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Cultura

Gregorio Luri: “En España el 90% de los alumnos no sabe diferenciar un hecho de una opinión”

Gregorio Luri

Vivimos tiempos extraños. Enseñar se confunde con entretener, el emotivismo se impone sobre la emotividad y el entretenimiento aplaca el conocimiento. ¿Se puede pensar críticamente cuando muchos son incapaces de distinguir un hecho de una opinión? Esa es una de las preguntas que se hace el educador y filósofo Gregorio Luri en su libro La escuela no es un parque de atracciones. Una defensa del conocimiento poderoso (Ariel).

Escrito con brillantez y una prosa culta, pertinente en cada cita y análisis, Luri propone en este libro un análisis de la educación actual. Al hablar de los estudiantes de hoy, Luri cartografía a los adultos contemporáneos, seres capados de intuición y con unas aptitudes lectoras justas de las que encontramos explicación en muchos de los capítulos planteados en este ensayo.

Ya no hay conocimientos poderosos, sino buscadores. La escuela, al perder los argumentos para defender su nobleza, intenta ocultar sus imperfecciones empeñándose en ser entretenida, plantea Gregorio Luri.  Ahora bien, ¿esos niños que no hallarán en ningún sitio lo que no encuentren en la escuela, no se merecen algo más que una escuela divertida? Es esa una de las preguntas que el autor de La imaginación conservadora y La escuela contra el mundo contesta e esta entrevista.

—No está hablando de los niños del presente, pero aún más de los adultos del presente. Es un diagnóstico en el que es difícil separar dónde comienza uno y dónde determina el otro.

—Estamos viviendo una crisis de cultura profunda y no será tan especialmente preocupante si no estuviera afectando algunas esencias de nuestra tradición occidental, como el humanismo. Un profesor de teología me decía que un alumno defendía que un ser humano no tiene más dignidad que una piedra, puesto que los dos son seres. Que estas cosas entren en el debate de lo imaginable pone de manifiesto que una serie de conceptos que parecían impensables hoy están abiertos.

—Asegura que la escuela reduce sus exigencias cognitivas y recupera la idea de el aprendizaje como la modificación de la memoria.

Hay que defender sin complejo aquello en lo que crees. Porque muchas veces las batallas culturales se pierden por la retirada de una de las partes. Y siempre hay una batalla cultural presente, pues hay que darlas y ya veremos el resultado, lo que no puedes es retirarte. En ese sentido, hay que defender aspectos esenciales la a transmisión de lo mejor de nuestra herencia y la memoria es, por supuesto, una de ellas. Cuando digo esto no me apoyo no sólo en Steiner o los humanistas, intento extraer los argumentos de la más moderna ciencia cognitiva.

Dice que la escuela ha renunciado al conocimiento y se limita a entretener a los niños. Responsabiliza a los pedagogos.

—La principal causa de nuestra crisis educativa actual es la pérdida de claridad sobre los fines, para qué educamos, qué significa una persona educada en un mundo culto. Como tenemos confusión sobre los fines, estamos focalizándolo todo en los procedimientos. Si no tienes claro el para qué de esos procedimientos, la discusión sobre ellos será dar palos de ciego. Nuestro compromiso escolar no es sólo con la psicología del alumno sino también con la cultura común. Las dos cosas van unidas.

—No atribuye a la tecnología un papel negativo, bajo ningún concepto.

No puedo ser contrario a la tecnología, porque vivo en el siglo XXI. Tengo un móvil, un blog, me muevo por las redes sociales. Las nuevas tecnologías te permiten llegar a muchas cosas y proporcionan muchos recursos, pero yo las defino como prótesis antropológicas que amplifican lo que ya eres. Según tus intereses, desarrollarán lo que ya eres, en una dirección o en otra. A mí me encanta la época en la que vivo porque creo además, que si no te gusta tu presente no estás capacitado para hablar del mismo.

—¿Qué es un conocimiento poderoso?

Es curioso cómo en educación prestamos más atención a lo bonito que a lo riguroso. Hay ideas que nos sugieren que él esfuerzo puede ser sustituido por el entretenimiento, y nos parecen maravillosas. Yo lo que digo es no hay sustituto del esfuerzo e incluso creo que una de las grandes satisfacciones de esta vida es el esfuerzo intelectual que encuentra la respuesta a lo que busca. Es un sentimiento de satisfacción plena. Y a veces encuentras la respuesta una vez que has dejado de pensar en eso y estás en otra cosa.

—Opone emotividad y emotivismo. Asegura que no basta presentar el sufrimiento de alguien como argumento definitivo de que tiene razón. El problema es que eso domina.

—El hombre puede evaluarse desde lo más alto o lo más bajo. Y nos gusta mirarnos desde nuestra capacidad de sufrimiento, no desde aquello a lo aspiramos y esa una inversión de toda nuestra tradición humanista. Los animales también sufren, entonces, si el ser humano también, existe el interés de crear una unidad. Medirnos por lo más alto, por lo que realmente podemos llegar a ser, es lo que realmente nos dignifica y le da sentido a lo humano.

—¿A qué obedece ese mecanismo victimista de la sociedad contemporánea?

Frankenstein escenifica el momento de esa ruptura. La novela de Mary Shelley es una novela maravillosa. El creador ha dado vida a un monstruo, y como no lo acepta, el monstruo se siente rechazado, así que va haciendo bestializando por ahí y en un momento determinado se encuentra con su creador Frankenstein y le dice: ‘concededme la felicidad y seré virtuoso’. Eso es nuevo.

—¿En qué sentido?

En la historia de la humanidad las cosas siempre se habían planteado al revés: voy a ser virtuoso, para buscar la felicidad, pero  ahora cualquier persona que sufre, haga lo que haga, será ‘pobre’. Es decir: ‘pobre, que ha tenido una maña familia’; ‘pobre es esto’ o ‘pobre lo otro’. Les damos, no nuestra solidaridad, sino nuestra compasión., Hay un victimismo, mira cómo sufro y por lo tanto merezco tu solidaridad.

—¿Es esa la lógica indulgente de las propuestas de la ministra Celáa para una ley de educación?

Me preocupa por el desconocimiento de la realidad de las escuelas que eso supone. El alumno que se presentaba con una asignatura dudosa a la evaluación final viene siendo aprobado desde hace décadas. A nadie se le suspende, y lo digo con conocimiento de causa. Las secciones de evaluación lo hacen desde hace mucho. Lo nuevo es que ahora la ministra te dice que debes aprobarlo por obligación y es ahí cuando impones un criterio externo a algo que ya hacía el claustro. Pero lo importante no es el número de alumnos que lleguen a la evaluación con una materia dudosa, lo importante es el número reducidísimo de quienes llegan todas las asignaturas aprobadas. Ese es nuestro problema y no querer ver que uno de cada cuatro alumnos termina su escolarización obligatoria sin ser capaz de comprender un texto mínimamente complejo.

—¿Cuáles son las capacidades actuales de los alumnos en España?

Según el ultimo PISA, 90% de los alumnos terminan su escolaridad obligatoria sin saber diferenciar un hecho de una opinión. Entonces dices: si esto es cierto cómo se puede insistir en un modelo crítico y en la autonomía. Me estáis vendiendo algo que después no sabéis cumplir. Yo no creo que en teorías conspirativas ni que exista un poder dispuesto a infantilizar a la gente, creo que quieren hacer lo mejor y creo que el gobierno quiere hacer lo mejor y que a la hora de elegir qué es tal cosa como lo mejor se evalúan más a sí mismos por sus intenciones que por sus resultados.

—¿Reprueban entonces?

A los políticos, las buenas intenciones hay que dárselas por supuestas y juzgarlos por los resultados. Cuando los niños salen de la escuela con un vocabulario de subsistencia de 500 palabras, creo que hemos fracasado. Y si tienes analfabetos matemáticos, por ejemplo, de qué demonios hablas cuando hablas de emprendimiento e innovación. Las buenas intenciones nos ocultan los resultados mediocres.

—La lectura se nutre de la preeminencia de una voz interior. Las tendencias de la industria editorial, por ejemplo el auge del audiolibro, demuestran que la capacidad de introspección es limitada.  

Por una parte, hay un fenómeno editorial que, en sí mismo, es interesante. Por ejemplo, las descripciones han desaparecido de la literatura, de la infantil juvenil y adulta, porque cuando el lector se topa con ellas, pasa página. Spielberg ha vencido por goleada a los grandes narradores. Pero lo que pone de manifiesto es la pobreza lingüística. El fenómeno de la comprensión es situar algo en un contexto que le da sentido. Si quieres fomentar la compresión lectora, lo que debes hacer es enriquecer el contexto, el lenguaje y los conocimientos. La pobreza contextual es lo que nos lleva a la pobreza lectora.

—España tiene ocho leyes educativas. ¿Qué significa no tener un proyecto educativo a largo plazo?

Han existido varias leyes educativas, pero detrás de todas las que se han puesto en práctica ha estado una misma mayoría legislativa, que han sido socialistas y nacionalistas, porque las leyes educativas del PP nunca han entrado en funcionamiento plenamente, ni la de Wert. Si analizamos los hechos tal como son lo que te encuentras que existe una ideología legislando. Que esa ideología legislando haya necesitado rehacer su discurso legal tantas veces es algo que debería preocuparnos. Nuestros resultados provienen de una misma sucesión de leyes con el mismo suporte ideológico. Parece que los únicos que pueden legislar en educación son la socialdemocracia y los nacionalismos periféricos y eso en sí mismo implica una pobreza del debate, cómo vas a llegar a consensos si asumes que sólo tú puedes legislar. Lo que vivimos es la perplejidad educativa del partido socialista.

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