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Cultura

'El hijo': la inverosímil y fallida secuela de 'El padre'

Florian Zeller dirige su segundo largometraje, la adaptación de otro de sus textos teatrales, protagonizada por Hugh Jackman

Fotograma de 'El hijo'
Diamond Films

Todos esperaban con ganas la nueva película de Florian Zeller, el dramaturgo que debutó en la dirección de largometraje con la celebrada El padre, un drama en tono de thriller sobre el Alzheimer que recibió elogios de forma unánime por parte de la crítica y del público, al convertir la demencia en un pasadizo lleno de lugares tenebrosos por el que transita su protagonista, interpretado por Anthony Hopkins. Aquella actuación le dio su segundo Oscar y todos recuerdan desde entonces al actor, el más longevo en recoger una estatuilla, bailando emocionado a sus 84 años en la fiesta posterior a los premios.

El padre era la adaptación al cine de la obra teatral homónima de Zeller (considerado por muchos uno de los mejores dramaturgos franceses de la actualidad, junto a nombres como Yasmina Reza), que forma parte de una trilogía compuesta también por El hijo y La madre.

En la pasada edición del Festival de Venecia todos los ojos estaban puestos en la primera de ellas, protagonizada por Hugh Jackman, a quien todos esperaban ver debutar en las nominaciones a los Oscar, así como a Laura Dern, Vanessa Kirby, Zen McGrath y Anthony Hopkins. Los ingredientes eran perfectos pero el resultado fue fallido y este viernes llega a los cines con la sombra alargada de su predecesora y poco más que ofrecer que un telefilme.

El planteamiento, no obstante, no es sencillo. Jackman da vida a Peter, un hombre con una vida profesional de éxito que vive junto a su joven pareja y su bebé de pocos meses. Un día, su exmujer acude a su casa para contarle que su hijo de 17 años no acude a clase y se muestra agresivo con ella. Ante la preocupación del progenitor, el adolescente decide irse a vivir con él y empezar otra vida, pero pronto aflorán los problemas con los que su padre debe lidiar.

Con su debut en la gran pantalla, Zeller consiguió abordar un asunto tan trágico y poco atractivo como es la demencia con un thriller angustioso y una historia parca alejada de cualquier sentimentalismo

El listón estaba muy alto, porque con su debut en la gran pantalla, Zeller consiguió abordar un asunto tan trágico y poco atractivo como es la demencia con un thriller angustioso y una historia parca alejada de cualquier sentimentalismo o mirada pornográfica. La lágrima fácil era en su debut el último recurso y, sin embargo, para esta redactora de Vozpópuli, en su secuela el melodrama acapara casi la totalidad del metraje, apoyada por una música que pone énfasis en el dolor más obvio y por situaciones repetitivas que no aportan nada ni a la historia ni a los personajes.

El hijo, oportunidad perdida

Cuando uno termina de ver El hijo piensa en la oportunidad perdida que supone esta película para abordar la depresión en los adolescentes y el gran efecto que tiene en las familias que lidian con una etapa tan compleja en el desarrollo de los hijos. Es inevitable pensar en ejemplos de películas hechas con sensibilidad, tacto y sutileza en las que un trastorno o una enfermedad mental se interpone en la vida y en la relación entre familiares o amigos, como es el caso de la delicada Aftersun, de Charlotte Wells, uno de los mejores títulos estrenados en 2022.

Incluso si El hijo es una excusa para hablar desde la enfermedad mental del amor paterno, de la herencia afectiva recibida, de la complejidad que supone querer y establecer límites, de la incomunicación, del sentimiento de fracaso, del poco tiempo que dedicamos a los seres queridos o de las nuevas oportunidades, lo cierto es que la película naufraga en cada uno de sus múltiples intentos.

Qué complicado es abordar la salud mental desde la cultura sin caer en obviedades, sin usarla como pretexto para confeccionar un melodrama

Uno recuerda también la maravillosa y sencilla Siempre contigo, en la que el israelí Air Bergman narra la relación de un padre y su hijo con autismo. En cambio, en El hijo hay un sinfín de temas abiertos en los que Zeller no profundiza ni avanza, deja todo a medias, y la sensación de vacío es completa. Tanto, que incluso uno llega a pensar que el director solo quiere ver llorar al espectador.

Qué difícil es hablar sobre la enfermedad mental, especialmente entre los adolescentes, e identificar a tiempo los rasgos propios de una depresión. Qué complicado es abordar la salud mental desde la cultura sin caer en obviedades, sin usarla como pretexto para confeccionar un melodrama, sin caer en sentimentalismos y sin llegar a tragedias llenas de buenas intenciones. Tal y como un psiquiatra le dice a estos padres desesperados en un momento de la película: "El amor no es suficiente". Querer hacer una película sobre un trastorno mental, tampoco.

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