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Política

Podemos: el partido de la crisis perpetua

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.

Podemos vive instalado en un estado de crisis permanente desde su irrupción en el mapa político español hace cuatro años. La formación de Pablo Iglesias pretendía dar un vuelco a la crisis de representación contra la que clamaba el movimiento del 15-M. Y su asalto a las instituciones consiguió cambiar el sistema del viejo bipartidismo y muchas de sus prácticas.

La joven organización política acumula una innumerable lista de crisis internas que siempre parecen amenazar su supervivencia. Aunque la formación morada logra mantener el tipo en las encuestas. Su posición respecto a la crisis catalana le pasó una seria factura. Iglesias logró enderezar el rumbo a comienzos de año y el partido recargó las pilas con una batería de iniciativas legislativas que devolvían a Podemos a sus orígenes; el conflicto social que han protagonizado los pensionistas o el movimiento feminista. 

Tenía todo el viento de cola para dejar atrás sus problemas por la ambigüedad mantenida frente a la crisis independentista. Incluso cuando el conflicto catalán sigue en plena efervescencia. Y Podemos se encontró con la mayor crisis que ha azotado al Partido Popular en los últimos años: el caso del máster que se llevó por delante la carrera política de Cristina Cifuentes. Pese a que la ventana de oportunidad que encontraron en 2014 parecía volver a abrirse de par en par, el partido de los círculos se ha estrellado una vez más contra su propia existencia.

La decisión del secretario general de forzar una adelanto de las primarias en Madrid para que Íñigo Errejón fuese el candidato oficial despertó la mayor crisis entre las familias del partido tras la batalla fraticida vivida en la Asamblea estatal de Vistalegre II. Allí, el proyecto de ex número dos de Podemos cayó derrotado frente al hiperliderazgo de Iglesias. De ese cónclave derivó el Reglamento que contempla sanciones para aquellos que comenten cuestiones internas a través de los medios. 

Por el medio se coló hace unas semanas y de manera 'accidental' un documento de la cofundadora del partido, Carolina Bescansa, que contenía un plan para arrebatar el poder de la formación al actual secretario general. Todo un terremoto político que giró todos los focos mediáticos hacia el partido. Todos asumieron que era un error mayúsculo que debía zanjarse lo antes posible para evitar una sangría en los medios. 

Iglesias logró taponar la herida. Pero la compra del chalet de 600.000 euros con su pareja y portavoz parlamentaria de Unidos Podemos, Irene Montero, ha hecho estallar una crisis cuya envergadura aún nadie se atreve a delimitar. El líder de Podemos se ha metido de cabeza en el campo simbólico que él mismo se encargó de construir con buenas dosis de populismo. Quien se sirvió de los platós de televisión para difundir su mensaje, huye ahora del asedio de las cámaras en su vida privada. 

La comunicación y el marketing político son y han sido la clave de Podemos desde sus inicios. El manejo del lenguaje y la construcción de los mensajes permitieron poner en marcha un proyecto creado por un grupo de profesores universitarios del que poco queda ya. Tradujeron el conflicto social al lenguaje de las redes y situaron el listón lo más arriba posible. 

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