presidía la junta de generales durante los primeros días del Alzamiento. Quizá el mejor ejemplo de lo complejo del tema sea que Pinochet y Allende formaban parte de la misma logia en Chile y que cuando da el golpe de estado, el primero pone a disposición del segundo un discreto avión para que se marche del país junto a su familia. Allende respondió que no con las consecuencias de todos conocidas. Tan solo añadir que en países tan dispares como el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla o la Cuba de Castro y la Venezuela de Chávez la masonería jamás ha estado prohibida. Da qué pensar.

P. Usted ha dicho que "es una narración que trata, en la subtrama, de los perdedores, de los que, aunque ganen, siempre acaban perdiendo". ¿Son más interesantes que quienes ganan?

R.Sin duda alguna. Porque todos somos perdedores, todos estamos destinados a desaparecer. Creo que alguien debería escribir algo parecido a “El fracaso como una de las bellas artes” en homenaje a Tomás de Quincey. El ganador me fatiga enormemente porque se cree que triunfar es tener dinero, o éxito o que te haga caso determinada señorita o señorito, o que te toque el cupón de los ciegos. En esto me siento muy próximo a José Pla, que también sale en el libro. Pla decía que a él, después de todo lo que había visto y vivido, lo que le interesaba era hablar con los payeses, los pescadores, cenar una sopa o una tortilla y dormir de manera razonable. Exacto. El perdedor es epicúreo por excelencia. Sabe que no hay manera de ganar en este juego que llamamos vida porque las cartas están marcadas y van a ganar los de siempre, los poderosos, los que manejan el cotarro. Yo, que no creo ser nada conspiranoico, siempre he pensado que debe existir una habitación en algún lugar donde se reúnen de vez en cuando una serie de personas para decidir qué país se hunde y que país no, o dónde toca una guerra, o qué hay que hacer con tal o cual político. ¿O es que en las sesiones a puerta cerrada del Congreso no pasa algo similar? ¿Y en la OTAN? ¿Y en la UE? ¿Me puede alguien decir quien dicta la política de unos EEUU en los que el presidente padece de manera visible demencia senil y saluda a seres inexistentes? Así es imposible ganar y me parece más sano y honesto reclamarse perdedor. Además, si hablamos de literatura, el perdedor tiene un interés psicológico como personaje infinitamente más poderoso que el héroe que vence siempre. Los héroes más sugerentes son aquellos que, incluso sabiendo que van a perder, siguen adelante. El Roberto de Por quién doblan las campanas de Hemingway, por vía de ejemplo.

A veces somos lo que somos por lo que no hicimos; en historia sucede algo parecido.

P. La novela retrata a una burguesía catalana ferozmente competitiva por arrimarse al poder, a cualquier poder, así como a los privilegios y ventajas que ofrece esa cercanía. ¿Tiene la burguesía de allí una tendencia especial a acercarse a quien manda para medrar en vez de a competir en el mercado?

R. Efectivamente, la burguesía catalana o la clase dirigente catalana o las trescientas familias catalanas que manejan el cotarro secularmente son una brújula infalible para saber hacia dónde sopla el viento. Es una falacia hablar del carácter emprendedor de la burguesía catalana. Lo único que llevan haciendo desde el siglo XIX es exigir ventajas económicas en detrimento del resto de España. De ahí su alineamiento con el poder, el que sea, tanto da monarquía alfonsina – recordemos que la restauración borbónica de Alfonso XII la pagó el Foment del Treball, la patronal catalana -, república, franquismo, Convergencia o lo que sea. Más que empresarios, los burgueses catalanes son comisionistas. Venden paz social a cambio de pingües beneficios. Su alianza con el pujolismo les ha permitido vivir décadas de corrupción dorada en las que el tres, diez o cincuenta por ciento era el método infalible para perpetuar su poder económico. Si cualquier empresario importante catalán hubiese dicho “Basta” con el procés, las cosas habrían sido muy diferentes. Pero ni el Foment, ni el Círculo Ecuestre ni ninguna asociación empresarial abrió la boca salvo las que lo hicieron para sumarse a aquella locura. Creyeron que podían disponer, por fin, de un estado propio en el más auténtico sentido del término: un estado suyo, y de nadie más, en el que pudiesen hacer su santa voluntad sin que nadie les limitase. Nada que ver con las burguesías, por ejemplo, francesa o británica. La catalana es tremendamente provinciana, de vuelo gallináceo y situacionista. Por eso nunca hará nada sin el apoyo de políticos y administraciones. Son incapaces de crear por ellos mismos. En el libro los retrato como autócratas que desprecian todo lo que no sea su cuenta corriente. Y así son.

P. ¿Cómo llegó a interesarse por la novela histórica? ¿Quiénes son sus referentes en el género?

R.Me ha interesado siempre porque mis dos grandes pasiones son la lectura y la historia. Soy de los que creen que el estudio de lo que ha pasado nos puede evitar algún susto que otro en el futuro. Pero, dejando a un lado los aspectos más filosóficos, la novela histórica ofrece un campo literario tan inabarcable, tan variado y tan sugerente que es difícil no acabar atraído. En España tenemos a grandes escritores de novela histórica, por supuesto, como mi querida Isabel San Sebastián o Chani Henares por no hablar de ese coloso llamado Arturo Pérez Reverte. Para esta novela me han inspirado, y lo digo en el libro, autores como el español Jesús Torbado, autor de En el día de hoy, una ucronía que especula con que la República hubiese ganado la guerra civil, o Len Deighton con su obra “SSGB” que describe un Reino Unido ocupado por los nazis. En esa línea debo nombrar también a Philip K. Dick y su popular El hombre en el castillo, con unos Estados Unidos vencidos troceados entre alemanes y japoneses. Eso es lo que más me interesa en este género, subvertir lo que realmente pasó y, basándome en hechos históricos, especular acerca de lo que podría haber sucedido. A veces somos lo que somos por lo que no hicimos. En historia sucede algo parecido. Los países son fruto de aquellas decisiones que no tomaron..

P. ESta es ya su décima novela.¿Qué se gana y que se pierde en el viaje desde autor primerizo a autor maduro y consolidado?

R.No creo que yo sea un autor consolidado, aunque se lo agradezco. Además, tampoco creo que me gustase por aquello que le decía antes de los perdedores. Cuidado, tampoco soy de los que ponen cara de ofendido cuando se habla de premios o de índice de ventas. Es evidente que a nadie le amarga un dulce, pero me interesa mucho más que mi novela le guste a quien la lea, que le sea útil y que le entretenga. Ante la literatura “profunda”, que habitualmente nos pretenden endilgar cuatro sabios, yo defiendo la literatura de entretenimiento, de evasión si se quiere. Porque entretener es lo más difícil del mundo. Y también se pueden decir muchas cosas. De hecho, esta novela tiene diferentes subtextos para quien quiera descubrirlos. Y todos son válidos. Es como una canción. Hay quien la disfrutará por la música, otros por la letra, otros por el ritmo, otros por el cantante, ¡somos tan distintos y a la vez tan iguales! Sí le diré que el viaje literario va aparejado con el personal y uno no es la misma persona a los treinta que a los sesenta. El paso del tiempo te ayuda a descubrir más recursos, más técnica, porque escribir es como todo en la vida, un oficio del cual nunca se acaba por conocer todos sus secretos. Le preguntaron una vez a Pío Baroja si podía darle algún consejo a un escritor novel para tener éxito y don Pío, que era muy suyo, respondió que eso era imposible, que existen consejos para no escribir una mala novela como hay normas para no ser maleducado en sociedad, pero nadie podía decir que hay que hacer para escribir una buena novela o caerle bien a todo el mundo. He intentado, modestamente, tras cuatro años de documentación y trabajo, que Operación Barcelona: matar a Hitler sea precisamente eso, una novela correctamente escrita, con una trama que interese al lector y lo acompañe siquiera un rato en esto tan complicado y raro que llamamos existencia. Si ha servido para distraerle y hacerle pensar un poco, el objetivo se habrá cumplido.

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