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“Los pobres no importamos al Gobierno”

La vuelta del juego nocturno, explicada por sus protagonistas

Durante la cuarentena del pasado año, asistimos con preocupación al crecimiento del juego en línea, más concretamente de las apuestas deportivas. Del mismo modo, también preocupaba ver la proliferación del juego con dinero entre la gente joven, que fue la que más incrementó su actividad durante los meses que no se pudo salir a la calle. No obstante, tras unas semanas de preocupación, todo esto se fue olvidando a medida que se empezaban a reducir las restricciones al movimiento y aparecían otros temas en la agenda política. Ya en la ‘nueva normalidad’, se ha retomado el juego en los establecimientos presenciales y con horarios prepandémicos. Sin embargo, poco se sabe de cómo ha sido esta vuelta y de si el aumento de jugadores jóvenes se ha consolidado.

Para poder responder a estas preguntas, Vozpópuli salió a los locales de juego para investigar sobre el terreno. El primer lugar en el que nos detendremos será una casa de apuestas de tamaño medio cerca de la Plaza Honduras de Valencia, una de las zonas en las que hay una mayor actividad nocturna debido a sus numerosos pubs. Es un sábado y son las once de la noche, aproximadamente. Al entrar al establecimiento, es llamativo el enorme ajetreo, que contrasta con el silencio que esperaba encontrar. También es sorprendente el compadreo entre los presentes, a pesar de que por algunas de sus interacciones posteriores, pareciera que no todos se conocían.

Pudimos hablar en la barra con un hombre de unos cincuenta años, que se encontraba solo, fuera de la zona de juego. Empezó explicando que solía asistir bastante al local y que le gustaba por el ambiente juvenil. “Me dan pena otros hombres de mi edad que a estas horas ya están en sus casas con sus mujeres. Yo prefiero seguir de fiesta con la gente joven”, explicó tras pegar un trago a la cerveza. De vez en cuando el diálogo se interrumpía debido a que se giraba para dirigirse a los jugadores y realizarles algún comentario en tono jocoso. Éstos se lo devolvían con complicidad.

La mayoría pierden todo y acaban pidiendo diez euros a algún amigo para tomar cervezas", dice una trabajadora

La media de edad de los jugadores sería de unos veinte años. Por lo que se escuchaba de sus conversaciones, la mayoría estaba de fiesta y no tenían intenciones de pasar ahí muchas horas más. Cerca de medianoche, un grupo de cinco o seis jóvenes decidió dejar de jugar para ir a un pub cercano. No obstante, uno de sus integrantes, todavía sentado enfrente de una ‘tragaperras’, se negó a irse todavía. Tras una breve conversación con sus amigos, éstos le dicen que lleve cuidado con no perder todo el dinero y que lo verían donde siempre, que no tardara en llegar. La conversación nos lleva a pensar que no es la primera vez que ocurre esto. El chaval que se quedó jugando se despidió con monosílabos, sin apartar sus ojos de la pantalla, e inició una nueva partida al tiempo que sus colegas cruzaban la puerta.

Los pobres y el juego

Al día siguiente pude hablar con una de las trabajadoras del establecimiento, también joven, quien explicó que es común que los chavales vayan a su local con el dinero que tienen para salir y que se lo gasten todo. "A alguno de ellos alguna vez le ha salido bien y se va con una pasta importante que le permite ser el rey de la noche e invitar a todo el mundo, pero la mayoría pierden todo lo que tienen y acaban pidiendo diez euros a algún amigo suyo para poder tomarse unas cervezas. Otros simplemente se van a sus casas porque no tienen dinero y saben que no pueden endeudarse”, concluye.

Preguntada por su trabajo y las situaciones a las que se ha tenido que enfrentar, responde de manera clara: “Yo he vivido mucho, es un ambiente de mierda y no se lo recomiendo a nadie. Por mi las prohibiría, no conozco a nadie al que le hayan mejorado la vida. Y evidentemente, hay muchos más adictos de los que dicen los datos y las restricciones son mucho menores de lo que dice la ley", lamenta.

A continuación, pasa a explicar cómo se las apaña la casa de apuestas en la que ella trabaja para saltarse la legislación, incluso poniendo en riesgo a sus propios clientes. "Hay personas que tienen autoprohibido el juego, porque ellos mismos o sus seres queridos son conscientes de su situación y saben que necesitan un control externo. No obstante, como nuestro establecimiento es pequeño suele haber menos seguridad, por lo que muchas personas de otros barrios que tienen prohibido el juego vienen aquí ya que saben que no solemos identificar previamente a los clientes. Evidentemente, esto lo hacemos porque lo dice nuestro jefe, porque sabe que estas personas pueden dejarse mucho dinero en el establecimiento. También he visto entrar a menores y no los he podido identificar”, comparte. ¿Sus motivaciones para aceptar el trabajo? "Necesito los ingresos y de momento no puedo renunciar al trabajo, pero el día que encuentre otro denunciaré a mi jefe por lo que hace y permite”, dice al final de la conversación.

Me gasto aquí todo el dinero y mi hija se queda sin comer y al gobierno le da igual", afirma un usuario

El siguiente establecimiento visitado apenas destaca desde el exterior y, a diferencia del local anterior, no se encuentra cerca de pubs y otros lugares de ocio nocturno, sino que estaba en una tranquila calle de un barrio trabajador. En su interior solo había un par de hombres, los cuales por su aspecto deberían tener cerca de treinta años. Estaban sentados en la ruleta uno frente al otro, sin ningún ruido que interrumpa su concentración, más allá de los sonidos que emite la máquina y el carraspeo de uno de ellos.

Al pasar un tiempo en el local, surge el tema de las nuevas restricciones por la covid-19 y de si volverá a afectar al horario de juego. Al poco tiempo, la conversación se desvía hacia la regulación de las casas de apuestas –más bien de su publicidad- que ha realizado el Ministerio de Consumo, liderado por Alberto Garzón.“Quien quiera jugar ya sabe lo qué es y dónde encontrarlo. Publicitar las casas de apuestas es como publicitar la cocaína o irse de putas, la gente ya sabe donde hay que ir y lo que se va a encontrar, además de que no son temas a los haya que dar bombo, son decisiones de cada uno”, apunta uno de ellos.

“Y ya ni eso. Yo ahora me gasto aquí todo el dinero y mi hija se queda sin comer y al gobierno le da igual. Se supone que los políticos están aquí para proteger a los pobres, pero no les importamos. Ellos se pueden drogar o hacer lo que sea porque han tenido educación y saben hacerlo. A nosotros no se nos ha enseñado y por eso nos enganchamos y nos arruinamos y ellos no”, responde otro.

"Puedes joderte la vida"

Para finalizar la crónica, pude hablar con Juan, de 23 años, quien hace ya tres, con ayuda de su familia, se autoprohibió el juego debido a sus problemas de ludopatía. “Yo ahora mismo no juego, pero eso no significa que no sea jugador o ludópata. Esto es una adicción y los exadictos no existimos, lo que hay es personas que consiguen controlar su adicción, pero esto es para toda la vida”, señala.

Juan explica que empezó con las apuestas deportivas a los quince años. Según él, estaba dejando de interesarle el deporte y eso le distanciaba de sus amigos, por lo que empezó a apostar para tener “más emoción” al ver los eventos deportivos con los miembros de su grupo. “Ellos también empezaron a acompañarme a hacer apuestas y lo veían como algo normal. No sabíamos prácticamente ni lo que era una adicción, y menos que se podía ser adicto a algo que no fueran las drogas. Afortunadamente, a los meses la mayoría se cansaron de apostar y dejaron de hacerlo. Yo, por el contrario, había empezado a hacerlo en solitario poco tiempo antes, y al ver que todos mis amigos abandonaban esto entendí que era una cuestión que tenía que vivir en privado. No quería desencajar, así que decidí no contar nada, por lo que ningún amigo mío sabía que yo había seguido apostando cuando ellos pararon. Así estuve por lo menos un año. Mi familia tampoco lo sabía, y yo era menor, por lo que no quería que lo supieran. Hubo un periodo relativamente largo en el que nadie sabía que estaba jugando”, recuerda.

El proceso de superar una adicción es muy duro, ya que debes volver a formarte como adulto", destaca un adicto

Mientras cuenta todo esto, los movimientos rápidos de sus ojos y la impulsividad de sus manos dan fe del nerviosismo que esconden sus palabras. “Luego empiezan las sospechas y los problemas –continúa-, ya sabes, deudas, peleas con colegas…A mí lo que se me ha quedado marcado es ver a mi madre llorando por esto. Yo nunca había hablado con ella de este tema, pero sabía que sospechaba que tenía algún tipo de problema. Ella no me decía nada porque no sabía cómo hablarme y yo a ella tampoco porque necesitaba que la situación continuara así para poder seguir cogiéndole dinero. Fue muy duro, porque ella sabía que yo estaba mal y yo sabía que ella se estaba dando cuenta y estaba sufriendo, pero no había comunicación entre nosotros. Empecé a ver que ella perdía su fuerza y su vitalidad y al final caí en depresión, porque veía que le hacía daño por culpa de una conducta que no podía controlar. Era como si estuviera poseído, intentaba ser racional y no podía. Sabía que me estaba jodiendo la vida y a mi entorno y era incapaz de detenerme”, confiesa.

Preguntado por un mensaje para los jóvenes, Juan no dudó, y el tono blando con el que estaba conversando hasta ahora dio paso a una voz más solemne.”Yo solo digo a los chavales que se cuiden, que quieran a sus familias y que se quieran a ellos mismos, y que no hagan nada por encajar. Si tuviera que dar un consejo sería este: lleva cuidado porque nunca sabes lo cerca que puedes estar de joderte la vida. Yo dejé de estudiar debido a mi mala situación personal por el juego y me arrepiento, pero no es solo eso, es que como empecé a trabajar para tener más dinero para apostar, ni siquiera puedo tener el control de mi nómina, porque el riesgo de reincidir está ahí y hay que ser prudentes”, propone.

Finalmente, nos dejó con esta reflexión: “El proceso de superar una adicción es muy duro, ya que debes volver a formarte como adulto, y esto implica ser capaz de rechazar tus impulsos, ser responsable de tu dinero, saber hacer previsiones a medio y largo plazo, gestionar emociones propias y ajenas…Todo eso se te olvida. Ser adicto es no poder comportarte como un adulto funcional, es ser un niño convertido en bestia”, advierte.

Posdata

Recordamos a los lectores que en España se encuentra la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR), que trata de proteger los intereses de las personas afectadas por el juego. Entre sus servicios cuentan con tests de ludopatía, atención psicológica, asistencia jurídica y ayuda para la tramitación de la autoprohibición. Además, también trabajan la prevención y realizan jornadas científicas para analizar y conocer mejor este fenómeno.

Según los datos extraídos de los informes hechos por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, hay cerca de 680.000 personas adictas al juego en España, de las cuales apenas 14.000 reciben tratamiento y ayuda en la actualidad. Si no eres una de ellas, puedes pedir ayuda en el 900 200 225 o en tu médico de cabecera.

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