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Cultura

Auschwitz, 74 años después

Una imagen de la entrada principal del campo de concentración Auschwitz.

"La muerte es un maestro de Alemania/ sus ojos son azules/ te alcanza con su proyectil de plomo/ te alcanza con su buena puntería", escribió el poeta alemán Paul Celán tres años después del cierre de un infierno que lo acompañó siempre: Auschwitz-Birkenau. No fue ingresado ahí -estuvo en Moldavia-, pero sí pudo ver cómo los vagones partían de su pueblo natal rumbo a aquella tumba donde el régimen nazi exterminó a los que, como él, eran judíos. Celán soportó la culpa del superviviente. Se arrojó al Sena, en 1970, carcomido por todo cuanto había visto. Los versos de Fuga de muerte sintetizan, todavía, el horror que quebró a hombres y mujeres y que aún se alza como una advertencia y de cuya liberación se cumplen este 27 de enero, 74 años desde su liberación. 

Auschwitz-Birkenau. No fue el único de los campos creador por el nazismo, pero sí uno de los más cruentos. En su interior encontraron 7.000 supervivientes en estado espectral, un millar de cadáveres amontonados para ser quemados y unas 600 personas ejecutadas en el último momento. El Holocausto -la Shoá, como se refiere al genocidio la comunidad hebrea- tuvo muchos campos de exterminio: Sobibor, Treblinka, Belzec, Majdanek, Chelmno... sin embargo, el de Auschwitz, instalado en 1940 en la localidad polaca de Oswiecim, a setenta kilómetros de Cracovia, es el signo más oscuro que sobre este episodio pueda existir. Incluso vacío, aún resuena. Los objetos encontrados -zapatos vacíos, relojes, ropa requisada- son las huellas de un horror que atravesó el siglo XX.

"Encontraron 7.000 supervivientes, un millar de cadáveres amontonados para ser quemados y 600 personas ejecutadas en el último momento"

Hitler fue la gasolina más potente de aquel horror. Hitler y el horror con el que compuso la obra más duradera del siglo XX: un horror que atravesó a todos y propició la muerte incluso clausurado. Afectado por un mesianismo de proporciones ciclópeas, Hitler creyó en todo lo que dijo y escribió: la necesidad de revisar la Europa creada en 1919, devolver a Alemania su poderío y crear un nuevo orden mundial. Todo eso ya lo había dicho, y desde muy pronto. Auschwitz fue su creación perpetua, incluso quienes sobrevivieron acabaron buscando la muerte con la que vivieron, piel con piel. Así le ocurrió al italiano Primo Levi, aún tras ser liberado no soportó las pesadillas que lo persiguieron y lo llevaron a suicidarse en 1987.

"Cuando estaba en el campo de concentración tenía siempre el mismo sueño: soñaba que regresaba, que volvía con mi familia y les contaba, pero no me escuchaban. La persona que tengo delante no me escucha, se da media vuelta y se marcha", escribió Levi, quien una vez libre, vagó por toda Europa. Nunca encontró el hogar al que ansiaba regresar: ya no existía. Unos, como Levi, vivieron para contarlo. Otros, como Anna Frank, pudieron llegar a contar su angustia antes de morir. Tras permanecer escondida en un sótano durante dos años, fue trasladada con toda su familia a Auschwitz. Dejó su diario como un atado de verdad a los pies de la vida que le fue arrebatada. 

"Auschwitz fue su creación perpetua, incluso quienes sobrevivieron acabaron buscando la muerte con la que vivieron, piel con piel"

Hay quienes, como el filósofo Reyes Mate, se preguntaron: ¿hay que conmemorar la liberación de Auschwitz? "Todavía campean en el mundo las fuerzas que alientan el olvido, la revisión o la negación de lo ocurrido", aseguraba Reyes Mate para referirse a lo que constituye la más honda y oscura herida moral del mundo moderno. En su obra Temblores de airePeter Sloterdijk ahonda también en la lógica del exterminio, en la turbia niebla del terror como nuevo paisaje forjado, en buena medida, bajo la bruma de aquel sitio. Las preguntas –o mejor dicho, la actualización de esas preguntas- se suceden en el recuerdo  de un infierno que aún tiene supervivientes y en el que toda revisión es susceptible de alborotar la cicatriz.  El polaco Antoni Dobrowolski, el superviviente del campo de concentración de Auschwitz con más edad, murió a los 108, hace ya seis años. Y sin embargo, aquel lugar aún resuena, con la fuerza de una advertencia.  

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