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País Vasco

Urkullu, el político discreto que negociaría hasta con el diablo

Iñigo Urkullu

Íñigo Urkullu (Alonsotegi, 1961) casi nunca sorprende. Su candidatura para repetir como lehendakari, oficializada este lunes por el PNV, estaba cantada. Este político discreto, mesurado y dialogante pretende lograr un tercer y último mandato para terminar su carrera política como el presidente del Gobierno vasco que logró un nuevo Estatuto de autonomía.

Es un hombre religioso, un político profesional y un peneuvista de pura cepa. Tres características que en Euskadi casi siempre van juntas. Se diplomó en Magisterio en el seminario de Derio y, salvo un breve paso por una ikastola como maestro, ha desarrollado toda su carrera en el PNV, al que se afilió solo con 16 años. Primero lideró las juventudes, luego el PNV vizcaíno, después el partido en su conjunto y, en 2012, llegó a la Lehendakaritza.

Antes de ser presidente del Gobierno vasco y desde que ocupa ese cargo ha demostrado, por encima de todo, un talante negociador que no conoce límites. Negociaría hasta con el diablo. En los últimos años, sin ir más lejos, ha llegado a acuerdos relevantes con tres presidentes del Gobierno como José Luis Rodríguez Zapatero, con Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

Como su fama de negociador le precedía, adquirió protagonismo como una suerte de mediador entre el Gobierno del PP y el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. También se ha sentado a dialogar con el líder de Bildu, Arnaldo Otegi, o con el vicepresidente in pectore y líder de Podemos, Pablo Iglesias. Y a ello hay que sumar que lideró, aunque no estuviera presente, conversaciones con ETA.

El salto cualitativo, en 2004

Nacido en 1961 en Alonsotegui, barrio de Baracaldo (Vizcaya), casado y padre de tres hijos, socio del Athletic de Bilbao, Urkullu es uno de esos peneuvistas de carné que van pasando por diferentes cargos del Parlamento y la administración (parlamentario ya en 1984, director general de Juventud, otra vez diputado) hasta que llega el momento decisivo. Ese momento llegó en 2004.

Su ascenso en el PNV se produjo en el seno del grupo conocido como "Jobubis" (acrónimo de "jóvenes burukides -dirigentes- de Vizcaya"). Josu Jon Imaz era su líder y le acompañaban un gran amigo Urkullu, Andoni Ortuzar, actual presidente del partido, o José Luis Bilbao.

Todos ellos derrotaron a Joseba Egibar, delfín de Xavier Arzalluz, en la gran batalla por el control de partido. El PNV vizcaíno, el más numeroso, impuso su ley frente a los guipuzcoanos, que contaban con el apoyo de los alaveses, coliderados entonces por Alfredo de Miguel, ahora condenado por corrupción.

En 2007, Imaz, cansado de las batallas internas que aún coleaban, harto de lidiar con el entonces lehendakari, Juan José Ibarretxe, abandonó la política. El elegido para sustituirle fue un hombre discreto y calmado que nunca gritaba y poco a poco aglutinaba más simpatías gracias a su conocimiento perfecto del partido, Urkullu.

La victoria en 2012

Ibarretxe dijo adiós tras no lograr una mayoría suficiente en 2009. El líder del PSE, Patxi López, con quien su sucesor nunca se llevó demasiado bien, lideró el único gobierno no nacionalista en Euskadi con el apoyo del PP. Los peneuvistas se recompusieron internamente y no hubo muchas dudas sobre quién sería la cara visible en el Parlamento, primero, y el candidato, después.

Urkullu ganó en 2012, revalidó la victoria en 2016 y quiere lo mismo en este 2020. En estos años ha gobernado en coalición con el PSE. Y para aprobar los Presupuestos ha llegado a acuerdos de lo más variopinto. En esta legislatura pactó dos con el PP, prorrogó otros tras negociar infructuosamente con Bildu y ha logrado aprobar los de 2020 merced a un pacto con Podemos.

La Asamblea Nacional de PNV ratificará la candidatura el próximo 7 de marzo. Pero ya está claro quién será el aspirante a lehendakari. Urkullu, tranquilo en las formas y negociador insaciable, aspira a su tercer mandato. Su principal objetivo es sacar adelante un nuevo Estatuto de autonomía para el País Vasco. El Plan Urkullu ya está en marcha y tiene en La Moncloa a los mejores socios posibles.

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