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El fin de 'La casa de papel' o cuando una serie supera todos los límites

Acaba una serie que ha hecho historia de la televisión. El cierre de esta ficción se acerca a la altura de sus mejores temporadas: un relato excesivo, inverosímil y divertidísimo

El éxito de 'La casa de papel' ha sido objeto de estudio internacional
Imagen de 'La casa de papel'.

La casa de papel es historia de la televisión. Esta serie, que en principio se estrenó sin brillo en Antena 3 y después triunfó en Netflix, acaba para siempre -aunque nunca es para siempre en las series- con el cierre de la quinta temporada. La segunda tanda de capítulos de esta edición, desde el 3 de diciembre disponibles en la plataforma de pago, mejora bastante respecto a la primera aunque no alcanza sus celebrados momentos de esplendor.

Ya decíamos aquí en septiembre, al estrenarse la primera mitad de la quinta temporada, que la serie ya no era igual que antes por varios motivos. El argumento había perdido frescura, se nos presentaban subtramas demasiado extensas que más bien parecían artificiosas, era fácilmente detectable que algunos personajes se resquebrajaban y hasta la lectura política de la obra perdía fuerza.

También decíamos entonces, y perdonen la autocita, que el problema de la verosimilitud no era lo peor de este producto, ni mucho menos. Nunca lo ha sido, en realidad. "Si lo miramos fríamente, todo es irreal, imposible, inconcebible, claro, pero nos los creemos por lo mucho que nos gusta. Ese es uno de los secretos del éxito de La casa de papel, junto a la citada originalidad de la trama, la cuidada construcción de los personajes, la empatía con los ladrones que consigue un inteligente guion, ese punto de rebeldía frente a las injusticias del sistema y un largo etcétera de cualidades".

Su inverosimilitud supera todos los límites imaginables en este final tan ansiado por sus legiones de seguidores. Si algo ha hecho esta serie es precisamente romper límites. Los de la imaginación y los del éxito

La casa de papel no es verosímil, obvio, pero tampoco persigue serlo. De hecho su inverosimilitud supera todos los límites imaginables en este final tan ansiado por sus legiones de seguidores. Si algo ha hecho esta serie es precisamente romper límites. Los de la imaginación y los del éxito. Prueba de ello es que los enganchados a la serie habitan en medio planeta. Literalmente.

Tras algunas temporadas que bajaban el nivel originario, la ficción vuelve a la senda que le hizo triunfar. Estos últimos cinco capítulos recuperan esos giros argumentales imposibles y llenos de una adrenalina que, como siempre en esta serie, se compensan gracias a elipsis que nos explican el pasado de esta singular banda de atracadores. La obra recupera ese ritmo irrefrenable que engancha tanto como entretiene. Se suceden las sorpresas hasta casi el último minuto.

Lo mejor es que los personajes más conocidos, un tanto desaparecidos en temporadas previas, recuperan el protagonismo y siguen evolucionando. Y la visión política, un tanto antisistema, al menos nos hace pensar en cómo está montado el cotarro que manejan las élites. Lo peor es que quizás no están bien medidos algunos episodios de violencia y que una parte del final es demasiado abrupta.

En definitiva, este broche final no llega a la altura de sus primeras temporadas, pero se le acerca volviendo a su esencia: un relato excesivo, inverosímil y divertidísimo. No se lo pueden perder.

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