La ruptura con el pasado, la dislocación entre nacionalidad y Estado, la segregación entre comunidad y Administración y la guerra cultural contra la tradición parecen ser parte de un proyecto integral de reeducación que ha degenerado en un conflicto generalizado.

La tecnocracia ha encontrado en la contracultura un aliado de un valor excepcional, con ella la industria política puede crear nuevos mercados, generar nuevas necesidades aun a costa de interferir en los aspectos más sagrados de nuestra privacidad.

"Hay que cambiar no ya cuarenta años, sino quinientos años de la Historia de España". La frase, pronunciada por Jordi Pujol en 1979, desvela el oscuro secreto de un nacionalismo que, al contrario que el viejo catalanismo, no tenía como fin preservar los particularismos culturales, sino destruir una identidad española.

A lo largo de los más de diez años que Margaret Thatcher pasó en el número 10 de Downing Street ocurrieron en Inglaterra muchas cosas: música, literatura, cine. Años prodigiosos -y también de duras críticas- que coincidieron con el llamado Thatcherismo.