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Cultura

Historias de la Historia

Ausencias olímpicas

España fue el primer país que boicoteó unos Juegos Olímpicos, los de Berlín de 1936

Rusia está ausente de los Juegos Olímpicos de Tokio por decisión de la Agencia Mundial Antidopaje, aunque ha burlado la sanción enviando a sus deportistas bajo las siglas ROC (Comité Olímpico Ruso). Sin embargo las ausencias más sonadas en la historia de los Juegos Olímpicos no han sido las impuestas por razones deportivas, sino las que distintos gobiernos han utilizado como arma política.

El primer caso lo protagonizó la II República Española en 1936, negándose a acudir a los Juegos de Berlín. A principios de año había ganado las elecciones en España el Frente Popular, formándose un gobierno de izquierda republicana con apoyo socialista, presidido por Azaña y luego, cuando Azaña fue elegido presidente de la República (Jefe del Estado), por Casares Quiroga.

En Alemania en cambio el nazismo había afianzado su poder, convirtiéndose en una dictadura represiva en manos de Hitler. Teniendo en cuenta las doctrinas racistas que formaban la base ideológica del nazismo, los Juegos Olímpicos de Berlín se veían como un escaparate mundial para demostrar la superioridad de la raza aria, y así fue. Alemania ganó 89 medallas, muy por delante del segundo clasificado, Estados Unidos, que obtuvo 56. Además Hitler quiso dejar memoria del éxito, y encargó a su cineasta favorita, Leni Riefenstahl, un documental, Olimpia, que sería la mejor película deportiva de la Historia.

La Olimpiada Popular se debía celebrar el 19 de julio de 1936, pero un día antes se produjo el Alzamiento del 18 de Julio

La República Española no sólo boicoteó los Juegos de Berlín, sino que organizó un evento alternativo, la Olimpiada Popular, que debía celebrarse en Barcelona. La división del mundo entre izquierdas y derechas era tan feroz, que a la Olimpiada Popular española se apuntaron nada menos que 6.000 atletas representando a 22 naciones. Los equipos de Alemania e Italia (donde también había una dictadura fascista) estaban formados por exiliados, y los de los otros países por deportistas de organizaciones sindicales y de izquierda. Rusia, que desde la Revolución bolchevique de 1917 no participaba en los Juegos Olímpicos, organizando su propia alternativa, las Espartaquiadas, sí acudió en cambio a Barcelona.
La ceremonia de apertura de la Olimpiada Popular se debía celebrar el 19 de julio de 1936, pero un día antes se produjo el Alzamiento del 18 de Julio y comenzó la Guerra Civil. La Olimpiada Popular se suspendió, pero unos 200 deportistas decidieron participar, ya que no en el deporte, en la guerra, alistándose en las milicias de izquierda.

De Moscú a Los Ángeles

La Unión Soviética decidió integrarse en el olimpismo en 1952, en los Juegos de Helsinki, aunque la Guerra Fría estaba en pleno crescendo. En realidad los griegos que inventaron los Juegos Olímpicos inventaron también la tregua olímpica. Cada cuatro años se suspendían las sempiternas guerras que libraban las numerosas ciudades-estado griegas, y se mantenía la tregua para que los atletas y el público acudiesen a Olimpia. El deporte se convertía así en un substituto de la guerra, su más noble función.

Sin embargo hacia el final de la Guerra Fría, Estados Unidos cedió a la tentación de traicionar el espíritu olímpico. La Unión Soviética había intervenido en Afganistán y en represalia Washington boicoteó los Juegos de Moscú de 1980. Medio centenar de países, aliados de la OTAN o feudatarios del Tercer Mundo, siguieron la consigna norteamericana, aunque algunos hicieron trampa, como el Reino Unido o Australia, que no participaron como estados pero enviaron a sus deportistas bajo bandera olímpica. Curiosamente, dos países comunistas, China y su satélite Albania, no acudieron tampoco a Moscú por su enfrentamiento ideológico.

En España habíamos estrenado la democracia, y el presidente Adolfo Suárez decidió mantener la independencia frente al dictado americano. Eso sirvió para que un nadador norteamericano, David López-Zubero, recurriese a su doble nacionalidad y participara con el equipo español, ganando una medalla para nuestro país. Pero también supuso un clavo más en el ataúd de Suárez, considerado un enemigo por Washington. Cuatro años después, cuando Estados Unidos organizó los Juegos Olímpicos en Los Ángeles, Moscú le devolvió la pelota, declarando un boicot que seguirían 22 países.

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