Donald Trump juró el lunes su cargo para un segundo mandato. Lo hizo en el interior del Capitolio, porque fuera hacía un frío de mil demonios. Algo similar sucedió hace 40 años, en 1985, cuando Ronald Reagan juró el cargo por segunda vez. Es mucha la gente que asiste en persona a las conocidas como “inauguraciones” y estar a 5º o 10° bajo cero durante horas era sinónimo de que muchos de ellos iban a agarrarse una neumonía, así que lo trasladaron al interior. Las formas de posesión de los presidentes de Estados Unidos siempre levantan mucha atención mediática, pero esta era especialmente esperada, ya que Donald Trump ha estado prometiendo cosas desde el mismo día en el que ganó las elecciones.
Lo cierto es que no ha defraudado. Las primeras 72 horas en la Casa Blanca han sido muy movidas. Algo que tampoco debería extrañarnos. Trump es un maestro del espectáculo y sabía que sus seguidores y el mundo entero esperaban eso mismo, espectáculo. Tiene ademas solo cuatro años por delante. Esta vez no podrá ser reelegido, todo lo que tenga que hacer habrá de hacerlo de aquí a enero de 2029, momento en el que se producirá la siguiente inauguración presidencial.
En 2017 Trump ganó por poco, casi por accidente, de hecho en voto popular perdió las elecciones, pero consiguió imponerse en el Colegio electoral. Heredó una mayoría republicana en el Congreso que tenía una agenda propia no necesariamente alineada con la suya. Las principales victorias políticas de su primer mandato eran prioridades tradicionales del Partido Republicano. Tuvo menos éxito en sus propios objetivos personales como los aranceles y control de la inmigración. A ambas cosas les dedicó tiempo y ganas, pero el Congreso no estaba por la labor de ayudar.
Esta vez no tenemos tampoco ninguna trama rusa como sucedió entonces y, respecto a la prensa, que la última vez se lanzó directa a su yugular, hoy está en horas bajas. Trump puede permitirse el lujo de ignorarles y trabajarse la comunicación exclusivamente a través de las redes sociales
Esta vez Trump llega al despacho Oval después de una victoria rotunda que se debe sólo a él. La mayoría republicana en el Congreso le es esencialmente leal. En esto hay un detalle importante. En torno a dos tercios de los republicanos en la Cámara de Representantes han sido elegidos en los últimos ocho años y besan por donde él pisa, conforman, en definitiva, el partido que quiso tener hace ocho años, pero que no tenía.
En aquel entonces hubo de enfrentarse a unos demócratas muy dolidos por la derrota de Hillary Clinton (que daban por segura), y que se conjuraron para hacerle la vida imposible, cuando no a destituirle en cuanto se les presentase la ocasión. Dos “impeachment” le pusieron, uno en 2019 y otro en 2021 cuando su mandato ya había terminado. Esta vez no tenemos tampoco ninguna trama rusa como sucedió entonces y, respecto a la prensa, que la última vez se lanzó directa a su yugular, hoy está en horas bajas. Trump puede permitirse el lujo de ignorarles y trabajarse la comunicación exclusivamente a través de las redes sociales.
Inicia así su segundo mandato con un índice de aprobación cercano al 50% y un capital político a estrenar. Todo esto significa que tiene un margen de maniobra amplio, pero no ilimitado. Su victoria fue indiscutible, pero no aplastante. A la mitad del país le desagrada como presidente. La mayoría republicana en la Cámara de Representantes es tan justa (218 frente a 215) que con que tres diputados cambien de parecer los demócratas se saldrán con la suya. Es decir, que Trump podría encontrarse rápidamente en problemas si cree que tiene un cheque en blanco.
Los estadounidenses se oponen a la delincuencia, no a la inmigración en sí. Cuando un inmigrante trabaja y cumple las leyes no tienen nada contra él. Identifican delincuencia con inseguridad en la frontera, así que la única opción será mejorar los controles fronterizos con México
Se ha puesto rápido manos a la obra. Nada más jurar el cargó firmó una serie de órdenes ejecutivas de gran alcance. Muchas medidas y adoptadas muy rápido, algunas con recorrido complicado como la de la ciudadanía por derecho de nacimiento, que ha sido recurrida ya por los fiscales generales de varios Estados. El jueves un juez federal la suspendió de forma cautelar. Aducen que viola la decimocuarta enmienda. Al margen de esto, Trump tiene el mandato de centrarse en la inmigración y esa será su prioridad inmediata. Tendrá apoyo popular para deportar a criminales y narcotraficantes. Pero también prometió deportaciones masivas. Si esto significa redadas a medianoche en un restaurante de Dallas para llevarse a la cocina entera, o en una residencia de ancianos, o en la obra de un edificio, o separar a las madres de sus hijos, la situación podría cambiar y donde tenía apoyo encontrará rechazo. Los estadounidenses se oponen a la delincuencia, no a la inmigración en sí. Cuando un inmigrante trabaja y cumple las leyes no tienen nada contra él. Identifican delincuencia con inseguridad en la frontera, así que la única opción será mejorar los controles fronterizos con México y tratar de llegar a un acuerdo con el Congreso sobre la inmigración legal e ilegal.
Otro tema será el de los impuestos. Ha prometido reducirlos y tendrá que cumplir. Lo mismo sucede con la inflación, que fue una de las razones que llevaron a muchos estadounidenses a votar por él el 5 de noviembre. Me atrevería incluso a decir que fue la inflación, más que cualquier otra cosa, lo que determinó la victoria de Trump y condenó a los demócratas, que no podían zafarse culpando a otros ya que el brote inflacionario apareció con ellos y se tardó demasiado en contener. Trump fracasará si no consigue que los salarios reales aumenten de forma apreciable, que ese trabajador de clase media que quería adquirir un vehículo nuevo pueda hacerlo, o que la clase baja no tenga que vérselas y deseárselas en el supermercado para llegar a fin de mes. Debe seguir reduciendo la inflación y promover el crecimiento con políticas orientadas a la oferta y no tanto a la demanda, que es lo que hizo Biden y así ha terminado de mal la cosa.
Y esto nos lleva de cabeza a los aranceles, a los que ha calificado como la “palabra más hermosa” de la lengua inglesa. Será hermosa para él. En inglés arancel se dice “tariff”, que proviene del árabe tarifa: lista de precios. No sé cómo llegó al inglés, supongo que desde el francés, pero no es muy ajustado. Le hace mejor honor el término empleado en castellano: arancel, que también viene del árabe “al-inzal” y que significa alojamiento. El “al-inzal” era un impuesto que que se pagaba para no tener que alojar tropas en los domicilios. En español tarifa está más apegado a su significado original en árabe: precio.
Política multiusos
El hecho es que, una “tariff”, es decir, un arancel es un sobreprecio en forma de impuesto fronterizo, y los impuestos perjudican el crecimiento. Trump ha aprobado aranceles en su primera semana en el cargo y eso no puede traer nada bueno. El impacto de esos aranceles y de las represalias que tomen otros países tendrán consecuencias y no serán buenas. Los aranceles son, de cualquier modo, algo así como una herramienta política multiusos. Los sube no sólo para proteger a los productores nacionales, sino también para castigar a sus adversarios en el exterior. Ahí entran en juego los europeos, a quienes no puede ni ver. Es improbable que abandone la OTAN, pero insistirá en que sus aliados del viejo continente corran con los gastos de su propia defensa. Lo que no sabemos es si Trump cree en un mundo en el que existen esferas de influencia: Estados Unidos en América, China en Asia-Pacífico y Rusia en Europa. Ésta es la manera de ver el mundo de la facción aislacionista del Partido Republicano y de regímenes como el de Putin o Xi Jinping.
La victoria de Trump ha sido importante porque pone fin a los excesos de la izquierda identitaria y crea una oportunidad para que los republicanos reconstruyan su mayoría. Pero es dudoso que el grueso de los estadounidenses deseee una ruptura drástica con el pasado. Le han votado por motivos económicos y porque estaban muy hartos de la batalla cultural que se libra en EEUU desde hace años. Pero eso no significa que deseen enemistarse con medio mundo y, mucho menos, con sus aliados en Europa e Hispanoamérica. Tampoco significa que suspiren por una agenda comercial punitiva con sus proveedores más fiables como Canadá o México. Tendrá que medir sus pasos si no quiere convertir este segundo mandato en una letanía de problemas autoinducidos. Es un misterio si eso lo ha entendido.
JaimeRuiz
25/01/2025 03:26
Lástima que los aliados de Estados Unidos sean el México de Sheinbaum,. la Colombia de Petro, la Venezuela de Maduro, el Brasil de Lula, etc., ¿o no es lo que dice que esos países son sus aliados? Bueno, Europa también, con Sánchez a la cabeza. Y al análisis se le pasa que los aranceles también se traducen en empleos en el país, donde la producción contará con ventajas como la energía barata y el liderazgo tecnológico. Lo previsible es que la economía crezca, de hecho en su primer gobierno los problemas en ese ámbito y en el de imagen pública comenzaron con la pandemia. Y los avances en la carrera espacial darán réditos de imagen. A mí me gustaría adivinar el futuro, mucho me temo que en un par de décadas Canadá sea parte de Estados Unidos y también Groenlandia, no veo qué ventaja sacarían los canadienses si China se convierte en la primera potencia. No veo que los groenlandeses, los daneses y en general los europeos occidentales puedan sacarle mucho rédito a la importancia geoestratégica de la isla, en caso de conflicto sería lo que más fácilmente tomaría Rusia. Y la victoria de Trump sí fue aplastante, casi cien votos electorales de diferencia y triunfo en estados de tradicional predominio demócrata, en 2020 los estados bisagra eran Ohio y Florida.
Talleyrand
25/01/2025 09:26
Desde la posición de un ciudadano de los BRICS, el mundo es otra cosa claro. Los antes no alineados (eufemismo de progresista ahora, aunque en realidad manejados por Moscú) somos así. Que alguien nos lo diga en la cara y que nuestro líder supremo se postule para emperador progresista anti Trump , anti bulo, y pacemaker en Venezuela nos debería llenar de orgullo y satisfacción. Trump tiene la gran ventaja de airear las casas que llevan cerradas decenios, de sacar el polvo de golpe, de llamar a las cosas por su nombre. Lo demás esta por ver, pero desde Spain, bricland todo eso parece muy lejano…y seguimos teniendo nuestro cartel socialista en el poder.